lunes, 16 de agosto de 2010

LA HIJA DE DRÁCULA

"Hija mía, ayúdame. Ya no tengo fuerzas. También a los vampiros nos llega la hora de morir. Nadie lo sabe porque seguimos vivos a través de nuestros hijos. Ayúdame una última vez en este ocaso hacia la nada." Esto es lo que le dice Howard Vernon a Britt Nichols cuando está le ofrece una de sus víctimas para "alimentarse". La frase, al igual que toda la película, no deja de tener cierto aura poético y onírico que ahonda en el amor (el sexo) y la muerte, temas que ha tomado nuestro querido Jess Franco en incontadas ocasiones durante gran parte de su filmografía. En el caso que nos ocupa, el de La Hija de Drácula (nada que ver con el clásico de los años 30), hay incluso una secuencia que nos muestra estos temas de un modo aún más explícicto. En ella Nichols y Anne Libert hacen el amor, y Nichols termina por morder a su amante mientras esta no para de decirle "te quiero, te quiero...".
Aunque como suele pasar en los films del tío Jess, la historia se vuelve más y más abstracta, - también debido en parte a la dirección abrupta a la que nos tiene acostumbrados el director -, se podría decir que los vampiros interpretados por Vernon y Nichols no son otra cosa que alter egos o metáforas de los filtreos del conde Max Karlstein (Daniel White), mientras que Jess Franco, acompañado del (ambiguo) inspector de policia encarnado por Alberto Dalbés y el reportero interpretado por Fernando Bilbao intentan desenmascarle. Hay una secuencia bastante gráfica en la que vemos a Karlstein tocando el piano mientras Nichols-vampira hace el amor y asesina a otra de sus víctimas. De hecho, el vampiro encarnado por Vernon también se llama Karlstein. Es como si en los sotanos, lugar donde duerme ese vampiro, el tal Karlstein guardase sus "amores" (recordemos que en el film el sexo y la muerte están muy unidos).

Lamentablemente todos los "crímenes" de Karlstein son ocultados por otra de sus amantes Yelena Samarina, y el Karlstein-humano logra salir en libertad mientras que el vampiro sigue oculto en el sótano. Al llegar al final del film seremos testigos de como Franco y Samarina deciden comenzar una relación ya que esta última se ha quedado "sola". Franco, que en el fim interpreta a un tipo llamado Jefferson, accede aún sabiendo que ella no le "ama", pero antes decide ir al lugar dónde se esconden los vampiros y termina con ellos.


Es un final extraño pero bastante poético y a la vez triste. No sé, todavía no tengo muy claro lo que se me ha querido decir con ello pero me ha gustado. Yo diría a modo de colofón que Franco decide terminar con el rastro "amoroso" que le dejó White a Samarina y que podían estar personificados, como ya había dicho antes, en los vampiros interpretados por Vernon y Nichols. ¿No?

Una paranoia vamos.

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