viernes, 28 de febrero de 2014

HER (2013): O LA BÚSQUEDA DEL AMOR PURO


(ESTE POST CONTIENE SPOILERS)

En un momento de “Her”, la última película de Spike Jonze, Samantha, el sistema operativo al que le pone voz Scarlett Johanson, dice: “todos escribimos nuestro propio pasado” y, efectivamente, así es y de eso trata en realidad el film. Es decir, de las relaciones basadas en nuestras propias experiencias. Hace unos días leía una “entrevista” para el diario El Mundo (Aquí), en la que el director se mostraba esquivo y, por qué no decirlo, algo arisco a las preguntas del periodista. Supongo que todos sabemos más o menos de qué va la película y su argumento, pero en ella Jonze respondía cosas como “¿realmente cree que mi película trata de un hombre enamorado de una máquina?” o “¿de verdad cree que mi película trata sobre el futuro?”. ¿A qué se debía estas respuestas tan tajantes? Hasta que no vi la película no conseguí averiguarlo. 

En “Her” Joaquin Phoenix (magistral como siempre) encarna a un tipo solitario y algo atormentado tras la ruptura de su matrimonio que encuentra a alguien que le hace olvidarla (al menos aparentemente); y ese “alguien” es Samantha, un hiperinteligente sistema operativo que instala en su ordenador. A bote pronto uno puede pensar que se trata de un film sobre la soledad. De cómo las personas (o más bien la sociedad) nos aislamos gracias a las nuevas tecnologías (por medio de las redes sociales y demás) y, en parte, supongo que también lo trata (durante la cinta vemos varias veces a la gente hablando sola - como si fueran auténticos majaras – a través de sus teléfonos móviles). Sin embargo, si se le presta atención al personaje virtual de Samantha, nos damos cuenta que los palos van más bien por otro lado.


Samantha se nos presenta como un sistema operativo muy inteligente que basa su comportamiento en las experiencias que vive. Durante el metraje de “Her” vemos el progresivo comportamiento de “alguien” que está descubriendo todo lo que le rodea. “Alguien” que, lógicamente, crea su propia identidad basándose en su relación con Theodore (Phoenix). Como ya sabéis, ambos se enamoran, y Theo “enseña” a Samantha muchas cosas nuevas que ella nunca había experimentado previamente: enfadarse, odiar, tener celos, desear… Y aquí viene el kit de la cuestión: “Her” trata de cómo nos relacionamos con los demás y cómo ese amor que solemos sentir los unos con los otros no es puro sino que más bien contaminado. Me explico.

Una vez más voy a utilizar las palabras de otro para expresarme de un modo más apropiado y quien mejor que Krishnamurti para lograrlo. Krhisnamurti en su libro “Sobre el amor y la soledad” explicaba que nuestra mente se somete y amolda a los patrones impuestos por nuestra sociedad, obligándonos a imitar actitudes por temor. Es decir, vamos a la escuela, nos casamos, nos reproducimos, etc, porque es lo que se nos ha enseñado desde pequeños… Sin embargo cuando entramos en este terreno dejamos de hacer algo muy importante: dejamos de ser libres. Krishnamurti lo cuenta de la siguiente manera: “una mente que se amolda a un patrón de placer, o a lo que ella piensa que es amor, jamás puede saber qué es amor”, explica. El placer, según el sabio hindú, es alimentado por el pensamiento, por lo que el pensamiento no es amor. ¿Y por qué?, se preguntarán. Pues porque en el momento en el que pensamos, por norma general, utilizamos nuestra propia experiencia (nuestro pasado) en búsqueda del tan ansiado placer. En “Her”, Theodore recuerda en más de una ocasión su relación con su ex Catherine (Rooney Mara) y eso le causa angustia o consuelo, y le impide relacionarse con otras mujeres. El recuerdo lleno de sentimientos nocivos que tiene de ella todavía no se ha borrado y por lo tanto, no es hasta que conoce a Samantha, cuando decide pasar página. Sin embargo poco tiempo después comprobamos nuevamente que el amor que sienten ambos también está contaminado de temores y deseos, que ponen en peligro la relación. Algo bastante habitual en la vida cotidiana. No nos damos cuenta de que no afrontamos las relaciones con los demás de un modo libre. Tememos perder a alguien o deseamos a alguien porque es lo que nuestra mente ha forjado durante nuestra experiencia. Utilizamos nuestro pasado en nuestras relaciones constantemente y eso nos impide experimentar un amor verdadero y no corrompido. Sentimos odio o amor hacia los demás porque recordamos algo que nos ha ocurrido y basándonos en eso (en nuestro pasado, nuestra experiencia, repito), actuamos de una manera u otra. Así que, aunque lo creamos, no somos libres y Theodore, desde luego, tampoco lo es. Vivimos esclavizados por nuestros propios sentimientos y dejamos que estos nos moldeen. Nos aferramos a ellos (creemos por ejemplo que los demás nos pertenecen y no es así) y por lo tanto, no conseguimos ser felices (o al menos no plenamente).


Como ya he explicado antes, Samantha comienza a conocer junto a Theodore cosas que nunca antes había experimentado (celos, deseo, placer), pero al ser una “inteligencia superior” (un ente incorpóreo) su búsqueda de experiencias avanza a una velocidad pasmosa y al final de la cinta - y entrar en contacto con otros sistemas operativos igual de inteligentes que ella - alcanza una suerte de iluminación que le permite sentir un amor que va más allá de sus vivencias y que niega la apropiación de los sentimientos. Krishnamurti explicaba en ese libro: “¿Han visto ustedes alguna vez las palmeras sobre una colina solitaria? ¡Qué maravilloso es eso! ¿O un árbol solitario en medio del campo? Yo quiero mirar eso, quiero disfrutarlo, pero no deseo reducirlo a un feo e insignificante placer. Y el pensamiento lo reducirá a eso”.

Puede que después de estos pequeños apuntes que he marcado – lógicamente se debería leer más sobre lo que nos explicaba Krishnamurti y, más aún, ver la película -, se comprenda mejor esa última carta que escribe Theodore a Catherine (en la que le desea un amor incondicional, esté donde esté y haga lo que haga), y que, más que como una comedia romántica con elementos ci-fi, “Her” pueda ser vista como una película tremendamente espiritual. O al menos, después de esto, podamos entender porque Jonze se indignaba con las preguntas del periodista. Quién sabe.


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