sábado, 24 de enero de 2015

Empusa: Desmontando a Naschy (y el fantaterror clásico)

Por Ángel Chatarra

Cualquiera que sepa algo de cómo se fueron sucediendo, uno tras otro, los infortunios en el rodaje de la que resultó ser a la postre la última película del gran Naschy no dudará que la propia empusa, ese ser mitológico precursor mediterráneo del intemporal vampiro, cargó la mano haciendo maldades entre bambalinas.
Y es que primero se llevó a Carlos Aured, mítico director –barra– guionista del cine S y de terror españoles, responsable de títulos que aun sin haberse visto están en la memoria colectiva de todos los que alguna vez pisamos un videoclub real –no esas mariconadas virtuales que hay ahora, jovenzuelos, no sabéis lo que os perdisteis–. A saber, por un lado, “ El fontanero, su mujer y otras cosas de meter”, “La frígida y la viciosa”, “Apocalipsis sexual” –que estaban siempre en la estantería previa a la que se ocultaba tras la cortinilla de cuentas y que los pequeños teníamos prohibido descorrer–, y por otro, –en la estantería paralela a la anterior e igualmente apartada del alcance de ojos púberes– “El retorno de Walpurgis”, “El espanto surge de la tumba” o “Los ojos azules de la muñeca rota”.

 
Después se empeñó en quitarnos a nuestro querido Jacinto Molina Álvarez, nuestro Lon Chaney particular y fiel amigo del anterior, del que recogió el testigo para acabar con el rodaje de esta accidentada película y con el que compartió media docena de sus más afamadas y notables películas. Conocido por todos como Paul Naschy, Jacinto Molina es sin duda la cara más reconocible de nuestro cine fantástico y de terror por más que su pasión por encarnar hombres lobos y demás criaturas del averno se la ocultara tantas veces tras los pelos, los postizos y el maquillaje.
No contenta con todo ello, la pérfida empusa siguió con sus iniquidades haciendo que Mayans fuera operado de urgencia, que el director de fotografía, Luis Colombo, sufriera un grave accidente de tráfico, que uno de los productores tuviera otro accidente, prótesis de cadera incluida… y, finalmente, como si del remate de una broma macabra se tratase, decidió dejar en las manazas del siempre bien intencionado pero poco dotado para la causa Antonio Mayans el montaje final de la cinta. Sí, de acuerdo, alguien más habría por allí que le echase una mano pero es curioso como Mr. Al Pereira, legendario actor tan aseado como prolijo en títulos, cuenta con el dudoso honor de haber manoseado y desvirtuado las obras póstumas de dos de los mitos más grandes del cine español, la del tito Jess y la que hoy nos ocupa, la de nuestro licántropo preferido. Bueno, tampoco quiero poner toda la carga de la culpa en Mayans pero que estuvo presente en los dos casos y que el que más sabía de qué iba la copla en esas dos salas de montaje tenía que haber sido él es un hecho, a eso se le llama estar en el lugar adecuado en el momento adecuado. O no.


Estos hechos tan luctuosos y desafortunados, le dotan de cierto bouqué paranormal y de película maldita que le viene bien y dignifica, más que el inconexo y por momentos desconcertante resultado final, a la propia cinta que pasa por ser, en mi opinión, el final definitivo de lo que todos conocimos como fanterror patrio.
Digámoslo, “Empusa” no debió ser el broche final de esa hermosa época del cine español que tanto nos hizo soñar a muchos pero no porque no sea un producto digno de ésta, a eso iremos luego, sino porque no tenía que serlo, no era esa la intención de Paul Naschy, no era esa la intención de Carlos Aured, no era esa la intención de Antonio Mayans –al que podemos negarle el pan y la sal por meterse donde no debiera pero no una incombustible pasión por mantener vivo ese doble legado del que siempre formó parte, el universo Jess y el universo Naschy – ni la de los ilusionados jovencitos admiradores de los mitos vivientes que tenían ante sí y que se embarcaron sin reservas en el rodaje de esta película que sólo tenía que ser la primera de muchas. Bueno, quizá sólo de unas pocas más de las que tenían en mente estos tres monstruos del cine que para tal fin se juntaron sumando al grupo a Luis Colombo y a Ángel Mora. Seguro que la intención de estos veteranísimos y adorables vejestorios era morir con las botas puestas, no sin antes pasar la antorcha a una nueva generación de nietos, más que hijos, a los que con su desaparición prematura para este fin dejaron huérfanos y, mucho me temo, que desnortados. Tendrán futuro en la profesión, qué duda cabe, les abalará esta línea de su currículum pero no podrán mantener con vida el fanterror que se nos murió con Naschy y Aured, y al que Mayans pertenece pero sólo en parte. Quizá lo resuciten, quizá lo reinventen, quizá lo eleven a cotas nunca antes alcanzadas pero ya nunca será lo mismo, eso seguro. Buena suerte, por supuesto, os estamos esperando con los brazos abiertos.


Pero volvamos a “Empusa”, cinta como os decía que para mí marca el final de una época, la que sin duda es un producto inacabado, defectuoso y por momentos abracadabrante pero, os digo una cosa, ¿y qué más da que así sea? Es un final, ¿por qué debería ser perfecto? Las de fanterror jamás lo fueron.
Nunca sabremos cuál era la primera intención de Carlos Aured cuando el proyecto aún se llamaba ”La gaviota”, antes de tenérselas tiesas con el bueno de Paul, tampoco sabremos qué demonios habría salido finalmente en la pantalla si el cáncer de Naschy y alguna que otra caída molesta y dolorosa no hubieran mermado sus facultades y hubiera podido terminarla tal y como la tenía pensada. Pero para mí es indudable que la cinta, tal y como finalmente la conocemos, es un broche digno y honesto para el fanterror patrio no sólo por sus dislates, con los que ya contábamos a priori porque, en mayor o menor medida, siempre formaron parte del género, sino por su propia voluntad de ser la antipelícula de fanterror clásico

 
Puede que muchos la veáis, a lo cual os invito encarecidamente, y penséis que no es buscado, que no pretende ser lo que yo os sugiero que pretende ser, que todo es producto de un cúmulo de chapuzas que se empeñaron en sacar adelante unos por la memoria de los caídos, otros por verse en los créditos junto a Naschy y otros por el infierno que les supuso a los supervivientes acabarla, que todo iba bien hasta que empezaron a estropearse las cosas. Pero reflexionemos un segundo, hagamos una lista a lo Wes Craven en “Scream” sobre las características que una buena película de fanterror debe tener: 

 
Las localizaciones benidormnianas parecen las equivocadas, su fotografía tan llena de sol, tan clara, tan poco gótica que sería más propia del renacimiento –válgame el símil histórico-artístico ad hoc– tan nítida, sin un solo filtro tan propios del género, parece la equivocada, la interpretación de Mayans y del propio Naschy parecen las equivocadas, los diálogos, su propia construcción costumbrista por momentos impostadamente barriobajera parecen los equivocados para nuestro Paul Naschy, siempre tan proclive a la declamación y al teatro clásico, la propia pareja de personajes protagonista, tan ajados, tan crepusculares, tan gastados, tan acabados, tan fuera de lugar pretendiéndose hilarantemente modernos e hiperactivos a pesar de sus achaques –¡si nuestro pecho lobo más carismático llega a reconocerle a su partenaire un gatillazo con una de sus también poco creíbles amantes!–, tan lejanos del héroe redentor y hasta del villano varonil, noble y atormentado, parecen ser los equivocados para una película de fanterror. Ni siquiera la música firmada por el metalero Enrik García parece la adecuada, sólo la sensualidad de las féminas participantes y la naturalidad de sus hermosos cuerpos –ni un gramo de silicona o colágeno–, la temática, el artesanal maquillaje y el trabajo de caracterización cumplen con los cánones. ¿Todo esto puede ser producto de los avatares de la producción?, es posible que muchas de las decisiones se tomaran en un principio con otra intención o por alguien que no sabía muy bien lo que se hacía después pero, ¿no puede ser que un anciano y ya bastante enfermo Paul Naschy viera finalmente la luz, tuviera un momento de lucidez definitiva y aprovechara sus recursos para hacer una alegoría de un cine y de un tiempo que se estaba muriendo con él? Por eso os insisto en el ‘parecen’ porque casi nada de esto puede achacarse sólo a un mal montaje, a una mala planificación, a los bandazos de guión y dirección, a los parones forzosos o a las penurias sufridas durante el rodaje. No, tiene que ser deliberado, intencionado. Y si lo es, y yo me apuesto una mano y no la pierdo a que así es, sólo se explica si la intención última de la cinta es desmontar el fanterror clásico, es acabar con él, aniquilarlo. Rebelarse contra la muerte propia y la del género tal y como él lo conocía, riéndose de sí mismo y de lo que fue su forma de vida. En definitiva, contar las mismas cosas de siempre, con los mismos elementos de siempre pero intencionadamente mal. Demoler el género desde dentro y decirle yo gano

 
Y es que habría toda una colección de secuencias carne de un capítulo de “la risa involuntaria” XXL de mi gran amigo Juan P. Rodríguez Lazo si no estuviera convencido de que esa risa es buscada. ¿Alguien puede negar que esa es la intención cuando convierte en vampiros (de segunda, por si fuera poco) al policía, al forense y al cura del pueblo? ¿O ese guiño a Lugosi de un Saturnino García más luiscigesiano que nunca, la escena de la muerte de vodevil del barón Racionero o el gag de la ballesta comprada por internet? Es imposible que Paul Naschy fuera ajeno al hecho de que “Empusa” muta por momentos en “Las aventuras y desventuras del viejo verde nieto follador de Van Helsing en Benidorm”. Y ¿qué queréis que os diga?, a mí que me va la juerga más que a un niño un caramelo, me parece fantástico que el fanterror clásico, tan onírico, tan místico, tan metafísico por momentos, ten elevado, tan dado a abusar de referencias eruditas como lo son las propias empusas, tantas veces forzado al análisis profundo por parte de aquellos culturetas obligados a justificarse con sesudos y grandilocuentes textos por su consumo, como si de un Ferrán Adriá pillado in fraganti comiéndose un Big Mac cualquiera se tratasen, tenga como epílogo esta contrapelícula de terror español. 

 
Nos quedamos con las ganas de saber qué venía después, nos quedamos con las ganas de ver a Christopher Lee compartiendo plano con Paul Naschy como nos prometió un día, y nos quedamos con las ganas de tener lobatos amamantados por Naschy haciendo cine, porque todo lo que se rebusque en los cajones ahora, se complete, se reestructure o se recupere, ya no será fanterror de Paul Naschy como no es cine de Jess Franco lo que ha visto la luz después de su muerte (me refiero a…). Puede oler a ellos, saber a ellos, pero ya no son ellos. A diferencia de Jess Franco, que al menos completó el camino sobradamente a pesar de morirse vivo, muy vivo (pues nunca dejó de dirigir películas), a Paul le quedaban un par de recodos para irse con una edad suficiente. Una lástima pero estoy seguro de que, desde donde sea que nos esté viendo, nos mira con una sonrisa cómplice y satisfecha. “El fanterror era yo –estará diciendo–. Aquí os dejo esto, que os aproveche”.


LA EDICIÓN:
 
La edición en DVD del presente film que ha sacado al mercado TEMA Distribuciones y Cameo se ofrece con imagen en formato panorámico anamórfica y una pista de sonido stéreo en la que se encuentra su versión original en castellano y va acompañada de subtítulos removibles en inglés. En el apartado de extras encontramos un tráiler y un making off, que consiste en una interesante entrevista a Antonio Mayans y momentos del rodaje donde puede verse a Naschy dando instrucciones a los actores (¡qué interesante hubiera sido si además saliese Aured!) y donde podemos ver un trailer de El gran crotón (Luis Colombo, 2011), película que cuenta con un guión de Jacinto Molina. Por último los extras se completan con el cortometraje Los árboles (Joan Vall, 2009), protagonizado por Naschy.

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