sábado, 24 de octubre de 2015

RESET (2014)



Con un reparto poco menos que novel y mayoritariamente cuasi adolescente, –excepción hecha del casi imperceptible Pau Durà como rostro más reconocible– y un atractivo punto de partida, Reset arranca en mitad de un bosque, en una masía apartada donde el Dr. Uriós se esconde, más que ejerce, desarrollando una técnica psiquiátrica milagrosa, mezcla de hipnosis y lobotomía transorbital –craso error de los responsables de la cinta el avanzárnoslo en la entradilla documental, como el que no quiere la cosa, por muy conocido que les sea ese terreno a su director y sus guionistas y por muy lograda les quedase la misma–, que parece asegurar la eliminación total y absoluta de recuerdos traumáticos.

El entorno natural, la exclusividad de la clínica, recalcada por el padre de Ainhoa a la llegada de ésta, y la similitud en la edad de los otros tres únicos pacientes con la de Ainhoa, huérfanos todos y dos de ellos además hermanos entre sí, nos prepara para ver una historia ya contada en numerosas ocasiones de conflicto jerárquico-generacional entre el tándem doctor-enfermera, en el doble rol sanitario-paternal, y los adolescentes en su también doble rol paciente-filial. Historia a la que, aun con esas, no le falta interés tanto por la intriga de saber qué es lo que les pasó a chicos para acabar allí, algo que se va desgranando en cada sesión de hipnosis y en sus desasosegantes sueños de manera bastante efectiva, como por el punto fuerte del metraje: la segunda y misteriosa fase del método Uriós, relacionada con el “padre científico” y gurú espiritual de Uriós, el doctor Moniz, el del cuadro, precursor de la psicocirugía y el gusto de su seguidor más fiel, Walter Freeman, por hacer perforaciones con un picahielos en el cerebro de la gente a través de la órbita de uno de sus ojos.

Y el caso es que la película, bien localizada, creíble hasta entonces, pulcramente ejecutada tanto técnica como fotográficamente hablando, va resultando interesante y logra mantener el suspense y la sensación de irrealidad entre los sueños de los chicos, las sesiones de hipnosis y la excesiva cordialidad y cercanía de los responsables de la clínica. Es más, incluso cuando la pizpireta Sandra se somete a la segunda fase del tratamiento, la cinta mantiene el pulso aunque se vaya notando cada vez más débil y el ritmo, no precisamente ágil en ningún momento, parezca entrar en un badén del que no se vaya a recuperar. 
El cuartucho que sirve de sórdido quirófano, el ambiente tétrico-nocturno en el que es descubierta por los chicos la primera paciente, su casi milagrosa recuperación que anima incluso a Lucía, la hermana de Marcos –bien interpretado por el prometedor Javier Butler, único intérprete protagonista del que teníamos noticia– a someterse ella también a la segunda fase, el desarrollo del personaje de Marcos, incluso las primeras dudas sobre el resultado real del tratamiento sobre Sandra, aunque sea en detrimento del personaje cada vez más desdibujado de Ainhoa, parece funcionar.

Sin embargo, es aquí, donde la historia tendría que desatar toda la tensión malsana acumulada, cuando la cinta flojea. Sandra empieza a mostrar síntomas de que la cosa no funciona, sin que quede demasiado claro qué es lo que no ha funcionado, y seguidamente se suicida, sin que sepamos si se debe a que los recuerdos traumáticos han vuelto, a que se ve gobernada por una ira incontrolable cuando se bloquea, algo así como una secuela de la intervención, a las dos cosas o a que toma consciencia de que le han jodido la vida y no quiere poner en riesgo ni a sus compañeros ni a nadie.

A partir de ahí, la historia es un entrar en barrena constante, con psiquiatra psicótico al uso pero poco convincente, accidente irreparable de Lucía sobre la camilla, muerte de la enfermera-amante del psiquiatra –que se nos revela como único éxito real del tratamiento– y cierre en falso con secuencia final, ésta sí bastante bien resuelta, en la que los chicos supervivientes se cruzan en una estación y no se recuerdan dejando así un final abierto a interpretaciones que no logra resarcirnos ni es aprovechado por los guionistas para angustiarnos con una eventual vuelta a las andadas de un doctor que desaparece a pesar de que, en el fondo, se nos sugiera que su método es capaz de lograr sus objetivos.

Concluyendo, cinta interesante, con un potente argumento de partida, una historia bastante bien llevada pero tan mal resuelta que es capaz de echar por tierra sus puntos fuertes. Hay buen hacer en la dirección y la producción de Pau Martínez, que no se puede decir que sea nuevo en esto, hay potencial en el guión de Óscar Bernàcer y Joana Martínez, algo más inexpertos en cuestión de largos de ficción, pero Reset dista mucho de ser una obra redonda o, al menos, tan redonda como pudo llegar a ser con los mimbres que tenía, quizá el salto al thriller les ha venido grande o en un momento inadecuado, aunque no sea del todo un mal intento.

Angel Chatarra.

1 comentario:

miquel zueras dijo...

Una pena porque me pareció interesante. Parece que las películas de aquí suelen perder fuelle en su segunda mitad como ocurría en "Los últimos días".
Saludos!
Borgo.