Por Ángel Chatarra
Cualquiera
que sepa algo de cómo se fueron sucediendo, uno tras otro, los
infortunios en el rodaje de la que resultó ser a la postre la última
película del gran Naschy no dudará que la propia empusa, ese
ser mitológico precursor mediterráneo del intemporal vampiro, cargó
la mano haciendo maldades entre bambalinas.
Y
es que primero se llevó a Carlos Aured, mítico director –barra–
guionista del cine S y de terror españoles, responsable de títulos
que aun sin haberse visto están en la memoria colectiva de todos los
que alguna vez pisamos un videoclub real –no esas mariconadas
virtuales que hay ahora, jovenzuelos, no sabéis lo que os
perdisteis–. A saber, por un lado, “ El fontanero, su mujer y
otras cosas de meter”, “La frígida y la viciosa”, “Apocalipsis
sexual” –que estaban siempre en la estantería previa a la que se
ocultaba tras la cortinilla de cuentas y que los pequeños teníamos
prohibido descorrer–, y por otro, –en la estantería paralela a
la anterior e igualmente apartada del alcance de ojos púberes– “El
retorno de Walpurgis”, “El espanto surge de la tumba” o “Los
ojos azules de la muñeca rota”.
Después
se empeñó en quitarnos a nuestro querido Jacinto Molina Álvarez,
nuestro Lon Chaney particular y fiel amigo del
anterior, del que recogió el testigo para acabar con el rodaje de
esta accidentada película y con el que compartió media docena de
sus más afamadas y notables películas. Conocido por todos como Paul
Naschy, Jacinto Molina es sin duda la cara más reconocible de
nuestro cine fantástico y de terror por más que su pasión por
encarnar hombres lobos y demás criaturas del averno se la ocultara
tantas veces tras los pelos, los postizos y el maquillaje.
No
contenta con todo ello, la pérfida empusa siguió con sus
iniquidades haciendo que Mayans fuera operado de urgencia, que el
director de fotografía, Luis Colombo, sufriera un grave accidente de
tráfico, que uno de los productores tuviera otro accidente, prótesis
de cadera incluida… y, finalmente, como si del remate de una broma
macabra se tratase, decidió dejar en las manazas del siempre bien
intencionado pero poco dotado para la causa Antonio Mayans el montaje
final de la cinta. Sí, de acuerdo, alguien más habría por allí
que le echase una mano pero es curioso como Mr. Al Pereira,
legendario actor tan aseado como prolijo en títulos, cuenta con el
dudoso honor de haber manoseado y desvirtuado las obras póstumas de
dos de los mitos más grandes del cine español, la del tito Jess
y la que hoy nos ocupa, la de nuestro licántropo preferido. Bueno,
tampoco quiero poner toda la carga de la culpa en Mayans pero que
estuvo presente en los dos casos y que el que más sabía de qué iba
la copla en esas dos salas de montaje tenía que haber sido él es un
hecho, a eso se le llama estar en el lugar adecuado en el momento
adecuado. O no.
Estos
hechos tan luctuosos y desafortunados, le dotan de cierto bouqué
paranormal y de película maldita que le viene bien y dignifica, más
que el inconexo y por momentos desconcertante resultado final, a la
propia cinta que pasa por ser, en mi opinión, el final definitivo de
lo que todos conocimos como fanterror patrio.
Digámoslo,
“Empusa” no debió ser el broche final de esa hermosa época del
cine español que tanto nos hizo soñar a muchos pero no porque no
sea un producto digno de ésta, a eso iremos luego, sino porque no
tenía que serlo, no era esa la intención de Paul Naschy, no era esa
la intención de Carlos Aured, no era esa la intención de Antonio
Mayans –al que podemos negarle el pan y la sal por meterse donde no
debiera pero no una incombustible pasión por mantener vivo ese doble
legado del que siempre formó parte, el universo Jess y el
universo Naschy – ni la de los ilusionados jovencitos
admiradores de los mitos vivientes que tenían ante sí y que se
embarcaron sin reservas en el rodaje de esta película que sólo
tenía que ser la primera de muchas. Bueno, quizá sólo de unas
pocas más de las que tenían en mente estos tres monstruos del cine
que para tal fin se juntaron sumando al grupo a Luis Colombo y a
Ángel Mora. Seguro que la intención de estos veteranísimos y
adorables vejestorios era morir con las botas puestas, no sin antes
pasar la antorcha a una nueva generación de nietos, más que hijos,
a los que con su desaparición prematura para este fin dejaron
huérfanos y, mucho me temo, que desnortados. Tendrán futuro en la
profesión, qué duda cabe, les abalará esta línea de su currículum
pero no podrán mantener con vida el fanterror que se nos
murió con Naschy y Aured, y al que Mayans pertenece pero sólo en
parte. Quizá lo resuciten, quizá lo reinventen, quizá lo eleven a
cotas nunca antes alcanzadas pero ya nunca será lo mismo, eso
seguro. Buena suerte, por supuesto, os estamos esperando con los
brazos abiertos.
Pero
volvamos a “Empusa”, cinta como os decía que para mí marca el
final de una época, la que sin duda es un producto inacabado,
defectuoso y por momentos abracadabrante pero, os digo una cosa, ¿y
qué más da que así sea? Es un final, ¿por qué debería ser
perfecto? Las de fanterror jamás lo fueron.
Nunca
sabremos cuál era la primera intención de Carlos Aured cuando el
proyecto aún se llamaba ”La gaviota”, antes de tenérselas
tiesas con el bueno de Paul, tampoco sabremos qué demonios habría
salido finalmente en la pantalla si el cáncer de Naschy y alguna que
otra caída molesta y dolorosa no hubieran mermado sus facultades y
hubiera podido terminarla tal y como la tenía pensada. Pero para mí
es indudable que la cinta, tal y como finalmente la conocemos, es un
broche digno y honesto para el fanterror patrio no sólo por
sus dislates, con los que ya contábamos a priori porque, en mayor o
menor medida, siempre formaron parte del género, sino por su propia
voluntad de ser la antipelícula de fanterror clásico.
Puede
que muchos la veáis, a lo cual os invito encarecidamente, y penséis
que no es buscado, que no pretende ser lo que yo os sugiero que
pretende ser, que todo es producto de un cúmulo de chapuzas
que se empeñaron en sacar adelante unos por la memoria de los
caídos, otros por verse en los créditos junto a Naschy y otros por
el infierno que les supuso a los supervivientes acabarla, que todo
iba bien hasta que empezaron a estropearse las cosas. Pero
reflexionemos un segundo, hagamos una lista a lo Wes Craven en
“Scream” sobre las características que una buena película de
fanterror debe tener:
Las
localizaciones benidormnianas parecen las equivocadas, su
fotografía tan llena de sol, tan clara, tan poco gótica que sería
más propia del renacimiento –válgame el símil
histórico-artístico ad hoc– tan nítida, sin un solo
filtro tan propios del género, parece la equivocada, la
interpretación de Mayans y del propio Naschy parecen las
equivocadas, los diálogos, su propia construcción costumbrista por
momentos impostadamente barriobajera parecen los equivocados para
nuestro Paul Naschy, siempre tan proclive a la declamación y al
teatro clásico, la propia pareja de personajes protagonista, tan
ajados, tan crepusculares, tan gastados, tan acabados, tan fuera de
lugar pretendiéndose hilarantemente modernos e hiperactivos a pesar
de sus achaques –¡si nuestro pecho lobo más carismático llega a
reconocerle a su partenaire un gatillazo con una de sus
también poco creíbles amantes!–, tan lejanos del héroe redentor
y hasta del villano varonil, noble y atormentado, parecen ser los
equivocados para una película de fanterror. Ni siquiera la
música firmada por el metalero Enrik García parece la
adecuada, sólo la sensualidad de las féminas participantes y la
naturalidad de sus hermosos cuerpos –ni un gramo de silicona o
colágeno–, la temática, el artesanal maquillaje y el trabajo de
caracterización cumplen con los cánones. ¿Todo esto puede ser
producto de los avatares de la producción?, es posible que muchas de
las decisiones se tomaran en un principio con otra intención o por
alguien que no sabía muy bien lo que se hacía después pero, ¿no
puede ser que un anciano y ya bastante enfermo Paul Naschy viera
finalmente la luz, tuviera un momento de lucidez definitiva y
aprovechara sus recursos para hacer una alegoría de un cine y de un
tiempo que se estaba muriendo con él? Por eso os insisto en el
‘parecen’ porque casi nada de esto puede achacarse sólo a
un mal montaje, a una mala planificación, a los bandazos de guión y
dirección, a los parones forzosos o a las penurias sufridas durante
el rodaje. No, tiene que ser deliberado, intencionado. Y si lo es, y
yo me apuesto una mano y no la pierdo a que así es, sólo se explica
si la intención última de la cinta es desmontar el fanterror
clásico, es acabar con él, aniquilarlo. Rebelarse contra la
muerte propia y la del género tal y como él lo conocía, riéndose
de sí mismo y de lo que fue su forma de vida. En definitiva, contar
las mismas cosas de siempre, con los mismos elementos de siempre pero
intencionadamente mal. Demoler el género desde dentro y
decirle yo gano.
Y
es que habría toda una colección de secuencias carne de un capítulo
de “la risa involuntaria” XXL de mi gran amigo Juan P. Rodríguez
Lazo si no estuviera convencido de que esa risa es buscada. ¿Alguien
puede negar que esa es la intención cuando convierte en vampiros (de
segunda, por si fuera poco) al policía, al forense y al cura del
pueblo? ¿O ese guiño a Lugosi de un Saturnino García más
luiscigesiano que nunca, la escena de la muerte de vodevil del
barón Racionero o el gag de la ballesta comprada por
internet? Es imposible que Paul Naschy fuera ajeno al hecho de que
“Empusa” muta por momentos en “Las aventuras y desventuras del
viejo verde nieto follador de Van Helsing en Benidorm”. Y ¿qué
queréis que os diga?, a mí que me va la juerga más que a un niño
un caramelo, me parece fantástico que el fanterror clásico,
tan onírico, tan místico, tan metafísico por momentos, ten
elevado, tan dado a abusar de referencias eruditas como lo son las
propias empusas, tantas veces forzado al análisis profundo
por parte de aquellos culturetas obligados a justificarse con
sesudos y grandilocuentes textos por su consumo, como si de un Ferrán
Adriá pillado in fraganti comiéndose un Big Mac cualquiera
se tratasen, tenga como epílogo esta contrapelícula de
terror español.
Nos
quedamos con las ganas de saber qué venía después, nos quedamos
con las ganas de ver a Christopher Lee compartiendo plano con Paul
Naschy como nos prometió un día, y nos quedamos con las ganas de
tener lobatos amamantados por Naschy haciendo cine, porque todo lo
que se rebusque en los cajones ahora, se complete, se reestructure o
se recupere, ya no será fanterror de Paul Naschy como no es
cine de Jess Franco lo que ha visto la luz después de su muerte (me
refiero a…). Puede oler a ellos, saber a ellos, pero ya no son
ellos. A diferencia de Jess Franco, que al menos completó el camino
sobradamente a pesar de morirse vivo, muy vivo (pues nunca dejó de
dirigir películas), a Paul le quedaban un par de recodos para irse
con una edad suficiente. Una lástima pero estoy seguro de que, desde
donde sea que nos esté viendo, nos mira con una sonrisa cómplice y
satisfecha. “El fanterror era yo –estará diciendo–.
Aquí os dejo esto, que os aproveche”.
LA EDICIÓN:
La
edición en DVD del presente film que ha sacado al mercado TEMA Distribuciones y Cameo se ofrece con imagen en formato panorámico
anamórfica y una pista de sonido stéreo en la que se encuentra su
versión original en castellano y va acompañada de subtítulos
removibles en inglés. En el apartado de extras encontramos un tráiler y un
making
off,
que consiste en una interesante entrevista a Antonio
Mayans y momentos del rodaje donde puede
verse a Naschy dando instrucciones a los actores (¡qué interesante hubiera sido si además saliese Aured!) y donde podemos ver un trailer de El
gran crotón
(Luis Colombo, 2011), película que cuenta con un guión de Jacinto Molina. Por último los
extras se completan con el cortometraje Los
árboles
(Joan Vall, 2009), protagonizado por Naschy.
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