Con un reparto poco menos que novel y
mayoritariamente cuasi adolescente, –excepción hecha del casi
imperceptible Pau Durà como rostro más reconocible– y un
atractivo punto de partida, Reset arranca en mitad de un bosque, en
una masía apartada donde el Dr. Uriós se esconde, más que ejerce,
desarrollando una técnica psiquiátrica milagrosa, mezcla de
hipnosis y lobotomía transorbital –craso error de los responsables
de la cinta el avanzárnoslo en la entradilla documental, como el que
no quiere la cosa, por muy conocido que les sea ese terreno a su
director y sus guionistas y por muy lograda les quedase la misma–,
que parece asegurar la eliminación total y absoluta de recuerdos
traumáticos.
El entorno natural, la exclusividad de
la clínica, recalcada por el padre de Ainhoa a la llegada de ésta,
y la similitud en la edad de los otros tres únicos pacientes con la
de Ainhoa, huérfanos todos y dos de ellos además hermanos entre sí,
nos prepara para ver una historia ya contada en numerosas ocasiones
de conflicto jerárquico-generacional entre el tándem
doctor-enfermera, en el doble rol sanitario-paternal, y los
adolescentes en su también doble rol paciente-filial. Historia a la
que, aun con esas, no le falta interés tanto por la intriga de saber
qué es lo que les pasó a chicos para acabar allí, algo que se va
desgranando en cada sesión de hipnosis y en sus desasosegantes
sueños de manera bastante efectiva, como por el punto fuerte del
metraje: la segunda y misteriosa fase del método Uriós, relacionada
con el “padre científico” y gurú espiritual de Uriós, el
doctor Moniz, el del cuadro, precursor de la psicocirugía y el gusto
de su seguidor más fiel, Walter Freeman, por hacer perforaciones con
un picahielos en el cerebro de la gente a través de la órbita de
uno de sus ojos.
El cuartucho que sirve de sórdido
quirófano, el ambiente tétrico-nocturno en el que es descubierta
por los chicos la primera paciente, su casi milagrosa recuperación
que anima incluso a Lucía, la hermana de Marcos –bien interpretado
por el prometedor Javier Butler, único intérprete protagonista del
que teníamos noticia– a someterse ella también a la segunda fase,
el desarrollo del personaje de Marcos, incluso las primeras dudas
sobre el resultado real del tratamiento sobre Sandra, aunque sea en
detrimento del personaje cada vez más desdibujado de Ainhoa, parece
funcionar.
Sin embargo, es aquí, donde la
historia tendría que desatar toda la tensión malsana acumulada,
cuando la cinta flojea. Sandra empieza a mostrar síntomas de que la
cosa no funciona, sin que quede demasiado claro qué es lo que no ha
funcionado, y seguidamente se suicida, sin que sepamos si se debe a
que los recuerdos traumáticos han vuelto, a que se ve gobernada por
una ira incontrolable cuando se bloquea, algo así como una secuela
de la intervención, a las dos cosas o a que toma consciencia de que
le han jodido la vida y no quiere poner en riesgo ni a sus compañeros
ni a nadie.
A partir de ahí, la historia es un
entrar en barrena constante, con psiquiatra psicótico al uso pero
poco convincente, accidente irreparable de Lucía sobre la camilla,
muerte de la enfermera-amante del psiquiatra –que se nos revela
como único éxito real del tratamiento– y cierre en falso con
secuencia final, ésta sí bastante bien resuelta, en la que los
chicos supervivientes se cruzan en una estación y no se recuerdan
dejando así un final abierto a interpretaciones que no logra
resarcirnos ni es aprovechado por los guionistas para angustiarnos
con una eventual vuelta a las andadas de un doctor que desaparece a
pesar de que, en el fondo, se nos sugiera que su método es capaz de
lograr sus objetivos.
Concluyendo, cinta interesante, con un
potente argumento de partida, una historia bastante bien llevada pero
tan mal resuelta que es capaz de echar por tierra sus puntos fuertes.
Hay buen hacer en la dirección y la producción de Pau Martínez,
que no se puede decir que sea nuevo en esto, hay potencial en el
guión de Óscar Bernàcer y Joana Martínez, algo más inexpertos en
cuestión de largos de ficción, pero Reset dista mucho de ser una
obra redonda o, al menos, tan redonda como pudo llegar a ser con los
mimbres que tenía, quizá el salto al thriller les ha venido grande
o en un momento inadecuado, aunque no sea del todo un mal intento.
Angel Chatarra.
1 comentario:
Una pena porque me pareció interesante. Parece que las películas de aquí suelen perder fuelle en su segunda mitad como ocurría en "Los últimos días".
Saludos!
Borgo.
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