A pesar de seguir inmersos (de manera algo intermitente) en el documental sobre el Mago Félix, todavía nos quedan fuerzas para intentar perpetrar algún “troncho-corto” para que todos ustedes lo puedan disfrutar/sufrir. O al menos eso era lo que pensaba…
Recientemente se ha celebrado un concurso de estos de cortos en los que se presentan un chorro de gente. Peña de esta que va a colegios de cine y cosas de estas. Pues bien, no voy a contar todas mis desgracias porque a nadie le interesan, pero en mi interior llevo una pena muy grande, y no es otra que no haberme podido dedicar única y exclusivamente a esto del cine. Me hubiera gustado que mis padres me pagaran una carrera e ir de un rodaje a otro para aprender el oficio. Hacer de script o de sujeta-focos, dormir en habitaciones de alquiler y cosas de esas. Meterme en el mundillo… Ser un niño mimado y consentido… Pero no, mis padres, por desgracia, no me pudieron ofrecer nada de eso y yo he sido siempre demasiado cobarde como para tirarme a la piscina sin tener asegurado un salvavidas al lado. Total, que esa espinita la tengo ahí. Todos los días cuando me levanto a las seis de la mañana y no vuelvo a mi casa hasta las ocho de la tarde, esa mierda está clavada en mi corazón.
Pero a lo que iba, os estaba contando lo del maldito concurso. Para mi era una auténtica gozada saber que decenas de estudiantes y profesores de alguna escuela de cine, podrían ver un “troncho-corto” en una gala. Que se presentase un corto con su técnico de sonido, su director de fotografía, su musicólogo… Y luego, un “troncho-corto”. Ahí, con dos cojones. Ni musicólogo, ni ayudantes, ni focos, ni ná… Sólo tres “pavos” y una cámara. Así que pensé en escribir un guión y que Julio – que es el tipo de la cámara buena -, la dirigiera. La historia iba de un mendigo que se aplastaba las pelotas con un ladrillo y se reía, así sin más. La cosa era un poco absurda pero la idea del mendigo golpeándose los huevos con un ladrillo me inquietaba… Pero aunque a mi me encantaba, Julio dijo que nanaí, que aquello “no le acaba de llenar”. Total que pensé algo que nos pudiera llenar realmente. Algo con lo que nos sintiéramos identificados.
De ahí nació “El video de Johnny”.
La historia era la siguiente. Vemos a un tipo frente a la cámara (el Johnny del título), que está todo sudado y con una herida de arma blanca en el estómago. Un huevo de sangre le empapa la camiseta. Entonces Johnny comienza a hablar. Se dispone a hacer como una especie de declaración o de testamento oral. El tipo explica a la cámara que lo que está haciendo es para un concurso de cortos, pero que él, a diferencia de otros, se iba a sacrificar de verdad por su obra. Johnny explica que él está dispuesto a hacer algo que los demás no se atreverían a hacer nunca: morir por el cine. La intención de éste es filmar sus cinco últimos minutos de vida y, ya de paso, vacilar a los espectadores. Insultarles y decirles que no entienden una mierda de cine. Que no tienen ni puta idea. Entonces, el tipo se hurga en la herida del estómago, se saca una tripa y se la lleva a la boca. Pero antes de que le pueda pegar el primer bocado alguien llega a casa. De fondo escuchamos la puerta, ¿vale? Johnny se pone nervioso. Algo está saliendo mal. Su madre ha llegado a casa antes de la cuenta. ¡Mierda! En ese momento Johnny se caga las patas para abajo, su madre le va a joder el corto. La mujer le comienza a hablar desde el pasillo (la escuchamos de fondo, ¿vale?) y Johnny intenta evitar que su madre entre en la habitación y descubra el pastel. Pero lamentablemente, las madres ya sabemos como son y termina entrando, descubriendo a su hijo malherido. La mujer alarmada le socorre, pero Johnny la intenta echar inútilmente. Ya se pueden imaginar la escena… Un auténtico drama. La madre histérica y Johnny llorando porque su madre le está arruinando el proyecto de su vida:
-Niño, ¡¿pero que has hecho?!
-¡Mamá, sal de mi habitación! ¡¡Nunca me entiendes!!
-¿Qué coño voy a entender? ¿Es que no has visto lo que te has hecho, desgraciado?
La madre se percata de lo de las tripas y le vomita en la cabeza. Johnny está totalmente humillado. Frente a la cámara… Él que quería impresionar a todos esos pijos que estudiaban cine… Al final se ha comido una mierda y su madre le ha destrozado el corto. La madre se lleva a rastras a Johnny y la cámara se queda filmando el vacío. FIN.
No me dirán que no es sencillo hacer algo así. ¡Tan sólo era un maldito plano secuencia! Ponerte frente a la cámara y currártelo. Pues bien, a Julio tampoco le llenaba la historia.
Así pues, sin Julio en el proyecto, sólo me quedaba una solución. Hacer yo mismo el corto. Rodarlo con mi maldita cámara “Sony” mini-DV… Para colmo de males, no encontré a una mujer que hiciera de madre, así que me inventé otra cosa. Como tan sólo podía contar con Pedro y conmigo mismo, pensé que el tal Johnny fuera gay y que en vez de llegar la madre, llegara el novio a casa. Yo haría de novio y Pedro haría de Johnny. Nada podía fallar. Pero entonces se me ocurrió que en vez de entrar en plan normal, apareciera por la puerta con un minúsculo tanga rojo. Ya se pueden imaginar lo poco serio que podría llegar a ser el asunto, pero teníamos que hacerlo. Que lo vieran todos esos estudiantes de cine…
Pues bueno, lo teníamos todo preparado. Pedro y yo quedaríamos bien temprano, tomaríamos un café con leche, iríamos al mercado y compraríamos las tripas (o cualquier cosa asquerosa que se le asemejase). Después charlaríamos un poco sobre como lo teníamos que hacer y esperaríamos a que mi mujer se marchara de casa por la mañana con el niño (no podía explicarle lo que íbamos a hacer, porque nos arrancaría los ojos), para disponernos a realizar nuestra obra maestra.
Una vez estuvimos solos, nos pusimos manos a la obra. Pero aquí entra la primera regla del “troncho-cinéma” que todo cineasta tiene que tener en cuenta. Nunca, y cuando digo nunca, es nunca, le des un papel con muchas líneas de diálogo a un tipo que de joven se pasó con las drogas. Pues seguramente esa persona tendrá problemas de concentración y memorización. Y así es, Pedro no tenía cojones a decir sus frases seguidas. Tenía que ir chivándoselas yo (desde detrás de la puerta)… Pero es que además, el muy cabrón me suelta que sólo se había leído una vez el guión. ¡Así como íbamos a hacer el corto!
Histérico – apenas teníamos dos horas para hacerlo (luego volvía mi mujer) - intenté continuar con el rodaje. Me puse el tanga (me rellené el paquete con papel higiénico para que abultase más [es decir, aún más]) y aquello fue el despiporre. No había manera de que nos pusiéramos serios. Por otro lado, la habitación comenzaba a oler raro (las tripas y el ketchup que le había puesto en el interior para que hiciera las veces de sangre, eran una mezcla explosiva), y no teníamos tiempo. Pero pronto llegó otro impedimento: Pedro se negaba en rotundo a que le vomitara en la cabeza. Vale, un momento, aquí debería aclarar que no era un vómito de verdad. Era una mezcla explosiva de leche con colacao y galletas, muy espesa y asquerosa. Pero la idea de que la soltase eso desde el interior de mis fauces y fueran directo a su geta, no le acaba de convencer al “artista”. Entonces me impuso a que se lo echara desde un vaso.
-Pero Pedro, ¿es que no te das cuenta que se va a ver el vaso y va a quedar mal?
-¡Que lo eches desde el vaso o se acaba el corto!
No me quedaban más cojones que hacerle caso. Aquello estaba siendo un desastre absoluto y sabía que se iba a ver el puto vaso. El truco iba a ser descubierto y quedaríamos en ridículo. Pero me dije, a tomar por culo. Como veía que aquello no nos llevaba a ningún lugar, me tomé mi propia venganza contra Pedro y me di el gustazo de echarle todo el vaso de leche con galletas en la cabeza. Sabía que aquello no servía para nada, pero que más daba. Hay placeres en la vida que no tienen precio. Pero lo más curioso es que mientras hacía como si vomitaba, me entraron arcadas de verdad. Por un instante estuve a punto de vomitarle de verdad a Pedro. Esto no lo sabe mi actor fetiche, así que si estás leyendo esto, querido Pedro, que sepas que estuviste a un pelo de coño de que te vomitara de verdad. Que lo sepas. Y todo por culpa de la mezcla de tripas con ketchup. Maldita peste… Esa es la segunda regla del “troncho-cinéma”, nunca utilices ketchup para hacer sangre falsa, al cabo del rato el olor se te mete en las narices y es nauseabundo de verás.
Así que ya estaba todo perdido. Allí estaba yo, metido en mi habitación vestido con un minúsculo tanga de color rojo, con un soldado herido y con un insufrible olor a ketchup revoloteando por todo el cuarto. Por si fuera poco, la leche con galletas se le quedó pegado a Pedro en el pelo y tuvo que lavarse como diez veces para conseguir quitárselo de la cabeza.
“El video de Johnny” nunca podrá ver la luz y por lo tanto aquella espina que llevaba en el corazón seguiría allí. Clavada… Haciéndome sangre… Joder… Al final no pude darle en los morros a todos aquellos estudiantes de cine ni a sus profesores. No iban a poder comprobar mi maestría…
Pero lo peor de todo es que en mitad de todo aquel desbarajuste me pregunté, “¿qué cojones estoy haciendo? ¿A qué estoy jugando?”. Por primera vez en la vida me sentí ridículo (y no era por lo del tanga, ya que me quedaba fenomenal), y me di cuenta de que me estaba haciendo viejo. Demasiado viejo para dar lecciones a nadie.
6 comentarios:
Pero, ¿no hubo corto al final?. Una lástima. De todas formas, su relato debería ser estudiado en la academias de cine, de lo difícil que es este mundillo. Si le llega a pillar su mujer en tanta rojo y con la mezcla de tripas y galletas... Bueno podría ser una idea para un nuevo troncho cinema. Mujer abnegada soporta las extravagancias de su marido. Animo que seguro le vemos algún día nominado en los Goya.
Ay, que cosas me dice Mr. Cahiers... No sé si tomármelo a cachondeo o casarme con usted...
Si algún día consigo una nominación al Goya, diré aquello de "y gracias a Pepe Cahiers, porque siempre confió en mi".
Respecto al corto, no. Está metido en una caja precintada y nunca verá la luz. Y menos ahora, que me asegura la nominación al Goya en el futuro. Si alguien viera eso sería un lastre para mi carrera.
Saludos consuegro!
O sea ha sido depositada en aquel almacén donde está el Arca Perdida.
Jajaja! Si, más o menos.
Aunque esta vez Indi lo va a tener un poco más chungo para encontrarlo.
Esto que te ha pasado resume perfectamente el drama del creador ya comentado por Ibsen en su obra Vildanden (El Pato Silvestre):
La ciclópea coartación de las libertades creativas debido a las ataduras que imponen las reglas y las costumbres sociales, la limitación cainita que supone una posición socioeconómica deprimida dentro de un sistema capitalista salvaje en la que el mecenazgo no intervencionista está irremediablemente descartado, y la incomprensión psicosocial del entorno del genio en una sociedad que se niega a oír la verdad, que sería su salvación, y que se aferra de forma suicida a sus mentiras desencadena, inexorablemente, en casos como el tuyo.
En palabras del propio Ibsen por boca del Dr. Redling, personaje de la obra ya referida: «La vida podría ser bastante agradable si no llamasen a la puerta esos acreedores reclamando el cumplimiento de los ideales a pobres hombres como nosotros».
Vamos, que tenías que haber hecho el corto del mendigo machacándose los cojones con un ladrillo desde el principio, en cuanto abandonaste ese camino en pos de la producción, te negaste como creador de realidades metafóricas y, por tanto, estabas condenado al fracaso. Vamos, que ahí es cuando la cagaste...
¡¡¡Ánimo, no tires la toalla, la Palme D'or du Cannes, el Grand Jury Prize of Sundance Film Festival o el Bafta Award(mira como se lo han dado a Almodóvar con la última mierda que ha presentado)te esperan!!!
¿Quién quiere un Goya cuando alguien que no entiende la lengua en la que piensas puede darte un premio mucho más prestigioso?
Es usted una persona sabía Almigmon... Cuanta razón tiene. Tendría que haber hecho lo del mendigo aplastandose los cojones...
Eso si, no se que manía les ha dado a todos con lo de los premios. Ni que eso significará algo.
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