La Cinta Blanca arranca con una travesura. Una travesura que pronto se nos antojará de lo más oscura y siniestra, y que ha sido llevada a cabo por los hijos de una autoritaria y religiosa familia. Michael Haneke vuelve a las andadas con esta historia de empaque clásico (una excelente fotografía en blanco y negro, la utilización de un narrador que nos relata la historia...), para adentrarnos en una turbadora historia que se desarrolla en la Alemania de antes de la Primera Guerra Mundial.
Haneke habrá sido capaz de colársela a la Hollywood y contar como clara favorita para el Oscar a la mejor película extranjera de este año. Pero ésta, su última película, aún estando rodada de un modo exquisito y con aires clásicos, no está exenta de la violencia gratuita y escabrosa que había hecho gala en sus anteriores films.
Esa familia con ese padre ultra-religioso (Burghart Klaußner) y esos niños con ecos a El Pueblo de los Malditos, son la base para adentrarnos nuevamente en el escalofriante mundo del realizador de Funny Games. Un mundo en el que los niños son atados a la cama para que no se masturben, o son azotados si incumplen algunas de la reglas establecidas en la casa. El personaje interpretado por Burghart, incluso les colocará a sus hijos una cinta blanca en el brazo como símbolo de la inocencia que todo niño debe tener, para después comprobar cual es la verdadera visión del bien y el mal de sus retoños.
La Cinta Blanca es un terrorífico relato sobre la falsa moralidad y la opresión religiosa, pero lejos de quedarse ahí, la película no escatima en ahondar en el lado oscuro del ser humano y comprobaremos como todos nuestros protagonistas tienen rendijas en sus vidas y en todas ellas encontramos víctimas y verdugos (salvo por ese profesor de escuela, Christian Friedel, que al final intenta hacer frente inútilmente a la “verdad”). Puede que sea por eso por el que esta Cinta Blanca parezca forzada en algunos apartados y que en algunos momentos parezca que Haneke intente remover al espectador de un modo gratuito, intuyéndose así el temor de no saber en que terreno quedarse: el cine de más clásico o el genuino made in Haneke. Y es que viendo la película uno tiene la impresión de que esta vez el toque Haneke ha sido buscado más que encontrado que otras veces, y eso duele.
Por lo tanto el director de la inmensa 71 Fragmentos de una cronología al azar (para mi su mejor película), no ha sabido encontrar del todo el tono adecuado para desenvolverse en el cine de autor, digamos, más clásico. Pero ahora me viene a la mente una pregunta... ¿realmente alguna vez quiso entrar en él?
3 comentarios:
Mira, ayer estaba pensando: joder, a ver si la pone ya. Bien, la crítica. Haneke... dejemos en que cuenta anécdotas. Lo mejor de este tío es que te lo cuenta como cuando pasa en la vida y una anecdota en la vida cotidiana es un universo.
Bueno, más vale tarde que nunca...
Referente a lo de las anecdotas, EFECTIVAMENTE. Puede que por eso me guste tanto la de "71 fragmentos...".
Pánico me da este hombre, si te soy sincero. No va mucho con mi ética XD
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