(ESTE POST CONTIENE SPOILERS)
En un momento de “Her”, la última
película de Spike Jonze, Samantha, el sistema operativo al que le
pone voz Scarlett Johanson, dice: “todos escribimos nuestro propio
pasado” y, efectivamente, así es y de eso trata en realidad el
film. Es decir, de las relaciones basadas en nuestras propias
experiencias. Hace unos días leía una “entrevista” para el
diario El Mundo (Aquí),
en la que el director se mostraba esquivo y, por qué no decirlo,
algo arisco a las preguntas del periodista. Supongo que todos sabemos
más o menos de qué va la película y su argumento, pero en ella
Jonze respondía cosas como “¿realmente cree que mi película
trata de un hombre enamorado de una máquina?” o “¿de verdad
cree que mi película trata sobre el futuro?”. ¿A qué se debía estas respuestas tan tajantes? Hasta que no vi la película no conseguí averiguarlo.
En “Her” Joaquin
Phoenix (magistral como siempre) encarna a un tipo solitario y algo
atormentado tras la ruptura de su matrimonio que encuentra a alguien que le hace olvidarla (al menos aparentemente); y ese “alguien” es
Samantha, un hiperinteligente sistema operativo que instala en su
ordenador. A bote pronto uno puede pensar que se trata de un film
sobre la soledad. De cómo las personas (o más bien la sociedad) nos
aislamos gracias a las nuevas tecnologías (por medio de las redes
sociales y demás) y, en parte, supongo que también lo trata
(durante la cinta vemos varias veces a la gente hablando sola - como
si fueran auténticos majaras – a través de sus teléfonos
móviles). Sin embargo, si se le presta atención al personaje
virtual de Samantha, nos damos cuenta que los palos van más bien por
otro lado.
Samantha se nos presenta como un
sistema operativo muy inteligente que basa su comportamiento en las
experiencias que vive. Durante el metraje de “Her” vemos el
progresivo comportamiento de “alguien” que está descubriendo
todo lo que le rodea. “Alguien” que, lógicamente, crea su propia
identidad basándose en su relación con Theodore (Phoenix). Como ya
sabéis, ambos se enamoran, y Theo “enseña” a Samantha muchas
cosas nuevas que ella nunca había experimentado previamente:
enfadarse, odiar, tener celos, desear… Y aquí viene el kit de la
cuestión: “Her” trata de cómo nos relacionamos con los demás y
cómo ese amor que solemos sentir los unos con los otros no es puro
sino que más bien contaminado. Me explico.
Una vez más voy a utilizar las
palabras de otro para expresarme de un modo más apropiado y quien
mejor que Krishnamurti para lograrlo. Krhisnamurti en su libro “Sobre
el amor y la soledad” explicaba que nuestra mente se somete y
amolda a los patrones impuestos por nuestra sociedad, obligándonos a
imitar actitudes por temor. Es decir, vamos a la escuela, nos
casamos, nos reproducimos, etc, porque es lo que se nos ha enseñado
desde pequeños… Sin embargo cuando entramos en este terreno
dejamos de hacer algo muy importante: dejamos de ser libres.
Krishnamurti lo cuenta de la siguiente manera: “una mente que se
amolda a un patrón de placer, o a lo que ella piensa que es amor,
jamás puede saber qué es amor”, explica. El placer, según el
sabio hindú, es alimentado por el pensamiento, por lo que el
pensamiento no es amor. ¿Y por qué?, se preguntarán. Pues porque
en el momento en el que pensamos, por norma general, utilizamos
nuestra propia experiencia (nuestro pasado) en búsqueda del tan
ansiado placer. En “Her”, Theodore recuerda en más de una
ocasión su relación con su ex Catherine (Rooney Mara) y eso le
causa angustia o consuelo, y le impide relacionarse con otras
mujeres. El recuerdo lleno de sentimientos nocivos que tiene de ella
todavía no se ha borrado y por lo tanto, no es hasta que conoce a
Samantha, cuando decide pasar página. Sin embargo poco tiempo
después comprobamos nuevamente que el amor que sienten ambos también
está contaminado de temores y deseos, que ponen en peligro la
relación. Algo bastante habitual en la vida cotidiana. No nos damos
cuenta de que no afrontamos las relaciones con los demás de un modo
libre. Tememos perder a alguien o deseamos a alguien porque es lo que
nuestra mente ha forjado durante nuestra experiencia. Utilizamos
nuestro pasado en nuestras relaciones constantemente y eso nos impide
experimentar un amor verdadero y no corrompido. Sentimos odio o amor
hacia los demás porque recordamos algo que nos ha ocurrido y
basándonos en eso (en nuestro pasado, nuestra experiencia, repito),
actuamos de una manera u otra. Así que, aunque lo creamos, no somos
libres y Theodore, desde luego, tampoco lo es. Vivimos esclavizados
por nuestros propios sentimientos y dejamos que estos nos moldeen.
Nos aferramos a ellos (creemos por ejemplo que los demás nos pertenecen y no es así) y por lo tanto, no conseguimos ser felices (o
al menos no plenamente).
Como ya he explicado antes, Samantha
comienza a conocer junto a Theodore cosas que nunca antes había
experimentado (celos, deseo, placer), pero al ser una “inteligencia
superior” (un ente incorpóreo) su búsqueda de experiencias avanza a una velocidad
pasmosa y al final de la cinta - y entrar en contacto con otros
sistemas operativos igual de inteligentes que ella - alcanza una
suerte de iluminación que le permite sentir un amor que va más allá
de sus vivencias y que niega la apropiación de los sentimientos.
Krishnamurti explicaba en ese libro: “¿Han visto ustedes alguna
vez las palmeras sobre una colina solitaria? ¡Qué maravilloso es
eso! ¿O un árbol solitario en medio del campo? Yo quiero mirar
eso, quiero disfrutarlo, pero no deseo reducirlo a un feo e
insignificante placer. Y el pensamiento lo reducirá a eso”.
Puede que después de estos pequeños
apuntes que he marcado – lógicamente se debería leer más sobre
lo que nos explicaba Krishnamurti y, más aún, ver la película -, se comprenda mejor esa última
carta que escribe Theodore a Catherine (en la que le desea un amor
incondicional, esté donde esté y haga lo que haga), y que, más que
como una comedia romántica con elementos ci-fi, “Her” pueda ser vista como
una película tremendamente espiritual. O al menos, después de esto,
podamos entender porque Jonze se indignaba con las preguntas del periodista. Quién
sabe.
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