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jueves, 16 de febrero de 2017

REVENGE OFTHE ALLIGATOR LADIES: ESTO NO ES UNA PELÍCULA ES UNA CAJA DE HERRAMIENTAS.


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Si no recuerdo mal, en mi artículo sobre la publicación en DVD de Al Pereira vs. The Alligator Ladies acababa diciendo algo así como que, en aquella ocasión, no estábamos ante una película sino ante un material que pasaba por ser -o por poder ser- aquello que el tito Jess habría deseado ver justo en el momento anterior de su paso al otro lado. Y sí, ha pasado un tiempo pero lo mantengo.
En esta ocasión, con ese paso ya consumado y presente en la mente de todos los actores de este artilugio que en ningún caso es una película, que en ningún caso cuenta una historia y que es, por encima de todo, un compromiso que había que cumplir, más que definir el metraje acumulado como una no película preferiría definir este artilugio como un contenedor, una caja de herramientas no exento de interés. Ya conoceréis la historia -y si no, os la cuenta encantado Antonio Mayans hasta que os quede bien claro cuantas veces os haga falta- de que la productora había firmado dos películas con Franco y Mayans y que al bueno de Jesús no se le ocurrió otra cosa que morirse cuando apenas había finalizado la primera.
¿Y ante esto qué se hace? ¿Se tira del metraje que tenía medio preparado Jesús Franco, que ya se estiró para cerrar la primera, y se le trata de dotar a la segunda entrega de una cierta “coherencia argumental” aunque te quede una entrega corta de “culitos in the night” de menos de cincuenta minutos a ver si cuela?, ¿Se hace una “ensalada” con esto y con aquello que se tenga a mano y que más o menos pueda tener alguna relación con el universo del eterno cineasta hasta que dé el metraje para poder llamarlo segunda entrega, aprovechando el buqué que dejó el A ritmo de Jess de Naxo Fiol que parece que gustó?, ¿Se añade también y a capón una historieta que sirva de “hilo conductor”, sin principio y sin final, respetando las tetas, los “culitos” y los “coñetes” de Jesús para que al espectador le quede ese sabor a Jess en la boca? ¿O se tira por la calle del medio, se envasa el DVD con todo lo anterior más el material extra, más los cortos -otra vez importantes los cortos-, más presentaciones y una suerte de descartes que no son tales para que en total se supere, una vez más, el metraje de la propia película y a partir de ahí hacemos un relato?

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Pues ante las evidentes diferencias de criterio de todos los responsables, me quedo con la idea de que triunfo lo último, de ahí lo de definir este imprescindible DVD como una caja de herramientas. Sí, has leído bien, imprescindible. El que ame la obra de Jess Franco debe, necesariamente, hacerse con una copia y, si por su mente ha pasado alguna vez dedicarse al cine, no sólo es obligatorio hacerse con una copia sino que debería estar penado que no la tenga ya.

Instrucciones de uso.

Como punto de partida y dado que, como hemos dicho, esto se trata de la segunda entrega de una historia, antes de aventurarnos en el interior de este espacioso contenedor, debemos recordar que el relato de lo que en su capa más accesible se nos quiso contar en Al Pereira vs. The Alligator Ladies fue que Al Pereira, el anteriormente conocido como seductor y pendenciero detective, reconvertido ya en su senectud en un carca ultracatólico, pacato y moralista, recibió el ataque de las libidinosas, pecadoras y descaradas Alligator Ladies, enviadas por el doctor Fu-Manchú, con la intención de que Pereira volviese a su vida de libertinaje, muriendo así con las botas puestas y la bragueta abierta.
Con estos antecedentes y ante la complejidad de las herramientas contenidas en este baúl necesitamos unas instrucciones para darle un buen uso a este DVD, estas son las mías.
  1. Sombras nada más.
 Mi primera recomendación tras desprecintar el DVD es que veas Revenge of Alligator Ladies: The Jess Franco Cut presente en los extras. Es la pieza que cierra el círculo de las Alligator Ladies de una manera más coherente y es también lo más puramente Jess Franco que hay en todo el DVD.
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En los cuarenta y ocho minutos de metraje, que empiezan con el abuelo cantando un bolero “rancheril” para el recuerdo, podrás ver precisamente las “sombras, nada más” de lo que ya nos queda, por desgracia, de inédito de nuestro cineasta más universal y en ellos están lo eterno de su legado. Están sus fetiches, sus fijaciones, sus tabúes rotos, el salvajismo animal del eterno femenino, la viciosa violencia de su deseo sexual, su vouyerismo culposo por herencia juedeocristiana, la burla a la misma como desesperada respuesta… todo con lo que en último término se deleitaba y castigaba feliz el director, no sólo como cineasta sino como ser humano, si es que había ya alguna diferencia entre ambos a esas alturas. Está la jam session de jazz, el expresionismo, la deconstrucción narrativa y el acto creador libérrimo y hedonista cuando no directamente onanista de desvestir los cuerpos de hasta tres mujeres, de deleitarse en su contemplación, de arrebatarse y regocijarse en ello, y de quedarse allí, a vivir, a morirse de gusto y de remordimiento gozoso.
Tres cuerpos, tres, que se contonean ante la cámara y la seducen cuando no la fuerzan a tener sexo con ellas, a la que muestran su anatomía en planos tan explícitos que son capaces ora de encender el deseo de las propias protagonistas -hay enrojecimientos cutáneos, extremidades tensionadas, respiraciones involuntarias, gestos reprimidos y erecciones aureolares que no dejan lugar a la duda-, ora de vaciar de toda connotación sexual, morbosa o erótica los primerísimos planos bulbares de los hermosos y, como siempre, hiperrealistas cuerpos de estas tres actrices cuyos extractos anatómicos quedarán grabados en tu córtex con mucho más detalle y mucha mayor familiaridad que cualquier otro extracto perteneciente; ya sea a tu actriz porno favorita; ya al cuerpo que más hayas frecuentado no años, sino toda una vida; ya a tu propio cuerpo, siempre presente y en primerísimo plano, en tu cuarto de baño, tal es el detalle y el tiempo de exposición hipnótica.
Está también el Al Pereira transfigurado en ese carcamal moralista que, aunque insulta a las comprometedoras jovencitas, reconoce -o se fuerza a reconocer- que sigue siendo un viejo verde al que le gusta “lo que nos gusta a todos” los que nos gustan las mujeres, por más que las maliciosas ladies le tachen de poco hombre y de preferir a los homosexuales que tanto frecuenta.
Y están por último las sombras, nada más, de lo que debió quedar en la retina del cineasta al morir y que se va desvaneciendo, descomponiendo, desapareciendo…
  1. Una negación del intelectualismo.
Un segundo paso que bien puedes tomar como una segunda forma de acometer el DVD es ver directamente la película. Bueno, la no-película de Jess Franco, no completada por Antonio Mayans, no interpretada por…, etc, etc, como se recoge en los títulos finales de la cinta, que no es tampoco una cinta. Ya volveremos a eso, si acaso.
Si viste la primera, te compras ahora el DVD y lo primero que haces es ponerte la peli, a engaños no te llames tampoco, compañero, que de sobra sabes que no iba a ser la última de Marvel. Aun así el ejercicio es duro. No es el “¡vamos a morir todos!” que grita el exaltado graciosete de la presentación en Cotxeres de Sants -que es al único que se le medio entiende lo que dice, por cierto- pero el impacto es duro. Y es más duro aún si nada sabes de cómo se gestó la cosa, del compromiso adquirido y si no conoces ni de oídas al tal Antonio Mayans.
Ignoro cómo sería el de hace veinte, treinta o cuarenta años -tienes una ocasión maravillosa para hacerte una idea ficticia en el corto AKA Robert Foster presente en el DVD-, si disimulaba más o aguantaba más la pose, pero al Antonio de ahora le pasa un poco lo que al detective Al Pereira: se ha hecho mayor y le da ya igual todo. Es el pragmatismo grosero personificado.
Precisamente por eso, si en algo valoras mi opinión, antes o después de ver la película, ponte la versión comentada por Antonio Mayans. Es oro puro. Y lo es no tanto por lo que cuenta ni por cómo lo cuenta -que ni siquiera está preparado y vaya si se le nota-, sino por lo que subyace detrás de todo ello: la desmitificación del cine como forma de arte -es memorable la normalidad con la que nos explica Casablanca– y la constatación de su idea del antiintelectualismo de todo el cine de Jess. De todo su cine, ojo. Y si me apuras de todo el cine en general.

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Amigo gafapasta, erudito en la materia, si estás ahí, manifiéstate que me preocupa que te haya dado un síncope. Esto no lo digo yo, lo dice Antonio. Si me preguntas mi opinión, creo que Antonio se leyó hasta ser capaz de recitarlo el libro de estilo de Jesús Franco, sí, pero por el lado que no era. Algo que explica cuanto afirmo es que Antonio Mayans en esto del cine se tiene, ante todo, por un jefe de producción, “el de los bocadillos” según su propia definición, por muchas películas que haya firmado como actor e incluso, ya de últimas, como director. Su figura resulta tan necesaria para entender a Jess como lo era Sancho para el Quijote. Y liberado de la presencia viva del mito, lo que sale por esa boquita, insisto, es oro puro. Su verdad. Se le olvida muy a menudo que Sancho no era el único que conocía bien al hidalgo de la triste figura, pero en esto del arte, desde el postmodernismo, tan válida es su interpretación como la de cualquiera y él estuvo allí mucho tiempo, y tú y yo, amigo mío, no.
Cierto es que, volviendo a la película y aún teniendo lo que cuenta Mayans muy presente, estoy convencido de que si este mismo proyecto trampa le pilla a Don Antonio con veinte años menos, las cuatro ideas apenas esbozadas y nunca desarrolladas que aporta a la entrega habrían llegado a funcionar. Tan cierto como que se ve en ella una desgana y una incapacidad de entendimiento con los que le colaboran que duele ver porque, aun con todo, podría haber quedado un trabajo más digno aunque poco o nada tuviese que ver ya con una película de Jess. Como si de uno de aquellos VHS que nos colaban en los videoclubs por películas de Bruce Lee se tratase -en las que, con suerte, aparecía en dos o tres segundos del metraje, robados de otras películas o recuperados de algún descarte- y que, a pesar de todo, nos acabábamos tragando.
Sí es cierto, por ejemplo, que el sonido de la parte documental del homenaje a Jess Franco en Berlín, incrustada con calzador en la cinta, no es que duela, es que ofende. El resto, sin embargo, no duele y mucho menos ofende, se lamenta que no se haya querido desarrollar. La trama en la que Mayans juega con el supuesto conflicto familiar que le genera seguir haciendo películas “marranas” con el abuelo Franco -con el que llega a “enfadarse”-, el gañán aunque simpático cambio de acera de Al Pereira con Víctor Olid primero y en los locales nocturnos coruñeses después que tampoco se desarrolla, ese momento fantástico en el que pierde la cabeza, con los turcos disfrazados y la búsqueda fallida del último capricho del mito de fondo, en el que consciente de su paranoia no acierta a saber quién es el objeto de la misma, si lo es su personaje, su alter ego como actor, Robert Foster, o él mismo en su rol de director, ese reírse del metacine, de la trascendencia artística del cine sobre la vida y de la vida sobre el arte, son elementos de un cine de guerrilla que ambos, tanto Jess como Antonio, habrían sido capaces de reivindicar de haberse atrevido a apostar por ello. El resultado final que queda es el de que se pudo haber cerrado mejor con apenas un poco más de voluntad.
  1. Make yourself.
 Y así llegamos al tercer recorrido propuesto. Recopilemos: En esta suerte de baúl mágico tenemos el recuerdo del antecedente de la primera entrega, tenemos el material de puro Jess en el “Jess Franco cut”, tenemos lo aportado tanto en obra como en palabra por Antonio Mayans, y tenemos incluso un material  denominado “Escenas con montaje alternativo” dentro de los extras de lo rodado por Mayans. Tomemos esto como materia prima.
A mayores, tenemos una reivindicación del cine como oficio de artesanos, del cine como elemento de guerrillla, del cine como oficio desprovisto de toda trascendencia artística o intelectual, como acto lúdico y de libertad vital. Conceptos todos puestos en valor tanto en la figura de Mayans, como en la de Mona Proust -o Monserrat Prous Segura, como prefiráis- presente en el corto de Javier Pueyo Diario íntimo de una actriz, como de manera más especial aún y significativa en la de los creadores y participantes de los otros tres cortos recogidos en este maravilloso contenedor lleno de compartimentos secretos.

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La alegría y la necesidad de hacer cine, de expresar algo, lo que sea, de comunicarlo y transmitirlo sin esperar nada a cambio, están presentes de la manera más notable en el terrorífico e interesante Reptilarium de Joan Vall, en esa infamia bizarra de Víctor Olid que él llama Jarjacha contra Pistachu y en la Susi del colectivo Troncho-Cinéma, segunda entrega de su trilogía de cortos de mujeres sin mujeres. Tomemos esto como coartada.
Si te haces con el DVD y has leído hasta aquí es que tienes el gusanillo del cine dentro y no sólo como espectador sino como parte activa del proceso. Mi propuesta final es la siguiente: a estas alturas ya sabes qué aspecto habría tenido Revenge of the Alligator ladies en tu cabeza. Tienes la materia prima, tienes la coartada y, como dice el bueno de Mayans “con esto del vídeo todo son ventajas”, tienes las herramientas: Háztela tú mismo.

Ángel Chatarra

PD: Nada le habría honrado más al tito Jess.

sábado, 24 de octubre de 2015

RESET (2014)



Con un reparto poco menos que novel y mayoritariamente cuasi adolescente, –excepción hecha del casi imperceptible Pau Durà como rostro más reconocible– y un atractivo punto de partida, Reset arranca en mitad de un bosque, en una masía apartada donde el Dr. Uriós se esconde, más que ejerce, desarrollando una técnica psiquiátrica milagrosa, mezcla de hipnosis y lobotomía transorbital –craso error de los responsables de la cinta el avanzárnoslo en la entradilla documental, como el que no quiere la cosa, por muy conocido que les sea ese terreno a su director y sus guionistas y por muy lograda les quedase la misma–, que parece asegurar la eliminación total y absoluta de recuerdos traumáticos.

El entorno natural, la exclusividad de la clínica, recalcada por el padre de Ainhoa a la llegada de ésta, y la similitud en la edad de los otros tres únicos pacientes con la de Ainhoa, huérfanos todos y dos de ellos además hermanos entre sí, nos prepara para ver una historia ya contada en numerosas ocasiones de conflicto jerárquico-generacional entre el tándem doctor-enfermera, en el doble rol sanitario-paternal, y los adolescentes en su también doble rol paciente-filial. Historia a la que, aun con esas, no le falta interés tanto por la intriga de saber qué es lo que les pasó a chicos para acabar allí, algo que se va desgranando en cada sesión de hipnosis y en sus desasosegantes sueños de manera bastante efectiva, como por el punto fuerte del metraje: la segunda y misteriosa fase del método Uriós, relacionada con el “padre científico” y gurú espiritual de Uriós, el doctor Moniz, el del cuadro, precursor de la psicocirugía y el gusto de su seguidor más fiel, Walter Freeman, por hacer perforaciones con un picahielos en el cerebro de la gente a través de la órbita de uno de sus ojos.

Y el caso es que la película, bien localizada, creíble hasta entonces, pulcramente ejecutada tanto técnica como fotográficamente hablando, va resultando interesante y logra mantener el suspense y la sensación de irrealidad entre los sueños de los chicos, las sesiones de hipnosis y la excesiva cordialidad y cercanía de los responsables de la clínica. Es más, incluso cuando la pizpireta Sandra se somete a la segunda fase del tratamiento, la cinta mantiene el pulso aunque se vaya notando cada vez más débil y el ritmo, no precisamente ágil en ningún momento, parezca entrar en un badén del que no se vaya a recuperar. 
El cuartucho que sirve de sórdido quirófano, el ambiente tétrico-nocturno en el que es descubierta por los chicos la primera paciente, su casi milagrosa recuperación que anima incluso a Lucía, la hermana de Marcos –bien interpretado por el prometedor Javier Butler, único intérprete protagonista del que teníamos noticia– a someterse ella también a la segunda fase, el desarrollo del personaje de Marcos, incluso las primeras dudas sobre el resultado real del tratamiento sobre Sandra, aunque sea en detrimento del personaje cada vez más desdibujado de Ainhoa, parece funcionar.

Sin embargo, es aquí, donde la historia tendría que desatar toda la tensión malsana acumulada, cuando la cinta flojea. Sandra empieza a mostrar síntomas de que la cosa no funciona, sin que quede demasiado claro qué es lo que no ha funcionado, y seguidamente se suicida, sin que sepamos si se debe a que los recuerdos traumáticos han vuelto, a que se ve gobernada por una ira incontrolable cuando se bloquea, algo así como una secuela de la intervención, a las dos cosas o a que toma consciencia de que le han jodido la vida y no quiere poner en riesgo ni a sus compañeros ni a nadie.

A partir de ahí, la historia es un entrar en barrena constante, con psiquiatra psicótico al uso pero poco convincente, accidente irreparable de Lucía sobre la camilla, muerte de la enfermera-amante del psiquiatra –que se nos revela como único éxito real del tratamiento– y cierre en falso con secuencia final, ésta sí bastante bien resuelta, en la que los chicos supervivientes se cruzan en una estación y no se recuerdan dejando así un final abierto a interpretaciones que no logra resarcirnos ni es aprovechado por los guionistas para angustiarnos con una eventual vuelta a las andadas de un doctor que desaparece a pesar de que, en el fondo, se nos sugiera que su método es capaz de lograr sus objetivos.

Concluyendo, cinta interesante, con un potente argumento de partida, una historia bastante bien llevada pero tan mal resuelta que es capaz de echar por tierra sus puntos fuertes. Hay buen hacer en la dirección y la producción de Pau Martínez, que no se puede decir que sea nuevo en esto, hay potencial en el guión de Óscar Bernàcer y Joana Martínez, algo más inexpertos en cuestión de largos de ficción, pero Reset dista mucho de ser una obra redonda o, al menos, tan redonda como pudo llegar a ser con los mimbres que tenía, quizá el salto al thriller les ha venido grande o en un momento inadecuado, aunque no sea del todo un mal intento.

Angel Chatarra.

jueves, 16 de julio de 2015

WAX (2014)



LA PELÍCULA

Haceos la idea: un museo de cera con fama de albergar esotéricos sucesos, un joven documentalista atormentado que acepta el reto de pasar toda una noche a solas allí dentro, una productora sin escrúpulos que hace el ofrecimiento y por último un malvado asesino en serie, pelín caníbal, con capa negra y unas ganas locas de ver su figura de cera… ¿qué podría salir mal?


¿Os acordáis cuando nos preguntábamos, en la entrada de Empusa, qué sería de los cachorros que nos dejaba Paul Naschy?:
Bien, pues Wax es el primer largo de ficción de uno de ellos, Víctor Matellano1, que además comparte firma en el guión con otro cachorrillo, otrora carita de ángel de las series juveniles de lo que enseguida se cansó, Hugo Stuven Casasnovas, premiado escritor prematuro y que también tiene un largo, si no me confundo, casi ya por estrenar2. Estos dos ya se conocían de haber firmado, al alimón, un corto documental basado en otro de nuestros grandes referentes, Jess Franco, que se tituló Tío Jess y que se adentró en el rodaje de Al Pereira vs. The Alligator Ladies aunque finalmente no se incluyera en el DVD del mismo – no se llevarían del todo bien con la productora, qué sé yo, o no buscaban ponerse de acuerdo.


¿Os acordáis de cuando decíamos, también respecto a Empusa, que el fanterror patrio como tal moría con Paul, Jess y compañía?:
Pues estábamos en lo cierto, la propuesta que se nos presenta en Wax, aunque bebe de esas fuentes e incluso las idolatra más que las homenajea, y ya no sólo en las patrias sino en las internacionales, nos vende otra cosa. Una amalgama no del todo conseguida que incluye muchas cosas pero que podríamos dividir en dos grandes grupos: lo viejo y lo nuevo.

Y no sólo en la película en sí, en su formato – o en sus formatos – o en el lenguaje narrativo, sino también en el reparto y en el equipo que elaboró la cinta, donde brillan con luz propia tanto el mítico Colin Arthur en los efectos especiales y el gigantesco Jack Taylor (que da vida a ese potentísimo personaje llamado Dr. Knox) representando a lo viejo, y estando a la altura de dar la réplica por parte de lo nuevo gente como Daniel Salas en la fotografía, Sergio Jiménez Lacima en la música o Jimmy Shaw como personaje articulador de la historia, Mike, que está muy digno aunque algo infrautilizado para mi gusto.


¿Qué pretende esta película?:
Pues como hemos ido anunciando, lo que pretende, por encima de todo, es ser el eslabón perdido entre el fanterror clásico español3, o el anglosajón –es obvio el homenaje a House of Wax (Los crímenes del museo de cera) de André De Toth, aunque también tiene otros alejados del fantástico, como el delicioso guiño de Geraldine Chaplin topándose con la figura de su abuelo – y lo que quiere ser el nuevo fanterror en el SXXI. Objetivo quizá necesario, quizá prescindible pero siempre respetable.

Es este pastiche, este catálogo a lo proyecto fin de carrera de recursos, de lenguajes narrativos y de formas de rodaje desplegado por su director, lo que no acaba de funcionar ni de cuajar del todo. Dejando al margen las pretensiones quizá demasiado ambiciosas del propio Matellano, no se entiende la necesidad de incluir, todo y a la vez, en una misma cinta el falso documental, el falso directo televisivo, el tirar la cuarta pared con el actor mirando a cámara, el falso material encontrado, recursos de falso grindhouse, la cámara en primera persona, la visión nocturna y un tremendo y agotador etcétera si no es con la intención de dejar bien a las claras que esto del fanterror – aunque incluso eso es matizable porque también hay medio millón de géneros mezclados en Wax – va a ser ahora otra cosa. Aunque aún no sabemos qué.


Tampoco el guión es el fuerte de esta película. Sí la fotografía (a pesar del muestrario de estilos ya comentado), sí la música, sí incluso el trabajo de montaje (complejo a buen seguro), y desde luego sí las interpretaciones y los personajes, aunque tampoco estén pensados para darse la réplica precisamente.

Pero quizá sea eso, quizás sea más un ejercicio de alejamiento que un intento fallido de hacer una obra redonda, como cuando el líder de una banda sobreactúa en su primer disco en solitario para marcar la diferencia con su pasado. Es como si tanto director como co-guionista, una vez enterrados los mitos hasta ahora vivos, jugasen a marcar distancias con el formato clásico aunque incorporándolo a un relato pretendidamente renovado y más amplio aunque aún no puede decirse que tenga forma.


No dudo del talento ni del potencial de Matellano. Probablemente con un productor más exigente y un guionista menos cercano en lo personal llegue a firmar cintas más interesantes. Incluso, puede que si Matellano deja al fin de mirar hacia atrás de esa manera tan explícita, pueda ofrecernos películas que se alejen de la mera anécdota (como parece ser el caso de Wax) y nos ofrezca algo verdaderamente original o, ya en el mejor de los casos, descubra al fin esa nueva forma de fantaterror que tanto parece anhelar. Veremos.

CONTENIDOS EXTRAS



El apartado de extras tiene un formato clásico que incluye desde el tráiler oficial o el teaser (siempre más sugerente), pasando por algunas escenas eliminadas para mayor gloria de “Mike” y una galería fotográfica para los más mitómanos. También cuenta con un making of bastante extenso, quizá el extra más interesante, en el que se incluyen diferentes entrevistas con todos los que componen y firman la cinta y en la que Matellano asume el papel de protagonista para irnos guiando por los interiores de la producción.

Angel Chatarra

1 Matellano ya había realizado el documental ¡Zarpazos! Un viaje por el Spanish Horror (también editado por TEMA Distribuciones)
2 Cuyo título es Anomalous.

3 Para hacer más emotivo este homenaje, Matellano utiliza algunas grabaciones inéditas de Paul Naschy (sacadas al parecer de alguna obra de teatro de Matellano en el que colaboró el astro madrileño) y las utiliza para ponerle la voz a una de las figuras del museo.