Fede Álvarez acaparó las miradas de Hollywood gracias a Ataque de pánico, un corto de bajísimo
presupuesto que dirigió y colgó en YouTube. Tras recibir una cantidad de
visitas envidiable – en estos momentos lleva más de siete millones de
visionados -, Sam Raimi, al igual que había hecho Peter Jackson con Neil
Blomkamp y su Distrito 9, pensó en
producir la traslación al largo de Ataque
de pánico, pero quizás alentado por la cantidad de fans que le pedían a
gritos una nueva entrega de Evil Dead[1],
se decidió por poner en marcha el remake de su ópera prima y que el director
uruguayo se encargase de actualizarla con un presupuesto de 14 millones de
dólares. Resulta inevitable que se formulen algunas preguntas al respecto: ¿es
necesario un presupuesto tan elevado para realizar una buena película de
terror? Fede Álvarez ya había demostrado que podía conseguir mucho con muy poco
y ya no digamos Sam Raimi, pero así son los misterios de Hollywood y la
actualización de un clásico del terror como Posesión
Infernal no iba a ser menos que las revisiones de Las colinas tienen ojos, Pesadilla
en Elm Street o Viernes 13[2].
Pues bien, en respuesta de esta pregunta, se podría decir
que el realizador uruguayo ha conseguido una película de terror de lo más
efectiva y que devuelve de algún modo el gore más salvaje a una producción mainstream, aunque también es verdad que
el director francés Alexandre Ajá ya había allanado el camino con sus respectivas
revisiones hollywoodienses. También es verdad que la nueva Posesión Infernal reactualiza la trama, la transforma y enriquece,
inculcando profundidad a los personajes, algo de lo que carecía la original, en
la que sólo el personaje de Bruce Campbell tenía algo de peso dramático. En
este caso, Fede Álvarez junto a su habitual coguionista Rodo Sayagues, ha
decidido utilizar la cabaña en mitad del bosque como escenario para que una
joven llamada Mia (Jane Levy) pase el mono de su desintoxicación junto a sus
amigos y su hermano, que le servirán de apoyo e impedirán que ésta abandone su nuevo
intento por limpiarse. En este aspecto, el Posesión
Infernal de Álvarez acierta de pleno al otorgar el protagonismo que se
merece al personaje que vendría a equivaler al de Cheryl (personaje que encarnó
la maravillosa Ellen Sandweiss en los años ochenta) y coloca al espectador
frente a una situación de pura tensión: en esta ocasión, la primera en ser
poseída no puede abandonar la cabaña porque, primero, debe aislarse del
exterior ante la amenaza de una recaída; y segundo, nadie parece tomarse en
serio a Mia porque piensan que sus terroríficos delirios son causados por los
típicos efectos del síndrome de abstinencia. Por lo tanto, la casi desconocida
Jane Levy ensombrece con poderío al resto del reparto – del que apenas se puede
salvar a Lou Taylor Pucci y Jessica Lucas -, y se erige como la digna villana y
anti heroína de la película.
También cabe destacar la sabía utilización de los elementos
más recordados de toda la trilogía: desde las amputaciones que se podían ver en
la segunda parte, a la de disociación de la parte maldita del poseído de El ejército de las tinieblas, con esos
Ash luchando entre sí. Eso sí, si algo ha aportado esta nueva versión al
universo creado por Raimi es la automutilación, ya que a mitad de la película
se multiplican hasta la exaltación, con unos efectos especiales artesanales bastante
espectaculares que coquetean sólo en contadas ocasiones con los generados por
ordenador.
Sin embargo, pese a los indiscutibles hallazgos que tiene,
al tratarse de un remake siempre se
cae en la inevitable comparación con la original, y es aquí donde la película
de Álvarez pierde bastantes enteros. Primero porque a la hora de dirigir esta
nueva versión, Álvarez parece encontrarse con el dilema de si seguir la visión
de la original o cambiar drásticamente todo su universo, no haciendo ni una
cosa ni la otra. En principio se muestra reacio a emplear planos del virtuoso Raimi
– de hecho, apenas utiliza el plano de visión subjetiva que hizo famosa a la
cinta original -, pero la inseguridad (lógica) que seguramente produce el estar
revisando una película tan querida y recordada por los fans del género, parece
obligar al realizador a terminar flirteando con el material que le precede. Esto
es algo que no debería importarnos, pero en este caso concreto Fede Álvarez
opta por un tan tono sobrio y una composición de planos tan cerrados, que los
trucajes a los que nos tiene acostumbrados el director de Darkman no encajan demasiado bien. Por lo tanto, esas manifestaciones raimianas que se dan durante el film no hacen otra cosa más que
entorpecer el resultado. Y ya no
hablemos del peculiar sentido humor del que siempre ha hecho gala la trilogía original
y del que Álvarez lamentablemente se distancia desde el principio, para terminar
sometiéndonos a algunas gracias aisladas de lo más negras que, aunque se
agradecen, no terminan de funcionar en el conjunto.
Los responsables pueden estar orgullosos con el resultado,
incluso los fans de la cinta original podrán disfrutarla porque está plagada de
guiños y homenajes[3],
pero analizando el resultado con detenimiento uno se pregunta qué hubiera pasado
si Álvarez hubiera demostrado algo más de personalidad y valentía a la hora de
afrontar un reto como el que tenía entre sus manos.
[1] Actualmente Sam Raimi trabaja en el
guión de la cuarta entrega de Posesión
Infernal, porque según él, los fans así lo quieren… y no tiene ningún
proyecto mejor que hacer.
[2] Aunque, todo hay que decirlo, el
presupuesto de esta versión es inferior al de los de los títulos referidos.
[3] Aunque a nuestras salas no se haya
distribuido en V. O., cabe destacar que se utilizaron las voces de Bob Dorian, Ellen
Sandweiss y Bruce Campbell – este último además de productor, colaboró en el
sonido de la película sin acreditación alguna, además de realizar una aparición
estelar post-créditos.
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