sábado, 9 de agosto de 2014

¡Zarpazos!: Un viaje por el Spanish Horror (2013)




Al igual que ocurriera con otros fenómenos cinematográficos alumbrados y acuñados en el viejo continente (como el péplum, elspaghetti western, el giallo o, ya si apuramos, el cine de terror producido por la británica Hammer), el fantaterror español tuvo un periodo de esplendor demasiado corto. Más concretamente, se suele fechar su existencia desde el 1968 con el estreno de La marca del hombre lobo de Enrique L. Eguiluz, hasta 1975, año de la muerte del dictador Francisco Franco. Aún y con esas, pese a su corta vida, el fenómeno fue muy intenso, llegando a cifras de vértigo en el año 1973 en lo que a estrenos se refiere. Esa explosión de cine de terror que se prodigó durante apenas siete años generó su propio star system con Paul Naschy a la cabeza, y en sus centenares de títulos conoció algunos ejemplos de lo más interesantes y singulares, que han influido a las siguientes generaciones de cineastas de todo el mundo. Sin embargo, ocurre algo muy peculiar con esa época dorada, pues son pocos los historiadores y escritores especializados que parecen ponerse de acuerdo a la hora de abordarlo. El fantaterror patrio tuvo nombres tan importantes y carismáticos[1] que realizar una aproximación generalizada a esa etapa haciendo justicia a cada uno de ellos parece una tarea cuanto menos difícil, más no imposible, como se han ocupado de demostrar algunos ensayos recientes como Silencios de pánico[2] de Diego López y David Pizarro, en el que al menos se intenta abarcar de un modo más o menos pormenorizado a todas las figuras que intervinieron en ella.

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Víctor Matellano, en cuyo currículum como director figura el cortometraje Tío Jess[3], la recientemente estrenada en el pasado Nocturna Wax Vampyresremake actualmente en fase de post-producción de Las hijas de Drácula de José Ramón Larraz, parece tener muy claro este pequeño gran hándicap y “adapta” su propio libro Spanish Horror[4] de una manera muy particular, repitiendo el modus operandi de otros documentales recientes sobre subgéneros y cine de derribo (véase al respectoNot Quite Hollywood: The Wild, Untold Story of Ozploitation![5] Machete Maidens Unleashed![6]ambos dirigidos por Mark Hartley), con el conocido objeto de trasladar al espectador hasta la edad de oro del cine de terror español utilizando distintas voces y sin necesidad de utilizar un narrador concreto que sirva de guía. Entre estas voces encontramos nombres capitales del fantaterror: el de los cineastas Jorge Grau, Eugenio Martín o el propio José Ramón Larraz, además de Jack Taylor, Antonio Mayans, Caroline Munro, Lone Flemming o Colin Arthur. Pero también hay cabida para algunos rostros más actuales, como los directores José Luis Alemán o Paco Plaza, además de contar con el testimonio de escritores especializados del calibre de Carlos Aguilar, cuya pluma ha intentado definir las líneas argumentales a seguir de ese periodo, no sin antes levantar cierta polémica[7] entre los amantes del género. Gracias a estos y otros rostros (entre los que podemos destacar a Joe Dante o Jose Luis Galicia, y más especialmente, debido a su protagonismo, a Ángel Agudo[8] y el cortometrajista Manuel M. Velasco, de los que el realizador se sirve para que de algún modo lleven la voz cantante en el desarrollo del documental), Zarpazos conforma un peculiar collage de declaraciones e imágenes de archivo separados por capítulos[9], que a priori nos puede parecer algo atropellado y confuso, pero que rápidamente va tomando forma y dibuja una amena y somera aproximación al cine de terror español y sus diferentes etapas (es decir, sus inicios, su auge, su caída y en la actualidad). Quizás no sea muy errado decir que según avanza el documental se intuye el esfuerzo de Matellano por intentar satisfacer a los amantes del género, mostrando cierta equidad hacia todas esas figuras que formaron el denominado fantaterror, pero sin ocultar, eso sí, la preferencia por Paul Naschy (no por menos, su voz abre y cierra la cinta, además de contar con un capítulo propio), que al menos no se antoja tan desmedida como en algunos estudios literarios recientes (ni obviamente, tan ninguneada como en otros que no nombraremos para no herir susceptibilidades).

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Pero este modo de narración (recordemos, llevado a cabo mediante los diferentes testimonios que intervienen acompañados de diverso material de archivo), también le cobra factura al resultado, pues a lo largo del documental se dan algunos errores/lapsus[10] que, curiosamente, están vertidos por las dos personas más presentes a lo largo del metraje, es decir, Agudo y Velasco. Por otro lado, muchas veces el diferente material de archivo utilizado no guarda demasiada relación con lo que en ese instante se está explicando[11]. Tampoco es comprensible que en el capítulo de los antecedentes al fantaterror figuren filmes como Ella y el miedo de Klimovsky oHipnosis de Martín (ambos más bien ejemplos de thrillers, aunque en el segundo ejemplo exista algún eco fantástico), o, en todo caso, que no se mencionen otros ejemplos puros como El sónido de la muerte de José Antonio Nieves Conde[12], pongo por caso; igual de incomprensible resulta que no salga a colación una de las obras maestras más populares del cine español de género, ¿Quién puede matar a un niño? de Chicho Ibáñez Serrador, o que no se profundice algo más en este director que aunque no se prodigó mucho en el cine su serie para televisiónHistorias para no dormir sí que creo que influyó, ni que sea un poquito, en el boom del terror del 68.

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Esta serie de puntillas dan fe de lo que exponíamos al inicio del texto: la dificultad para contentar a los siempre exigentes amantes del cine de terror español. Quizás, antes de rasgarnos las vestiduras tendríamos que tener en cuenta que estamos ante un documental – medio en el que, lamentablemente, no se puede abarcar todo lo que a lo mejor si se podría hacer en una obra escrita -, por lo que es más que entendible la ausencia de no pocas películas o que en algunos casos se pase por ellas a pies juntillas. Así que, anteponiendo que tampoco soy ningún estudioso ni especialista del fantaterror patrio, y pese a los defectos que atesora, démosle la bienvenida a todos los documentales que sean al menos igual de entretenidos y estén hechos con el mismo cariño que Zarpazos.


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[1] Jesús Franco, Chicho Ibáñez Serrador, León Klimovsky, Juan Piquer Simón, o Amando de Ossorio, además del referido Paul Naschy/Jacinto Molina, son algunos de ellos.
[2] Editado en España por Tyrannosaurus Books.
[3] Corto co-dirigido junto a Hugo Stuven, candidato al Goya al mejor cortometraje documental del 2013.
[4] Spanish Horror de Victor Matellano, editado por T&B Editores.
[5] Divertido documental sobre el cine de explotación realizado en Australia durante la década de los 70 y 80.
[6] Recorrido por el cine de Serie B filipino surgido en los sesenta y explotado en la década de los setenta.
[7] Por todos es conocida la fobia que siente Aguilar  por la obra en general de Paul Naschy, de la que (injustamente) apenas salvaLa marca del hombre lobo.
[8] Director del documental El hombre que vio llorar a Frankenstein (2010), centrado en la figura de Paul Naschy.
[9] Titulados: “El miedo”, “Coproducciones y cine de género”, “Antecedentes en el terror”, “El boom español”, “Influencias”, “Algunos directores (León Klimovsky, Amando de Ossorio, Juan Piquer Simón, José Ramón Larraz y Jesús Franco)”, “Paul Naschy”, “Sexo, violencia y sangre”, “El Post-boom”, “Algunos títulos indispensables (No profanar el sueño de los muertos,Pánico en el Transiberiano y La residencia)” y por último ”Legado”.
[10] En el documental se llega a apuntar que Narciso Ibáñez Menta era argentino (¡!) o que La muerte tenía un precio de Sergio Leone, no sabemos según qué criterios, es más española que italiana (¿?).
[11] Para ilustrar de un modo más claro lo que quiero decir, en un momento dado se ve una foto promocional de Empusa (Jacinto Molina, 2010) entre medio de imágenes de películas de más antiguas.
[12] Producción de 1966 que adelanta algunos elementos que posteriormente se utilizarían en la archiconocida Posesión infernal de Sam Raimi.

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