viernes, 27 de junio de 2008

El Botón (Parte III)


Entonces Eva volvió a sonreír como solo ella era capaz de hacerlo y aceptó la oferta de Adam encantada.
-Está bien, me quedo contigo – dijo abrazándole de nuevo y estampándole besos por toda la cara -. Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero…
“Esto es lo mejor que me podía pasar”, pensó Adam con el estomago encogido por la emoción. Por fin tenía a alguien a su lado a quien querer y con el que sentirse querido, y era nada más y nada menos que Eva, la cubana que si inmiscuía cada noche en sus sueños húmedos. Pero entonces ocurrió algo. Algo verdaderamente terrible. Por primera vez, Adam sintió un pánico atroz al recordar que aquel maldito asteroide iba a colisionar contra la Tierra y que él no iba a disparar ningún misil para pararlo. Ahora tenía algo muy valioso que no quería perder y el miedo se apoderó de su cuerpo.
-¿Qué te pasa?
-Nada, tan solo he vuelto a pensar en…
Eva le tapó la boca con el dedo índice impidiendo así que terminara la frase.
-No te preocupes mi vida… No te preocupes, ya verás como todo saldrá bien.
Ambos se abrazaron y Adam comenzó a llorar. Esta vez las lágrimas que brotaban de sus ojos eran de verdad. ¿Cómo no se iba a preocupar? Eva creía que había salvación pero probablemente la Tierra se reduciría a nada en menos de tres meses. “Aunque un momento”, pensó, “que yo no vaya a disparar ningún misil no significa que no se vayan a disparar de verdad”. ¡Claro! Si él había sido capaz de pensar en aquel plan para salvar el mundo, lo más lógico era que los altos mandos del ejercito también lo hicieran. Así que el meteorito finalmente se destruiría y él se atribuiría los méritos ante Eva. Solo ante ella. Y así podrían continuar con su bonita historia de amor. Se casarían, tendrían hijos, se verían envejecer el uno al otro y ella le cuidaría hasta el final de sus días…
Pero algo volvió a sacudir la mente de Adam con tanta violencia como la imagen de aquel meteorito colisionando contra la Tierra. “¿Y si nos salvamos?” Pensó. “¿Eva querrá continuar viviendo conmigo o se marchara?” Lo único que ella sabía de él era que iba a salvar el mundo, y aparentemente, eso era lo que había hecho que Eva se enamorase de él. Tan solo eso. Antes ella jamás había dado una sola muestra de cariño hacia Adam, tan solo las típicas conversaciones cordiales que se suelen mantener en el terreno de lo profesional. Después de que el meteorito fuese destruido, Eva ya no se sentiría obligada a nada, ya habría pasado el peligro y quedaría libre de tomar cualquier decisión. Podría decirle: “Lo siento mucho, pero me he dado cuenta que no te quiero”, o tal vez, “lo siento pero tengo que volver a Cuba. Adios”. Cualquier excusa sería buena para alejarse de su lado después que el peligro cesase.
-Bueno me tengo que ir, tengo que marchar corriendo a limpiar otro piso. ¡Se me ha hecho tardísimo! – dijo mirando el reloj -. Mañana traeré las maletas, ¿de acuerdo?
Adam asintió sonriendo mientras aquella incertidumbre le reconcomía por dentro como el cáncer. Cuando se vistió, la acompañó a la salida y esperó junto a ella la llegada del ascensor. Eva lo miraba acarameladamente y él intentaba parecer lo más sereno posible.
-Hasta mañana mi amor – después se acercó a su oído y le susurró -. Me muero de ganas de volver a follar contigo.
“Follar… Quien sabe si no habrá fingido también sus orgasmos”, pensó. Entonces cayó en la cuenta que aquella terrible invención suya había sido un arma de doble filo con la que jamás debía haber jugado. No era ni el meteorito, ni la incertidumbre que sentía por los verdaderos sentimientos de Eva. Era aquel maldito botón el que lo había estropeado todo.
Eva se metió en el ascensor mientras lo miraba a través del cristal con su preciosa sonrisa, apretó el botón de bajada, le dijo adiós con la mano y enseguida el ascensor comenzó a descender. Su imagen se iba desvaneciendo poco a poco y cuando el ascensor se perdió a través de los pisos inferiores, Adam escuchó que Eva le decía algo desde la lejanía:
-Te quiero, hasta mañana…
Pero Adam estaba tan ofuscado en sus pensamientos y Eva estaba ya tan lejos, que no consiguió adivinar lo que le decía.
-Hasta mañana – se atrevió a decir.
THE END

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