miércoles, 10 de diciembre de 2014

LOVE CAMP: MUJERES EN EL CAMPO DE CONCENTRACIÓN DEL AMOR (1976)


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Dudo que a la hora de rodar 99 mujeres Jesús Franco fuera consciente de que acabaría creando un subgénero al que se apuntaron muchos otros realizadores todoterreno a lo largo de la década de los setenta (y principios de los ochenta) y al que él mismo volvería en no pocas ocasiones. Pero es un hecho que gracias al éxito cosechado por ésta, las wip (Women in prison), resultarían unas producciones que, pese a estar rodadas en países algo exóticos, eran rentables y aún más importante, rápidas de hacer. Sin embargo, conforme avanzaron los años los argumentos de estas wip (al menos en el caso de Franco) eran cada vez más escuetos, y algunos matices que pudiera tener en un principio (como podría ser esa crítica al autoritarismo que Carlos Aguilar tilda en su monográfico sobre Jesús Franco[2] de “postiza y que a nadie le importa”[3]) fueran cada vez más delgados o, simplemente, sirvieran de pretexto anecdótico a unas tramas en las que cada vez se daba mayor protagonismo a los desnudos femeninos para poder así satisfacer las exigencias del espectador de la época, varón por lo general, ávido de sexo.
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Otro de los elementos que parece desvanecerse con los años pero que al menos en los dos primeros wip realizados por Franco figuraba – es decir, 99 mujeres[4] y aún más si cabe en Los amantes de la isla del diablo[5] -, es el de un personaje que media entre los malvados opresores y las víctimas. En ambos casos dichos roles se presentan como los posibles salvadores y la única esperanza de que las víctimas/protagonistas acaben en libertad y se haga justicia de una vez por todas. Aunque no está de más apuntar que en el caso de 99 mujeres dicho personaje, interpretado por Maria Schell, resulta algo ambiguo y su cometido no estaba lo suficientemente implantado, pues al no encontrar suficientes pruebas para salvarla, decide dejar de ayudar a la presa a la que incorporaba Maria Röhm, provocando la huida de ésta junto a otras reclusas.
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¿Qué podemos esperar entonces de esta Love Camp, mujeres en el campo de concentración del amor? Lógicamente sexo y generosos desnudos… De hecho, aunque también hay algún desnudo masculino, todas y cada una de las féminas que aparecen durante el metraje (es decir, tanto militares como presas) lo hacen en pelota picada y como mucho se llegan a poner un salto de cama trasparente o unas botas y chaquetas militares lo suficientemente abiertas para que no tapen sus atributos… Y aunque esto, no nos engañemos, no hace daño a nadie, con toda seguridad puede sacar de quicio a los círculos más feministas.
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El argumento de Love Camp no puede ser más delirante: un grupo militar revolucionario de un exótico país aparentemente latinoamericano y liderado por algún régimen dictatorial, rapta a un puñado de hermosas damiselas a las que recluyen y convierten en prisioneras-putas con el fin de poder mitigar la sed de sexo de Da Guerra (Wal Davis), el líder del grupo, y el resto de sus hombres (y mujeres[6]). De ese modo llegamos a Angela Delame (Ada Tauler, pareja de Davis en la vida real), una joven recién casada que es secuestrada en el lecho matrimonial (justo cuando iba a consumar su unión, para más inri). La pobre Angela no tarda en ser el blanco de la fijación y el deseo de Da Guerra con el que nace una imposible historia de amor, engaños y celos…
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Estamos ante una wip en la que se rebaja el nivel de violencia (aquí mueren algunas reclusas, además de algún espía torpe infiltrado en el grupo que es pillado con las manos en la masa, pero Franco no se recrea en dichos pasajes sádicos) en pos de las abundantes escenas picantes con las que se rellena la cinta. Así pues, mediante polvos en una hamaca entre Da Guerra y Angela, o los intentos de Isla[7] (Nanda Van Bergen) por conquistar a ésta, va transcurriendo una trama de lo más endeble con algunos momentos verdaderamente ridículos. No sabemos cuáles eran las verdaderas intenciones de Franco a la hora de llevar a cabo tamaño delirio, pero viendo esta Love Camp podemos llegar a dos conclusiones: o bien el tío Jess rodó esta película sin importarle ni lo más mínimo lo que quería contar o, por el contrario, ideó una especie de parodia del subgénero que él mismo parió.
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A tesón de la cantidad de títulos que ha realizado, lo más normal es que pensemos en la primera opción; es decir, que un Jesús Franco desbordado e hiperactivo fue descuidando con los años muchos de los aspectos técnicos y argumentales de sus películas. Pero al menos en el caso de Love Camp nos topamos con una película mejor rodada de lo que a priori cabría sospechar[8], pudiendo especular, por otro lado, con la opción de que muchos de esos momentos ridículos a los que aludíamos antes sean más buscados que accidentales o meros síntomas de dejadez. Es decir, que el líder revolucionario – cuyo nombre, recordemos, es Da Guerra – esté interpretado por un actor de origen germánico, rubio y con los ojos azules parece una broma de Franco. De hecho, siguiendo en esta línea, no está de más anotar que en un momento del film, cuando se disponen a pasar lista citando a los distintos combatientes, hay uno al que llaman Felipe González, y cuyo nombre asimilamos como el secretario general del PSOE en aquella y posterior presidente del gobierno de España, como clara chanza que el director de Miss Muerte lanza hacia su país natal.
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Por este motivo, quizás no deberíamos tener demasiado en cuenta que Angela termine enamorándose de su captor o que, allá al final del metraje, se establezca entre ellos uno de los desenlaces más sonrojantes que este humilde plumilla ha podido ver a lo largo de su experiencia como cinéfago: en el último tramo, Angela logra escapar junto a su original marido, pero inexplicablemente cambia de opinión y, pese a todo lo vivido y haber sido una esclava sexual en el susodicho “campamento del amor”, decide volver con el comandante Da Guerra, no sin antes dejar el diálogo más bochornoso de toda la película (pero a la vez el más desternillante)[9]. Visto lo visto, solo quedan dos opciones: pasar un buen rato con un producto hecho con mucho morro y falto de pretensiones o rasgarse las vestiduras por una inofensiva película que no pretende llegar a tanto. Está claro, ¿no?

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[1] Mujeres en el campo de concentración del amor, al menos si tuvo distribución en salas españolas a finales de los setenta.
[2] “Jesús Franco” de Carlos Aguilar. Ediciones Catedra, 2011.
[3] Id. Nota 1. Pág. 141.
[4] Maria Schell encarnaba a una funcionara que acudía a la institución penitenciaria con el objetivo  de esclarecer supuestos maltratos y vejaciones a las reclusas, además de la muerte de alguna interna.
[5] El abogado interpretado por Dennis Price intentaba salvar a la pareja injustamente acusada – los amantes del título – interpretada por Geneviève Deloir y Andrés Resino.
[6] Curioso que esta tropa de revolucionarios que cuenta con mujeres entre sus filas rapte a otras para violarlas…
[7] Anagrama de Ilsa, la más famosa y letal dominatrix de los wipque encumbrara a Dyanne Thorne, y también protagonista de la mano de Jesús Franco en una secuela bastarda retitulada comoIlsa, the Wicked Warden y editada recientemente por Tema y Cameo como Ilsa. Greta haus ohne männer, dentro de la colección “Inéditos de Jesús Franco” y de la que ya hablaremos en las próximas semanas.
[8] A destacar la colorista fotografía del poco prolífico Ruedi Küttel, habitual en las co-producciones suizas que Franco rodó en los setenta.
[9] ¿SPOILER? ANGELA: “Aunque intentes deshacerte de mí, volvería contigo de todos modos. Será mejor que me lleves contigo”. / DA GUERRA: “Lo pensaré, cariño”. (¿¡!?)

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