domingo, 17 de abril de 2022

Bad Boys

De pequeño siempre quise ser policia. El cine y la televisión me obligaban a ver esa profesión como algo vibrante, con la que vivir cientos de aventuras. Con la que salvar a gente. 
Sin embargo cuando crecí, ni siquiera tuve huevos a ir al servicio militar. ¿La razón? ¿El verdadero motivo por el que me negué? Tenía miedo a que me hicieran novatadas. Durante años escuché infinitas anécdotas sobre novatos que se veían sometidos a crueles bromas. Algunos de ellos, según me contaban, se habían quedado tocados de la cabeza. 
Pero eso no podía estar ocurriendo casi a principios del siglo XXI... No podían pasar las mismas barbaridades de antaño. Pero ante la incógnita, ¿qué debía hacer? 
Exacto. Hacer cuánto pudiese para escapar de algo que en realidad no me gustaba. 
No me gustan los disparos, ni enfrentarme al peligro. ¿A quien quería engañar?
Basta de fantasías, me decía. Nunca sería un valeroso soldado y mucho menos un policía de verdad. Ver un arma de fuego o enfrentarme a la peor calaña de la ciudad me causaba pavor.
Era hora de ser realistas.
Me declaré objetor de conciencia y en vez de reconocer que era un miedica, preferí realizar una declaración oficial que ocultase los verdaderos motivos, y esa era que en aquellos instantes estaba trabajando en unas oficinas en Martorell.
Había conseguido el puesto gracias a mí tío, que era el contable de la empresa, y allí aprendí que tampoco me gustaba trabajar en unas oficinas y que había estudiado para administrativo por cobardía. (La declaración oficial era que me había metido a estudiar esto porque en F.P. Administrativo habían muchas chicas y se podía ligar con ellas. La realidad era que estudié esa mierda porque tenía que inscribirme en el mismo instituto que mis primos y algunos amigos que ya conocía. Ir a uno nuevo y conocer a gente nueva era demasiado para mí. Era un cobarde de mierda, ¿lo entendéis ahora?).
El miedo siempre me ha hecho retroceder y es mi peor enemigo. A veces hay que echarle huevos a las cosas y enfrentarse a ellas. No huir.
Pero lo fácil es meter la cabeza bajo tierra como las avestruces o huir tal y como hacía el Correcaminos de los dibujos (que, ¿también era una avestruz?).
Ahora sé que no estaba haciendo lo correcto y que, al menos alguna vez, debí enfrentarme a mis temores.
Quizás tampoco hubiese servido de mucho y seguiría siendo un pardillo y no un policía... pero al menos creo que me hubiese ido mejor en algunos aspectos.

1 comentario:

miquel zueras dijo...

Hola, Lazoworks. Tienes un blog muy interesante. Yo en la mili no sufrí novatadas y es que según dicen cuanto más pringao es tu destino menos novatadas -Regulares de Ceuta en mi caso- y lo de que los avestruces esconden la cabeza en el suelo en caso de peligro es una leyenda urbana. Lo sé porque soy ilustrador y me encargaron los dibujos de un libro sobre cocinar platos de avestruz. Por si quieres echar un vistazo a esta entrada:
http://miquel-zueras.blogspot.com/2013/01/de-avestruces-y-abducidos-con-receta.html
Me gustó tu entrada anterior sobre la grieta amenazadora.
Saludos!
Borgo.