A la mañana siguiente el ruido de una potente aspiradora despertó a Adam de un agradable sueño. Miró hacia la ventana y vio como la luz resplandeciente del día entraba a través de las cortinas blancas. Era un día estupendo. Sonriente se levantó, se dirigió al comedor, y efectivamente, allí estaba ella, la bella Eva pasando la aspiradora de un lado para otro. Eva era una chica cubana que Adam tenía contratada para que le limpiara el apartamento tres veces a la semana.
-Hola señor, ¿le he despertado? – dijo con una amplia sonrisa en los labios.
-No tranquila, me acababa de despertar.
Sabía perfectamente que le había despertado pero aún así siempre le hacía la misma pregunta mientras la vieja aspiradora zumbaba sin cesar.
-¿Ha dormido bien señor?
-Pues no muy bien querida.
-¿Y como es eso? ¿No le fue bien en el ejército?
-Digamos que algo así… - dijo dándole un aire misterioso y taciturno a sus palabras, y luego se sentó en el sofá con semblante preocupado - ¿Viste las noticias de ayer?
Inmediatamente Eva paró la aspiradora y miró a Adam aterrada.
-¿Las noticias? ¿Se refiere a lo del meteorito?
-Si, el dichoso meteorito. El asteroide Ekaf, un enorme cuerpo rocoso de 1500 kilómetros de diámetro que colisionará contra la tierra en menos de tres meses, a menos que se haga algo claro…
-¡Santo Dios! Precisamente estaba pensando en eso. ¡Es terrible!
-Dímelo a mí, – dijo sacando la pequeña llave del bolsillo del pantalón. – Tengo el terrible peso de siete mil millones de personas a las que salvar…
-¿Qué me está diciendo señor? – dijo sorprendida.
-Nunca te lo había dicho y la verdad es que no debería contártelo, pero me siento tan agobiado por tanta responsabilidad… ¡Y si no conseguimos abatirlo! – dijo llevándose las manos a la cabeza. – Querida Eva, el ejército piensa enviar un centenar de misiles nucleares para destruir al maldito asteroide antes de que choque contra la tierra, y yo soy el único que tiene la llave de seguridad y el encargado de introducir las coordenadas para destruirlo. Estoy muy nervioso… No puedo fallar un solo cálculo, sería fatal. – dijo con la voz temblorosa.
Eva se quedó perpleja ante la noticia, de repente descubrió que todavía había esperanza y sintió un gran alivio ante la posibilidad de que no terminaría todo con aquel peligroso meteorito.
-Conociéndole sé que lo hará muy bien y que el planeta entero está en buenas manos, no se preocupe – dijo acercándose a él y acariciándole la mejilla con sus delicados dedos.
-¿Tú crees? – insistió con los ojos llenos de lágrimas.
Eva sonrió y lo abrazó con todas sus fuerzas. No quedaba duda que aquello estaba funcionando, pero Adam debía hacer algo más, algo más… Y al instante, una brillante y certera lágrima cruzó su cara y se posó entre sus labios.
-¿Estás llorando mi amor? – dijo Eva emocionada –. No te preocupes, ya verás como lo harás muy bien -. Le levantó la cara y cuando se miraron a los ojos le dio un apasionado beso.
“Bingo” pensó Adam, ya tenía a Eva en el bote. Había sido más sencillo de lo que pensaba. Mucho más sencillo. Y de ese modo, una cosa llevó a la otra y en menos que canta un gallo, se encontró abrazado a ella y dándole empujones encima de la encimera de la cocina. Siempre había imaginado como sería hacer el amor con Eva, la principal fuente de sus deseos sexuales, y francamente aquello no le defraudó en absoluto. Eva era un torbellino, una auténtica máquina de follar. Adam jamás había visto a una mujer tener tantos orgasmos seguidos y más teniendo en cuenta que él estaba provisto de un diminuto micropene de dos centímetros, algo que a Eva pareció no importarle y con el gozó de una manera increíble. Una vez terminaron, se tumbaron en la cama y Adam realizó con su mirada un pequeño recorrido por cuerpo desnudo y sudoroso de Eva, comenzando por los pies y terminando en su hermoso rostro. Eva tenía un ligero color rojizo en las mejillas debido al ajetreo sexual que la hacía aún más bella de lo que era.
-¿Cómo te sientes ahora?– preguntó con los ojos cerrados y con una amplia sonrisa en los labios.
Adam rió levemente y le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja.
-Mucho mejor. Gracias.
Eva se levantó de la cama de un salto y lo abrazó mientras le daba besos por toda la cara. Por cada beso que le estampaba le soltaba un te quiero.
-Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero…
Mientras aquella belleza le abrazaba y le besaba, Adam sintió un profundo bienestar y descubrió que aquello era lo que quería ver todos los días de su vida. Quería volver a sentir a Eva, quería abrazarla, besarla. Quería volver a verla gozar mientras sus cuerpos desnudos se retozaban en cualquier parte del apartamento. Quería volver a escuchar de sus labios que le quería. Lo necesitaba. Así que, envalentonado por aquel gratificante bienestar que sentía e ilusionado por la idea, le preguntó a Eva si quería quedarse a vivir con él.
-¿Quedarme a vivir contigo?
Eva se quedó un minuto dubitativa sin saber que decir. Adam sabía que ella tenía a su familia en Cuba y que prácticamente se encontraba sola, así que le pareció una buena idea.
-Hola señor, ¿le he despertado? – dijo con una amplia sonrisa en los labios.
-No tranquila, me acababa de despertar.
Sabía perfectamente que le había despertado pero aún así siempre le hacía la misma pregunta mientras la vieja aspiradora zumbaba sin cesar.
-¿Ha dormido bien señor?
-Pues no muy bien querida.
-¿Y como es eso? ¿No le fue bien en el ejército?
-Digamos que algo así… - dijo dándole un aire misterioso y taciturno a sus palabras, y luego se sentó en el sofá con semblante preocupado - ¿Viste las noticias de ayer?
Inmediatamente Eva paró la aspiradora y miró a Adam aterrada.
-¿Las noticias? ¿Se refiere a lo del meteorito?
-Si, el dichoso meteorito. El asteroide Ekaf, un enorme cuerpo rocoso de 1500 kilómetros de diámetro que colisionará contra la tierra en menos de tres meses, a menos que se haga algo claro…
-¡Santo Dios! Precisamente estaba pensando en eso. ¡Es terrible!
-Dímelo a mí, – dijo sacando la pequeña llave del bolsillo del pantalón. – Tengo el terrible peso de siete mil millones de personas a las que salvar…
-¿Qué me está diciendo señor? – dijo sorprendida.
-Nunca te lo había dicho y la verdad es que no debería contártelo, pero me siento tan agobiado por tanta responsabilidad… ¡Y si no conseguimos abatirlo! – dijo llevándose las manos a la cabeza. – Querida Eva, el ejército piensa enviar un centenar de misiles nucleares para destruir al maldito asteroide antes de que choque contra la tierra, y yo soy el único que tiene la llave de seguridad y el encargado de introducir las coordenadas para destruirlo. Estoy muy nervioso… No puedo fallar un solo cálculo, sería fatal. – dijo con la voz temblorosa.
Eva se quedó perpleja ante la noticia, de repente descubrió que todavía había esperanza y sintió un gran alivio ante la posibilidad de que no terminaría todo con aquel peligroso meteorito.
-Conociéndole sé que lo hará muy bien y que el planeta entero está en buenas manos, no se preocupe – dijo acercándose a él y acariciándole la mejilla con sus delicados dedos.
-¿Tú crees? – insistió con los ojos llenos de lágrimas.
Eva sonrió y lo abrazó con todas sus fuerzas. No quedaba duda que aquello estaba funcionando, pero Adam debía hacer algo más, algo más… Y al instante, una brillante y certera lágrima cruzó su cara y se posó entre sus labios.
-¿Estás llorando mi amor? – dijo Eva emocionada –. No te preocupes, ya verás como lo harás muy bien -. Le levantó la cara y cuando se miraron a los ojos le dio un apasionado beso.
“Bingo” pensó Adam, ya tenía a Eva en el bote. Había sido más sencillo de lo que pensaba. Mucho más sencillo. Y de ese modo, una cosa llevó a la otra y en menos que canta un gallo, se encontró abrazado a ella y dándole empujones encima de la encimera de la cocina. Siempre había imaginado como sería hacer el amor con Eva, la principal fuente de sus deseos sexuales, y francamente aquello no le defraudó en absoluto. Eva era un torbellino, una auténtica máquina de follar. Adam jamás había visto a una mujer tener tantos orgasmos seguidos y más teniendo en cuenta que él estaba provisto de un diminuto micropene de dos centímetros, algo que a Eva pareció no importarle y con el gozó de una manera increíble. Una vez terminaron, se tumbaron en la cama y Adam realizó con su mirada un pequeño recorrido por cuerpo desnudo y sudoroso de Eva, comenzando por los pies y terminando en su hermoso rostro. Eva tenía un ligero color rojizo en las mejillas debido al ajetreo sexual que la hacía aún más bella de lo que era.
-¿Cómo te sientes ahora?– preguntó con los ojos cerrados y con una amplia sonrisa en los labios.
Adam rió levemente y le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja.
-Mucho mejor. Gracias.
Eva se levantó de la cama de un salto y lo abrazó mientras le daba besos por toda la cara. Por cada beso que le estampaba le soltaba un te quiero.
-Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero…
Mientras aquella belleza le abrazaba y le besaba, Adam sintió un profundo bienestar y descubrió que aquello era lo que quería ver todos los días de su vida. Quería volver a sentir a Eva, quería abrazarla, besarla. Quería volver a verla gozar mientras sus cuerpos desnudos se retozaban en cualquier parte del apartamento. Quería volver a escuchar de sus labios que le quería. Lo necesitaba. Así que, envalentonado por aquel gratificante bienestar que sentía e ilusionado por la idea, le preguntó a Eva si quería quedarse a vivir con él.
-¿Quedarme a vivir contigo?
Eva se quedó un minuto dubitativa sin saber que decir. Adam sabía que ella tenía a su familia en Cuba y que prácticamente se encontraba sola, así que le pareció una buena idea.
-¿Por qué no? Así podremos estar más tiempo juntos… A tú lado me siento realmente bien y sé que me ayudarás mucho.
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