viernes, 16 de mayo de 2014

ENTREVISTA A CLAUDIO FRAGASSO


Durante la celebración de la quinta edición del Festival de Cine Trash y de Horror de Barcelona “Horrorvision” tuvimos la oportunidad de entrevistar al premio honorífico del certamen, Claudio Fragasso, nombre característico del cine exploit italiano de los años ochenta. Por si fuera poco, el encuentro también contó con la presencia de su encantadora esposa, Rossella Drudi, colaboradora habitual del director de Scalps, venganza india y, por tanto, una testigo de excepción de lo que hasta el momento ha dado de sí su trayectoria. Aunque por lógicas y comprensibles cuestiones organizativas no pudimos disponer del tiempo necesario para profundizar en la entrevista del modo en que hubiéramos deseado, durante nuestra cita pudimos hablar de sus inicios, sus colaboraciones con Bruno Mattei, Alice Cooper, la controvertida Zombi 3, la crisis, algunas sorpresas y, por supuesto, de su archiconocida Troll 2

-         ¿Desde cuándo empiezas a interesarte por el cine?
Tendría unos diez años. La iglesia de mi barrio contaba con una sala parroquial en la que se proyectaban tres films al día, y yo me pasaba allí metido todo el tiempo. De ahí pasé a hablar con amigos para hacer cosas en 8 milímetros: films de acción con muchos disparos, que era lo que nos solían pasar en aquel cine. Todo empezó así, de una forma natural.

-         Durante tus inicios en la profesión, compaginas tu trabajo como ayudante de dirección y guionista para directores como Mario Bianchi o Silvio Amadio con la realización de cortometrajes de carácter experimental, algunos de los cuales sería galardonado incluso en diversos festivales…
Una vez tuve la voluntad de hacer cine, me inicié el camino de la ayudantía. Comencé de ayudante de dirección, después fui asistente de montaje, guionista y, con el tiempo, director de cine. Mi primera película como ayudante de dirección fue con Silvio Amadio en un film cómico. Tenía un título ridículo: Li chiamavano i tre moschettieri… invece erano quattro[1]. Al ser mi primer trabajo de ayudante de dirección al principio no tenía mucha idea de lo que debía hacer y Amadio siempre me respondía con malas palabras. Pero después de esa mala experiencia inicial todo fue mucho mejor. Lo cierto es que yo no quería hacer películas de terror, de acción o cosas por el estilo. Mi objetivo era el cine de autor muy serio. De hecho, mi primer cortometraje en 8 milímetros era una historia ambientada en el periodo militar y luego en Super 8 rodé con mi mujer un documental histórico sobre el movimiento estudiantil del 77 en el que invertimos todo el dinero que nos habían dado nuestros parientes por casarnos.


-         A finales de los setenta tu carrera sufre un importante punto de inflexión al entrar en contacto con Bruno Mattei, junto al que trabajarías de forma más o menos continuada durante el resto de la década, dando forma entre ambos a casi dos decenas de películas. ¿Cómo nació esta asociación?
Aparte de director, Bruno era también un grandísimo montador. Mientras trabajaba como asistente de montaje tuve la suerte de coincidir con él y que me contara muchos secretos de edición. Pero no sería hasta tiempo después, ya en 1980, cuando iniciamos nuestra colaboración propiamente dicha con el rodaje conjunto de Terror en el convento (L’altro inferno) y  La vera storia della monaca di Monza. Las dos películas se rodaban en un convento, y mientras que en la planta de arriba él filmaba La vera storia della monaca di Monza, en la de abajo yo hacía lo propio conTerror en el convento, que era una suerte de Carrie ambientada en un convento de monjas. Por la mañana los actores grababan con él la película y por la tarde lo hacían conmigo. De esta forma, con el coste de una película, en cinco semanas hacíamos dos. Fue un plan de rodaje que repetiríamos muchas veces, compaginando la dirección entre ambos.
  
 -      Sin lugar a dudas, uno de los rasgos más característicos de tu filmografía conjunta con Mattei reside en la evocación de ingredientes de ciertos films de éxito, algo que por otra parte era bastante habitual en el cine italiano de género coetáneo, y que llegaba hasta el punto de que algunos de vuestros films fueran lanzados en según que mercados haciéndose pasar como secuelas apócrifas. ¿Era una imposición por parte de los productores y/o distribuidores? ¿De qué modo y hasta qué punto os marcaban el camino a seguir a la hora de emular a determinada película?

Guardo una anécdota muy ilustrativa a este respecto. Recuerdo que un día Bruno, mi mujer y yo estábamos viendo Depredadorde Schwarzenegger.  Bruno dijo: “Podríamos hacer una película como esta”, a lo que yo le respondí: “Sin duda; con cien millones de dólares”. Sin embargo, meses después estábamos haciendo Robowar con la intención de equipararnos a Depredador, pero con un presupuesto ridículo. (Risas) En otros casos se daban situaciones estrambóticas, como puede ser el caso de Apocalipsis caníbal Virus (1980), que rodamos en la provincia de Barcelona haciéndola pasar por Nueva Guinea, aprovechando que Bruno tenía imágenes de stock de aquel país.

-         Por cierto, de forma habitual firmarías estos trabajos utilizando un  seudónimo. ¿A qué se debía tal práctica?

El cine de horror que hacíamos nosotros estaba enfocado hacia el mercado internacional. Por eso, en lugar de Claudio Fragasso tenía que llamarme Clyde Anderson, para que la gente creyera que se trataba de una película americana. Es algo que le ocurría a todo el mundo, hasta a Sergio Leone, que tuvo que firmar Por un puñado de dólares como Bob Robertson.


-         En paralelo a tu asociación con Mattei, a lo largo de los ochenta también realizaste varias películas en solitario. Una de ellas es Monster Dog (Leviatán), rodada en España y para la que contaste con el protagonismo de nada menos que Alice Cooper. ¿De quién fue la idea de que protagonizara la película?
Fue del productor de la película, Eduard Sarlui, con el que años después coincidiría en Troll 2. Era una persona muy particular. Un día me llamó y me dijo: “Tú has hecho Año 225, después del holocausto (Rats: Notte di terrore, 1984)”, que había dirigido con Bruno Mattei. “Pues bien, ahora vas a hacer un film que se va a titular Dogs.” Al preguntarle de qué se trataba, solo me dijo que era una película de miedo con la particularidad de que iba a protagonizarla la estrella de rock Alice Cooper. A mí aquello me sonó de maravilla, porque yo era seguidor de Alice, y él, además, era un gran aficionado a los films de terror. De hecho, estoy muy contento de haber hecho aquella película con él. Fue una experiencia muy particular y muy buena.

-         Como toda estrella del rock que se precie, Cooper tiene fama de ser un tipo de lo más especial. ¿Cómo fue tu relación con él durante el rodaje?
No fue para nada problemático, si es a eso a lo que os referís. Todo lo contrario. Era una persona cariñosa, dulce, justo al revés de la imagen que proyectaba. Tenía una colección impresionante de films de terror y todas las noches me llamaba para que fuera con él a ver alguna película. Su única rareza era que todos los días a las ocho de la mañana se bebía tres o cuatro vasos de Coca-Cola. Yo le pregunté que cómo se tomaba eso por la mañana y me confesó que en realidad se trataba de Coca-Cola con whisky. (Risas)

-         Varias de tus películas están rodeadas de teorías de lo más diversas acerca de las causas que intervinieron durante su gestación. Quizás el caso que ha levantado más polvareda sea el de Zombi 3, dirigida originalmente por Lucio Fulci, pero para el que grabaste material adicional a instancias del productor de la cinta, circulando diferentes versiones acerca de los sucedido. ¿Qué ocurrió realmente? ¿Es cierto ese rumor que dice que durante el rodaje Fulci se dedicó a reescribir tu guion en compañía de su hija?
Totalmente mentira. El guion lo escribimos mi mujer y yo. Estaba escrito desde un año antes de que se filmara y tenía la aprobación de Fulci. Es más, el film no se rodaba si él no daba el visto bueno. El problema fue que cuando Lucio viajó a Filipinas a rodar la película se encontraba en un estado de salud muy delicado. Tenía un tumor en el hígado y no podía rodar todos los días. Entonces, la productora nos llamó a Rosella y a mí para que, partiendo del material rodado, reescribiéramos la historia a fin de completarla. Lo hicimos y junto con Bruno grabamos como media hora de película, pero con la autorización de Lucio. Tanto es así que, mientras reescribimos el guion, le llamaba personalmente todos los días para contarle lo que estábamos haciendo y que me diera su conformidad. A todos los efectos Zombie 3 es una película de Lucio Fulci.

-         Coincidiendo con el final de la década, en 1989 finalizas tu relación con Bruno Mattei tras el rodaje de Shocking Dark (Terminator II). ¿Cuáles fueron las causas que propiciaron vuestra ruptura?
Bruno era como mi padre, alguien de mi familia, y la persona de la que más he aprendido de esta industria. Pero en aquel entonces la situación del mercado se estaba poniendo muy difícil, porque los norteamericanos habían empezado a realizar también producciones de bajo presupuesto, lo que a la larga acabaría con este tipo de cine en Italia. En vista de que el presupuesto de las películas que veníamos haciendo era cada vez más bajo hablé con él sobre el asunto. Le dije que no podíamos seguir así; debíamos tener un poco de dignidad y decidimos dar por terminada nuestra asociación. Eso fue todo.



-         Tras esto, casi a continuación ruedas el que a día de hoy es tu trabajo más popular, Troll 2, devenido con el paso del tiempo en un título de culto…
Como todas las cosas en este mundo la historia de esa película es algo extraña. Era el año 1989 y se trataba de la primera película que rodaba en los Estados Unidos. El productor de la película era una especie de Roger Corman italiano que no era otro que Aristide Massaccesi, más conocido como Joe D’Amato. Él me llamó para proponerme que le hiciera una película de horror, pero sin sangre. Yo le contesté que aquello era como hacer un western sin pistolas, aunque al final acabé aceptando. Y nos fuimos a rodar a América con mucho entusiasmo e ideas, pero sin permisos. (Risas) Después tuvimos otros problemas. El mismo productor de mi película Monster Dog (Leviatán), Eduard Sarlui, lo era también de Troll 2. Inicialmente la película debía de llamarse Goblins, pero como él tenía los derechos de la primera película tuvo la idea de convertir aquello que no tenía nada que ver con la original en una secuela. La gente no entiende que en el título no tiene nada que ver el autor; es el productor la mayoría de las veces el que lo decide.

-         ¿Qué te parece toda la fenomenología que ha surgido a su alrededor, habiendo dado pie incluso a la realización de un documental? ¿Te molesta que algunos la denominen Best Worst Movie (La mejor peor película), tal y como se titula el referido documental?
Yo me enfado muchísimo cuando leo en las reseñas que la película es involuntariamente cómica. No es algo involuntario, ¡la película estaba hecha en clave de humor desde un principio! Es una farsa a costa de un cierto tipo de cine de horror. Todo nació por esa imposición de D’Amato de que no podía haber sangre, y por eso en la película es de color verde, por la clorofila. Para justificarlo, mi mujer tuvo la idea de darle la vuelta a la imaginería tradicional del vampiro. En lugar de tomar sangre, como éste, los goblins de la película son vegetarianos y repelen la carne. Momentos de humor como ese no pueden ser involuntarios. La gente también reprocha que los actores recitan mal, que son exagerados… pero esa era la idea: que dijeran cosas absurdas de un modo serio. Era totalmente premeditado, en busca de ese contraste.

-         En el final del documental se comenta la posibilidad de rodar una segunda parte. ¿Va a hacerse finalmente?
Sí, puede ser. Seguro que será algo mucho más cómico.


-         ¿Y cómo ves la situación de la industria italiana en estos momentos?
Una mierda. Solo se interesan en hacer comedias con un acento tan localista que no interesan ni al público americano ni al europeo, por la sencilla razón de que no se pueden reír de cosas que al no ser italianos no comprenden. Aunque soy optimista. Quizás ahora que parece que la comedia va para abajo, sea un buen momento para que se atrevan a hacer otras cosas.

-         En tu opinión, ¿a qué crees que se debe este cambio con respecto a los años sesenta, setenta y ochenta, cuando Italia era la principal potencia continental en la realización de cine de género?
Fundamentalmente la razón está en que el cine de género italiano no vende en la propia Italia. A diferencia de España, donde en los últimos tiempos se ha hecho mucho cine de horror con mentalidad americana, en Italia eso no se puede dar por la propia mentalidad de los espectadores, que no aceptan que esas películas puedan venir de su país. Siempre piensan que el cine de terror, el de acción, etc., solo lo pueden hacer bien los americanos, no los italianos. Eso es ahora, claro, porque en el periodo de los spaghetti-westerns todo el mundo sabía que aquellas películas eran italianas.

-         Ya por último, ¿qué es para ti lo más importante para hacer una película?
La historia o, mejor dicho, la idea. Con las facilidades que actualmente dan las cámaras digitales se pueden hacer películas con pocos medios, pero, sin embargo, con vistas internacionales gracias a Internet. Lo importante es que la idea que la apoye sea lo suficientemente buena. Con una buena idea puedes hacer boomen todo el mundo.


Jose Luis Salvador Estébenez y Juan Pedro Rodríguez Lazo.

[1] El film en cuestión es una adaptación de los famosos personajes de Alejandro Dumas acorde a los cánones del fagioli western que pusiera de moda el inesperado éxito de Le llamaban Trinidad, respetando su ambientación original. La traducción del título vendría a ser Les llamaban los tres mosqueteros aunque eran cuatro, si bien en España se estrenaría con el mucho más simplificado Los tres mosqueteros más uno.



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