jueves, 18 de abril de 2013

ZINEMA BIS: NOCHE EN EL TREN DEL TERROR

Quizás muchos desconozcan que la existencia de una de las perlas de nuestro cine fantástico, la entrañable Pánico en el Transiberiano, estuvo sujeta a una serie de condicionantes de índole productiva que perfilarían de un modo decisivo sus rasgos principales. De entre ellas, una de las más significativas fue que “la acción, en su mayor parte, debía transcurrir en un tren para optimizar el que se había comprado [n. del a.: una maqueta, se entiende] para El desafío de Pancho Villa, dado que Yordan pensó que convenía aprovechar un gasto tan grande”, según recordaba su director en la larga entrevista que conforma el corpus central del libro dedicado a su persona Eugenio Martín, un autor para todos los géneros (Retroback & Séptimo vicio, Granada, 2008). El tal Yordan al que se refiere el cineasta ceutí no es otro que Philip Yordan, productor y guionista estadounidense ganador de un Oscar por el libreto de Lanza Rota,  que a mediados de los años sesenta, y siguiendo los pasos de Samuel Bronston, se trasladaría a Europa, desde donde daría cobertura a un buen número de colegas represaliados por las listas del senador McCarthy, fijando su centro de operaciones en nuestro país. “Era una especie de negociante del cine, que quería ganar lo máximo invirtiendo lo mínimo”, le definía Martín en el libro coescrito por Carlos Aguilar y Anita Haas.



Casualidades del destino, unos años más tarde y ya de vuelta a los Estados Unidos, Yordan volvería a involucrarse en otro film de temática fantástica ambientado en un tren que, curiosamente, también terminaba por accidentarse al final del relato. El título en cuestión sería Noche en el tren del terror, y al igual que sucediera con Pánico en el Transiberiano, su realización estaría motivada por la firme intención de sus responsables de aprovechar cierto material existente. Pero mientras que tan señero representante del denominado terror de pipas destacaba, entre otras cualidades, por su cuidado acabado con respecto a los que solían ser los estándares habituales del estilo, Noche en el tren del terror lo haría por todo lo contrario, en gran medida a causa del afán oportunista con el que fue concebido el proyecto desde su propio origen.



Todo parece indicar que fue la inacabada Scream Your Head Off[1], dirigida por John Carr y protagonizada por John Phillip Law, el detonante para que esta película naciera  y se llevara a cabo en los términos en que lo hizo. Tras la suspensión de su rodaje a causa de problemas financieros, su productor, Jay Schlossberg-Cohen, debió pensar que la mejor manera de recuperar el dinero invertido era utilizar el metraje rodado como base para una cinta de episodios. Con el fin de evitar gastos innecesarios a los que seguramente no podía hacer frente, para dar forma a los restantes segmentos el productor echó mano de dos películas ya estrenadas: The Dark Side to Love, también dirigida por Carr y producida por el propio Schlossberg-Cohen, yCataclysm, cinta de temática satánica conocida asimismo con el título alternativo de Never Ends the Nightmare, que disfrutaría de una edición videográfica en nuestro país como Pesadilla interminable, dándose la coincidencia de que todos los films aludidos habían sido escritos por Yordan, lo que, unido a sus antecedentes, podría llevar a pensar que, en realidad, fue el guionista de Johnny Guitar[2] el que orquestó toda la operación desde las sombras.



Sin embargo, este extremo parece ser desmentido por las declaraciones del propio Yordan a Pat MGilligan en una entrevista realizada en 1997, en las que hablaba sobre su colaboración con una distribuidora situada en Minneapolis. “Era el escritor. No tengo ni idea si mi nombre constaría como productor o no”[3], explicaba. También exponía que dicha distribuidora[4] le había pedido un guion sobre un bigfoot. “Me dijeron, dame un guion sobre un Bigfoot y haré millones. Así que me senté y la escribí. Entonces me dijo: No, no, no, no lo has entendido. Tiene que ser una película para todos los públicos. Es para niños. Así que tuve que quitar todas las escenas terroríficas. (…) Nada de sangre, ni violencia, ni sexo, ni lenguaje obsceno. Entonces les dije, lo que realmente queréis es una película sobre nada. Y me contestaron: ¡Eso es! ¡Ahora lo entiendes! ¡Nada! ¡No quiero nada!”[5]. Si tenemos en cuenta que la película de la que habla es Cry, Wilderness, y que quien la dirige es precisamente Jay Schlossberg-Cohen, podemos hacernos una idea del papel que desempeñaba en las colaboraciones que mantuvo con éste durante la década de los ochenta[6], sino fuera porque ese mismo año, 1997, Yordan reclamó la titularidad de la película una vezNoche en el tren del terror cayera en el dominio público por cuestiones administrativas (seguramente por algún error de forma a la hora de inscribir su copyright), inscribiendola de nuevo a su propio nombre.

Fuera quien fuera su ideólogo, de lo que no hay duda es de que, aparte de su adecuación para los intereses perseguidos, en la elección del formato episódico de la película tendría mucho que ver el auge que por aquellas mismas fechas atravesaban las películas terroríficas a base de historias cortas, gracias a ejemplares de la popularidad de CreepshowEn los límites de la realidad o En compañía de lobos. Con todo, el espejo en el que se mira Noche en el tren del terror no se encuentra tanto en estos títulos coetáneos, como en las producciones de la para entonces extinta Amicus. Sin ir más lejos, la inclusión entre sketches de una especie de videoclip musical protagonizado por un grupo de la época (el cantante del cual se apellida, seguramente no por casualidad, Yordan) conecta con lo visto en El club de los monstruos, fallido intento de Milton Subotsky por reverdecer los laureles de la compañía de la que fuera propietario junto con Max J. Rosenberg. Por otra parte, la trama que sirve de nexo de unión a los tres segmentos[7], con Dios y Satanás discutiendo sobre la naturaleza del alma humana[8], mientras esperan a que descarrile el ferrocarril en el que se encuentran, recuerda, siquiera de forma lejana, al de la magnífica Doctor Terror,  en la que otra figura metafísica, en su caso la Muerte, acompañaba a un grupo de viajeros en su trayecto hacia la otra vida a bordo de un tren[9]. Incluso algunas fuentes han contemplado la posibilidad de que este argumento sea una versión no acreditada de “Tren al infierno/Tren infernal” (“The Hellbound Train”), relato corto ganador de los prestigiosos premios Hugo en 1959 y escrito por Robert Bloch, a la sazón guionista habitual de la Amicus.

Ni que decir tiene que las aludidas connotaciones filosóficas que anidan en su planteamiento dramático no logran ocultar en ningún momento la auténtica catadura de un film que lo único que produce es vergüenza ajena, dada la extrema ineptitud de todos y cada uno de los apartados implicados, lo que es puesto de relieve a lo largo de los interminables noventa y ocho minutos que conforman su metraje. Y eso a pesar de sus denodados esfuerzos por despertar el interés del espectador a base de gorede baratillo y escenas de desnudos injustificadas y totalmente gratuitas. Pero ni por esas. De este modo, sus tres capítulos comparten una inconexa narración en la que si ya de por sí resulta complicado encontrar la lógica a su sucesión de acontecimientos, lo es aún más comprender las motivaciones de unos personajes que, la mayoría de las veces, entran y salen de la historia sin que medie explicación alguna.

Ni siquiera la aparición de un narrador en off consigue poner orden entre tanto desconcierto; por el contrario, además de dar la sensación de estar contemplando una especie de tráiler alargado, su inclusión viene a embarullar aún más las cosas. Fruto de ello son situaciones tan contradictorias como la que se da en la segunda de las historias, The Case of Gretta Connors, donde se narra la dramática historia de una bella muchacha convertida en actriz porno por un empresario sin escrúpulos, del que la joven trata de escapar para iniciar una nueva vida junto a su novio, pero que, sin embargo, parece disfrutar de los juegos mortales a los que el primero le obliga a participar en compañía del segundo, y que deja para el recuerdo una escena antológica en la que la pareja, junto a otros asistentes, se someten a una suerte de ruleta rusa con un mosquito enorme y venenoso[10]. La confusión es potenciada a causa de la repetición de algunos intérpretes en los diferentes sketches, siendo el ejemplo más significativo el de Richard Moll, actor que pocos años más tarde disfrutaría de cierta popularidad gracias a su papel de policía retrasado en la teleserie Juzgado de guardia, y que pasa de ser un sádico enfermero en el primer capítulo, para convertirse en el último en un polémico y exitoso escritor ateo, al que acosan por igual integristas religiosos y el mismísimo demonio encarnado.


Y es que esa es otra. Por si fuera poco, a sus deficiencias técnicas e ilógica narrativa hay que sumarle unos argumentos ridículos, plagados de situaciones desquiciadas y delirantes, empezando por el de The Case of Harry Billings, con John Phillip Law poniendo rostro a un interno de un psiquiátrico que, gracias a su apostura, es utilizado por el director de la institución para que le surta de atractivas jovencitas con las que llevar a cabo indeterminados experimentos que propician que las mujeres aparezcan atadas en camillas como Dios (el del tren, suponemos) las trajo al mundo, y siguiendo por el ya comentado de The Case of Gretta Connors, cuyo protagonista masculino queda prendado de la tal Gretta al admirar sus dotes “interpretativas” en una película para adultos. Una muestra muy ilustrativa del modo en el que la psicotronía planea a lo largo de un metraje que no se caracteriza, precisamente, por su poder de sintaxis, como, por otra parte, ocurre con esta reseña compuesta al igual que el film comentado a base de retales.


[1] Rodada originalmente en 1982, tras formar parte del metraje de Noche en el tren del terror,  Scream Your Head Off sería lanzada individualmente en dos versiones, la primera de ellas a través de un montaje realizado por sus productores a partir del material existente, bautizado con el nombre inicialmente previsto. La segunda llegaría en 1992 con el título Marilyn Alive and Behind Bars, y estaría supervisada por el propio Carr. Según parece, se trata de un remontaje con nuevas tomas rodadas exprofeso con John Phillip Law y Francine York, neumática y ya madura actriz televisiva que de este modo se encargaba de incorporar el personaje de la mítica Marilyn Monroe a la historia. Por cierto que, a modo de curiosidad, cabe señalar que en las declaraciones recogidas en John Phillip Law. Diabolik Angel(Scifiworld & Quatermass, Pontevedra, 2008), el protagonista deEl viaje fantástico de Simbad se refiere al proyecto original con el mismo nombre que recibe el capítulo al que da forma en la presente; es decir, The Case of Harry Billings.
[2] Aunque quizás deberíamos apuntar que la autoría de Johnny Guitar jamás quedó demasiado clara, debatiéndose entre éste y Ben Maddow, y a sabiendas que el propio Nicholas Ray realizó algunos cambios bastante significativos. Y es que lo cierto es que sobre Yordan circulan insistentes rumores de que, en realidad, siempre se sirvió de “negros” para efectuar sus labores. Algunos van más lejos y mantienen que lo único que escribió fueron los guiones que firmó durante su última época, lo que explicaría la abismal diferencia de calidad con respecto a sus trabajos más reputados.
[3] Backstory 2. Interviews with the Screenwriters of the 1940s and 1950s (Pat McGilligan, University of California Press, 1997).
[4] Suponemos, según http://www.imdb.com, que se trata deVisto International Inc., productora asimismo del título que nos ocupa.
[5] Íbidem. nota 3
[6] Colaboración que finalizaría con Bloody Wednesday (Marc G. Gilhius, 1987).
[7] Junto a esta trama, el resto de novedades que ofrecería el film con respecto a lo ya existente sería la inclusión en los conglomerados de insertos con dobles de los actores originales, así como planos de efectos por stop-motion, de lo más precarios y toscos, dicho sea de paso, tanto en su diseño como en su ejecución.
[8] Idea tomada directamente del film The Story of Mankind [tv:La historia de la Humanidad, 1957], de Irwin Allen, donde a Dios lo encarna Ronald Colman y al Diablo Vincent Price.
[9] Años después el círculo se cerraría con I tre volti del terrore, otro film de episodios de nacionalidad italiana cuya trama central homenajeaba abiertamente el film de Freddie Francis, y en el que el papel de maestro de ceremonias corría por cuenta de Phillip Law, protagonista, como se ha dicho, de uno de los segmentos de la presente.
[10] Y que, tal y como apuntan Victor Olid y Naxo Fiol en la video reseña que incluye la presente edición, bien podría haber inspirado a Juan Carlos Fresnadillo a la hora de rodar su ópera prima Intacto (2001).

Escrita para La Abadía de Berzano en colaboración con José Luis Salvador.

3 comentarios:

Pepe Cahiers dijo...

Anda que no había películas de esta calaña en los videoclubs ochenteros, a cual más infame. Lo sorprendente es que no fueron pocas las que se estrenaron incluso en la gran pantalla. Los italianos eran expertos en dar gato por liebre y colarnos películas suyas haciéndolas pasar por americanas. ¡Que tiempos los de VHS!

miquel zueras dijo...

Un post de lo más interesante. No he visto esa película (la voy a buscar) pero sólo ver el cartel ya he deducido que era ochentera. Me encanta "Pánico en el Transiberiano" mi película con tren preferida junto "Aquel maldito tren blindado".
Saludos. Borgo.

Lazoworks dijo...

Pues si le interesa, sepa que salió a la venta una edición la mar de mona:
http://pasadizo.wordpress.com/2012/09/24/zinema-bis-nueva-coleccion-de-versus-entertainment/