Título original: The Brain from Planet Arous
Año: 1957 (Estados Unidos)
Director: Nathan Juran
Productores: Jacques Marquette
Guionista: Ray Buffum
Fotografía: Dale Tate, Jacques Marquette
Música: Walter Greene
Intérpretes: John Agar (Dr. Steve March), Joyce
Meadows (Sally Fallon), Robert Fuller (Dan Murphy), Thomas B. Henry
(John Fallon), Ken Terrell (Coronel), Henry Travis (Coronel Frogley), E.
Leslie Thomas (General Brown), Tim Graham (Sheriff Wiley Pane), Dale
Tate (Prof. Dale Tate y las voces de Gor y Vol)…
Sinopsis: Gor, un supercerebro criminal proveniente
del planeta Arous, se apodera del cuerpo del científico Steve March para
conquistar el mundo. Mientras que por otro lado, Vol, otro cerebro
extraterrestre, ayuda a Sally, la prometida de Steve, a acabar con el
malvado Gor antes de que sea demasiado tarde…
Aunque a menudo sea denostado y no tomado demasiado en serio, el cine
de ciencia ficción que se elaboró durante la década de los años
cincuenta sigue despertando a día de hoy cierta fascinación y simpatía
por parte del público. Un amplio número de los títulos que se pergeñaron
entonces, con sus relatos de invasiones alienígenas y sus tramas y
criaturas del espacio imposibles, tenían como telón de fondo el clima
hostil y enrarecido de la guerra fría y el consecuente miedo a un ataque
nuclear por parte de los comunistas [tal es el caso de algunos ejemplos
más conocidos como
Ultimátum a la tierra (
The Day the Earth Stood Still, Robert Wise, 1951) o
La guerra de los mundos (
War of the Worlds,
Byron Haskin, 1953)], pero con más frecuencia de lo que pensamos, estas
cintas complementaban sus tramas con subtextos cargados de una
conservadora moralidad que en la actualidad pueden provocar la ira o las
carcajadas del respetable, como puede entreverse en
La tierra contra los platillos volantes (
Earth vs the Flying Saucers, Fred F. Sears, 1956) o, de manera más explícita, en la película que traemos a colación:
The Brain from Planet Arous (Nathan Juran, 1957).
The Brain from Planet Arous nos sitúa bajo la pista del Dr.
Steve March (John Agar) y su ayudante Dan (Robert Fuller), dos
científicos que un buen día descubren una fuente de radiación
proveniente del desierto. Concretamente de un recóndito lugar llamado el
monte Misterio. Sin más dilación ambos se ponen en marcha y en el
interior de una cueva descubren un gigantesco cerebro llamado Gor que
proviene del planeta Arous. Después de matar a Dan, Gor se apodera del
cuerpo de Steve -pues tiene acceso a las bases militares del país y a
las zonas en las que se efectúan pruebas nucleares-, para así cumplir
con su principal misión: conquistar el mundo. No obstante, en su camino
se interferirá Vol, su reverso bondadoso, y Sally (Joyce Meadows), la
bella y joven prometida del doctor, que despertará en el encéfalo
extraterrestre un irrefrenable deseo sexual.
Como pueden sospechar, el principal interés de este film radica más
en los encuentros del doctor con su temerosa novia, que en las ansias de
poder de Gor. De hecho, el nombre del planeta del cual proviene ya nos
da las suficientes pistas como para saber cuáles eran las intenciones de
sus artífices, ya que, por si alguien no se ha dado cuenta, Arous, el
planeta del cual proviene el invasor, se asemeja sin disimulo a la
palabra inglesa
arouse[1],
que significa excitar en castellano. Parte de la culpa la tiene Jaques
R. Marquette, director de fotografía y principal productor e ideólogo de
la cinta. Éste, dispuesto a ascender y dejar de ser operador de cámara,
función que desempeñaba hasta entonces, creó su propia productora (la
Marquette Productions Ltd.) para llevar a cabo varias películas de bajo presupuesto de las que se encargaría de la fotografía -sirva el caso de
Teenage Thunder (Paul Hemick, 1957)- o incluso de sentarse en la silla de director –
Teenage Monster (Jacques R. Marquette, 1958)-. Para
The Brain from Planet Arous,
Marquette se inspiró en las revistas de relatos de ciencia ficción de
la época y le pasó una idea a Ray Buffum para que diera forma a un guion
de lo más singular y alocado. El encargado de dirigirlo sería Nathan
Juran, otrora ganador de un Oscar por la dirección de arte de
¡Qué verde era mi valle! (
How Green Was My Valley, John Ford, 1941), pero quien no debió quedar muy satisfecho con el resultado, pues pidió salir acreditado como Nathan Hertz
[2].
Pese a que debido al exiguo presupuesto de esta producción suframos
algunas situaciones un tanto ridículas (y que vienen propiciadas
principalmente por los rudimentarios trucajes e imágenes sobre impuestas
de las que se encargó el propio Marquette para los efectos especiales),
lo cierto es que
The Brain from Planet Arous tiene varios
momentos antológicos. Sirva de ejemplo aquel en el que vemos el rostro
de Steve distorsionado a través unos expendedores de agua con las
pupilas totalmente dilatadas
[3]
y riendo como un histérico, o aquel otro en el que arrasa una zona de
pruebas militares (tirando de imágenes de archivos de explosiones
nucleares reales) ante la atónita mirada de los oficiales del ejército. Y
es, que además de la eficiente dirección de Juran (o quizás, más bien,
de la mano de Marquette en la sombra), habría que hacer especial
hincapié en el carisma y la veracidad con los que John Agar y Joyce
Meadows afrontaron sus respectivos roles. La fogosidad y la histeria un
tanto exagerada de Steve, son recibidas por Sally con cierta excitación
al principio para, poco a poco, ir convirtiéndose en el más auténtico
terror hacia su pareja.
Si la gran mayoría de títulos coetáneos apostaban por invasiones más
aparatosas o incluso épicas, el gran acierto que, bajo mi punto de
vista, tuvo Buffum y compañía, fue abordar la suya desde una óptica más
íntima. De ese modo otorgó al drama conyugal el verdadero interés de la
trama
[4]
y la adornó con la consabida moralina a la que habíamos hecho
referencia al inicio de este texto. Esta “invasión”, para entendernos,
no intenta otra cosa más que escenificar el temor femenino a la perdida
de la virginidad que suponía en aquella época la consumación del
matrimonio. Sally es la idílica y servicial ama de casa cuya única
preocupación es cuidar y alimentar a su
partenaire. No
obstante, cuando Steve se adentra en los calurosos parajes desérticos y
pierde a su colega Dan -un personaje más reposado y razonable que el de
Steve
[5]-,
quedará bajo el control de Gor. Esta situación provocará que,
aprovechando su nuevo cuerpo, Gor quiera darse un gusto y violar a su
pareja. O visto de otra manera, consumar su amor antes del matrimonio.
Sally, por su parte, ante el repentino cambio de actitud de su futuro
marido pedirá ayuda y consejo a su padre (Thomas B. Henry) y juntos se
dirigirán al punto en el que March había localizado la radiación para,
una vez allí, encontrarse con Vol, otro cerebro gigantesco con el que
preparan un plan para terminar con el enemigo.
Como toda película de ciencia ficción de los años cincuenta que se
precie, el malvado extraterrestre no logra su cometido y Steve consigue
acabar con él. Aunque en este caso lo hace gracias a la inteligencia de
Sally, que coloca una nota indicándole el punto débil del extraterrestre
[6],
de manera estratégica para que el doctor la lea cuando Gor se
materialice y salga de su cuerpo para respirar. Y es que aunque por ahí
pulule el bueno de Vol -que se oculta en el cuerpo del perro e informa a
Sally de la zona en la que se le tiene que atizar para acabar con él-,
quien finalmente se lleva los honores es la joven. Al menos a ojos de su
futuro marido, quien a pesar de haber matado con un hacha a un
alienígena y de que su novia le ha dicho que todo ha sido gracias a otro
cerebro escondido en el interior de George (el perro), Steve le dice
que son imaginaciones suyas (¡!) y la besa. Con la muerte del
extraterrestre el doctor parece volver al buen camino y Sally deja de
temer a su venidero esposo. Como mínimo hasta que ambos pasen por la
vicaría. A partir de ahí ya será otra historia… Posiblemente una de
terror.
[1]
Siguiendo en este terreno apostaría a que los nombres de los dos
cerebros alienígenas también tienen su origen en vocablos ingleses, y
que bien podría ser que Gor juegue con la palabra
rogue (canalla en castellano) y que Vol, el cerebro bueno, haga lo propio con
lover (amante).
[2]
Su nombre completo es Nathan Hertz Juran y a pesar de no estar muy
contento con la película volvió a colaborar con Marquette en la más
conocida
El ataque de la mujer de 50 pies (
The Attack of the 50 Foot Woman, Nathan Juran, 1958).
[3] Obra del legendario Jack P. Pierce.
[4]
Otra prueba que demuestra que la invasión podría haberse omitido sin
que por ello afectase a la historia, lo encontramos en el hecho de que
la cinta acaba justo cuando Sally y Steve matan a Gor y se dan un
apasionado beso, dejando en el aire todos los destrozos y muertes que el
doctor (controlado por el cerebro) había causado anteriormente. ¿Qué
ocurre con todo esto? ¿Irá el Dr. March a la cárcel o será ejecutado en
la silla eléctrica una vez termine de darle el beso a su prometida en el
happy end?
[5]
Antes de ir de excursión al desierto en busca de señales radioactivas,
Dan hace entrar en razón a su colega y le obliga a llenarse el buche
con la comida que había preparado Sally. En otro momento del film
incluso llega a decir que es el cerebro del doctor y, allá al final de
la cinta, sin que tampoco venga mucho a cuento, un oficial de policía
insinúa que Steve ha asesinado a Dan porque éste estaba enamorado de su
novia.
[6] En el film se dice que ese punto se encuentra en la cisura de Rolando.