viernes, 27 de junio de 2008

El Botón (Parte I)


¿Qué harías si el destino del planeta dependiera de ti?
Todo empezó el día que se anunció el fin del mundo por televisión. Adam comía en un tedio absoluto sin prestar mucha atención al televisor que había en el comedor del ejército, cuando un tipo se le acercó alterado y con el rostro desencajado gritando:
-¡Por Dios! ¿Has escuchado eso? ¡Un meteorito nos va a destruir!
Adam asintió sin demasiado énfasis y continuó comiendo meditabundo en mitad del relativo caos que había suscitado la noticia. Muchos soldados comenzaron a llamar a sus familiares preocupados por la noticia, otros caían abatidos al suelo llorando y sin parar de preguntarse a si mismos: “¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?...” Otros sencillamente unían las palmas de las manos y con los ojos cerrados intentaban visualizar a su particular Dios mientras le susurraban una serie de rezos ininteligibles.
Aquella misma tarde, cuando Adam acabó su jornada laboral se dispuso, como cada tarde, a comprar algo para cenar. Solía comprar algo de comida preparada en una estación de servicio y de vez en cuando la acompañaba con una película (normalmente pornográfica) para distraerse en la fría soledad del pequeño loft que tenía de alquiler. Cuando se dispuso a meter las bolsas de la compra dentro del maletero del coche, una sombra le agarró por detrás y le puso una pequeña navaja en el gaznate. En ese momento Adam recordó la noticia del meteorito y se preguntó si aquello sería verdaderamente el final de sus días y no el que había visto anunciado por televisión.
-No digas ni una palabra o te rajo hijo de puta – dijo apretando el filo de la navaja contra su piel. – Dame todo lo que tengas, rápido.
Adam metió la mano en el bolsillo de la chaqueta para coger su cartera, cuando se topó con la pequeña llave de la taquilla entre sus manos. Entonces, sin saber muy bien lo que iba hacer con certeza, la sacó y se la mostró al ladrón.
-¿Sabes lo que es esto? – dijo Adam en un tono extrañamente sereno para la situación que estaba viviendo.
-Una llave, ¿me tomas el pelo capullo? – dijo apretando el brazo e inmovilizándolo.
-Exacto, ¿pero sabes lo que abre? Esta pequeña e inofensiva llave es la que abre el compartimiento de seguridad para pulsar el botón.
-¿El botón?
-Si el botón, el famoso botón rojo, el botón capaz de activar un centenar de bombas atómicas. Escúchame con atención amigo porque lo que te voy a decir es muy importante. ¿Has visto hoy las noticias del mediodía? – al decir esto, el ladrón aflojó el brazo e inmediatamente prestó atención - Sabrás que un enorme meteorito se dirige hacia la Tierra, ¿verdad? Pues bien, yo trabajo en el ejército, si miras mi cartera podrás comprobarlo con mi identificación. Soy el encargado de disparar los misiles que abatirán el meteorito antes de que colisione contra nosotros. Así que por favor, déjame en paz. Como comprenderás, tengo una gran misión que cumplir y lo último que necesito es que alguien me asalte en mitad de la calle.
El ladrón se quedó perplejo: tenía delante de él a la persona más importante del planeta y se estaba atreviendo a atracarle. De repente comenzó a sentirse sucio y como un estúpido. Se sintió avergonzado al verse a si mismo con aquella navaja en sus manos y amenazando al salvador del planeta. “¿Qué demonios estoy haciendo?” se preguntó mientras la dulce voz de la presentadora del telenoticias volvió a su mente recordándole el siniestro final del mundo.
-Lo siento – dijo, y acto seguido arrancó a correr hasta perderse en la lejanía.
Adam no acababa de creerse lo que le había ocurrido, se le había abierto un amplio abanico de ventajas gracias a un imaginario botón y a la pequeña llave de su taquilla. ¡Era increíble! En un estado casi eufórico, Adam llegó a su pequeño loft y cenó unos precalentados spaghetti con salsa boloñesa. Aquella noche había decidido no acompañar aquella cena con el visionado de ninguna película, se le había ocurrido una magnifica idea…

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