martes, 5 de noviembre de 2013

SPIDER BABY (1968)



Aunque no ha corrido la misma suerte que otros ilustres miembros de la factoría Corman, como es el caso de Francis Ford Coppola o el recién retirado Jack Nicholson, Jack Hill ha sido uno de los artistas más rentables surgidos de ella. Entre sus méritos se encuentra el haber sido el descubridor de Pam Grier, además de uno de los mayores y más conocidos cultivadores de subgéneros de la popularidad del wip o el blaxploitation, con títulos tan vitales como The Big Bird Cage o Foxy Brown. Sin embargo, en un principio la intención de Hill no era dirigir, sino la de componer bandas sonoras para películas[1], tarea que curiosamente no ha llegado a desempeñar a lo largo de su carrera. Quizás sea porque, tras realizar un primer corto en la universidad titulado The Host – en el que colaboraría con uno de sus actores fetiche, Sid Haig -, Hill se animó a seguir profundizando en el cine, entrando a trabajar para el ingenioso Roger Corman, con el que se inició rodando insertos para películas, editando o haciendo de director de fotografía, en muchos de los casos sin que ni siquiera llegara a acreditarse su trabajo. No sería hasta su encuentro a finales de los sesenta con Gil Lasky y Paul Monka, unos constructores que querían producir una cinta de terror, que Jack Hill tendría por fin la oportunidad de hacer su propia película.


Llegada la hora, Hill hizo gala de todo lo aprendido junto a Corman. Para su debut redujo el plan de rodaje a apenas doce días, no conformándose con colocarse únicamente detrás de las cámaras, sino que además se encargó tanto de las tareas de guion como del montaje de la película, obteniendo unos resultados que, vistos hoy día, resultan mucho más significativos de lo que cabría esperar en un principio. Spider Baby or, the Maddest Story Ever Told es una película de terror macabro llena de humor negro que, aunque no se suele utilizar como ejemplo, hizo tanto por modernizar el género como La semilla del diablo, El héroe anda suelto o La noche de los muertos vivientes películas que, tal y como apunta Jason Zinoman en su imprescindible libro Sesión sangrienta[2], fueron las precursoras del nuevo cine de terror. De hecho, no es fortuito sacar a colación las películas de Polanski, Bogdanovich y Romero, respectivamente, teniendo en cuenta que, al igual que la de Hill, datan su fecha de estreno en 1968[3]. De este modo, si en La semilla del diablo no sabíamos si el mal era real o fruto de la imaginación de su protagonista, en El héroe anda suelto quedaba patente que los miedos de fantasía habían quedado eclipsados por otro tipo de terror más real, y en La noche de los muertos vivientes se omitía el origen del horror además de hacerse una (involuntaria) crítica contra la América racista[4], Spider Baby, con su ambiente enfermizo, su erotismo, esas pinceladas gore y esa familia de locos caníbales, también fue un paso más allá de las típicas películas de terror que se estrenaban por aquellas fechas, no siendo muy difícil ver en ella la antesala de la posterior La matanza de Texas de Tobe Hooper, de la que adelanta detalles argumentales e incluso escenográficos.


Es indudable que a finales de los sesenta los Estados Unidos estaban cambiando. La guerra de Vietnam, el movimiento hippy, la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos y de las mujeres, entre otros temas, causaban cierto temor en la sociedad norteamericana más tradicional, y toda esa paranoia quedó de algún modo reflejada en Spider Baby. Los cambios que promovía la juventud representaban un peligro, y Jack Hill no dudó en plasmar ese sentimiento en el desquiciado trío protagonista – encarnados magistralmente por Beverly Washburn, Jill Banner y Sid Haig -, al que no por casualidad, y utilizando un acertado sentido del humor muy negro, le concedió además el papel de víctimas. Pero tampoco es casual que quien les otorgue cierto indulto a estos pobres desgraciados sea el personaje al que interpreta el que fuera una de las principales estrellas del cine de terror de la Universal: Lon Chaney Jr. Si en la antes citada El héroe anda suelto, Boris Karloff[5] era esa vieja estrella de cine (en el que habitaban monstruos, vampiros y fantasmas) que se enfrentaba a una nueva forma de horror más real – y, por tanto, más sobrecogedor – que acompañaba a los nuevos tiempos, en Spider Baby Lon Chaney Jr. cobra una labor mucho más tolerante con el modernismo. No por menos ellos – la juventud americana -, son los que de algún modo mantienen viva la llama de esas viejas películas de terror en las que aparecía el actor, gracias a las reposiciones televisivas; y no olvidemos que es el mismo Chaney el que se encarga de entonar la canción que escuchamos durante los títulos animados y en la que se sugiere ese relevo de “monstruos” en el cine de terror al decir textualmente: “Frankenstein, Drácula y también la momia, seguro que acabarán en la barriga de alguno”.



Pero aunque la comparación resulta algo más o menos inevitable, las diferencias entre la cinta de Hill y Hooper son más que sustanciales. Y no sólo por el tono cómico que despide Spider Baby, sino por el enfoque tan distinto que Hooper otorga a sus víctimas y verdugos en su posterior obra de 1974. Si bien es verdad que en ambos casos estamos ante una familia caníbal endogámica cuya cordura  flaquea y que vive apartada del resto de la sociedad, la batalla entre la modernidad y el conservadurismo que en ambas se da es totalmente opuesta: mientras que en la de Hooper es la juventud la que se enfrenta al azote reaccionario y violento que representa la familia Sawyer (que de algún modo castiga sus pecados y su carácter impío), en la de Hill los Merrye son los que tienen que luchar contra el tradicionalismo representado por los veteranos personajes del abogado y una parienta lejana de la familia que reclama la propiedad junto a otro pariente más joven. Curiosamente, este personaje – simpático y amable para más señas – es, en unión a la también joven secretaria del abogado, el contrapunto a los verdaderos malos de la película: los “viejos”. De ese modo el tradicionalismo se topará de bruces con la estrambótica familia Merry – llamando especialmente la atención que el abogado insista en que los tres huérfanos no hayan sido escolarizados en su infancia, es decir, que no hayan sido incorporados al sistema -, mientras que la otra pareja no parece ver el peligro que representan, llegando a tolerarles a pesar de sus taras e, incluso, sentirse cómodos con ellos.

Una pista más del carácter reaccionario de estos personajes maduros la hallamos en la caracterización del personaje interpretado por Karl Schanzer y su minúsculo bigote a lo Hitler o en la naturaleza marcadamente reprimida de la solterona a la que encarna Carol Ohmart. Por otra parte, toda la fiebre caníbal que se desata en la película es justificada por una enfermedad llamada el “síndrome Merrye” – la cual, lógicamente, solo sufren los integrantes de esta familia -, cuyos efectos son la regresión mental de los afectados al llegar a la pubertad, hasta despertar en ellos un peligroso instinto homicida y caníbal[6]. Junto a ellos tenemos a Bruno, el cochero de la familia interpretado por Lon Chaney Jr., quien prometió en el lecho de muerte del patriarca de los Merrye que cuidaría de sus hijos, además de comprenderlos y, lo más llamativo de todo, a no odiarlos por su comportamiento, cosa que el fiel y bondadoso chófer cumple con creces, tal y como queda demostrado a lo largo del metraje.


Puede decirse que a raíz de Spider Baby los choques generacionales seguirían sucediéndose a lo largo de distintas películas del género, pero desde un punto de vista mucho más carca, sobre todo con el nacimiento del slasher (con títulos como Halloween o Viernes 13 y sus continúas secuelas), género al que, por otro lado, siempre se le ha buscado su origen (así a grandes rasgos) en el Psicosis de Hitchcock, el giallo o en cintas como la de Hooper o la muy reivindicable Navidades negras de Bob Clark; claro que, en vista de lo expuesto, habría que concederle a esta pequeña película (casi olvidada) la importancia y atención que se merece como precursora de esta corriente. Todos los que amamos el cine de terror somos de algún modo descendientes de los Merrye.


[1] Es como si en primera instancia Jack Hill pretendiera aunar el mundo del cine y la música, y de ese modo las profesiones de sus progenitores: su madre era profesora de música y su padre, Roland E. Hill, trabajó en el departamento de arte de películas como la versión Disney de 20.000 leguas de viaje submarino o la serie de televisión Crossroads.
[2] Sesión sangrienta (Editado por T&B, 2012).
[3] Aunque, a decir verdad, Spider Baby se rodó en 1964, no siendo distribuida  hasta cuatro años más tarde debido a problemas financieros de sus productores.
[4] Romero siempre ha declarado que la elección de Duane Jones para protagonizar el film no fue por su color de piel, sino porque era el actor más idóneo para desempeñar el papel.
[5] Como un apunte más, Jack Hill se encargó de filmar la que sería la última aparición de Boris Karloff en el cine, con un material que sería utilizado posteriormente para formar parte del metraje de las coproducciones mejicanas La isla de los muertos Invasión siniestra.
[6] Sin ir más lejos (SPOILER), el final de la cinta sugiere que el (recordemos, joven y simpático) pariente lejano de los Merrye también ha traspasado a su hija la enfermedad que arrastraban sus ancestros. Es como si el intento por parte de los “viejos” por perpetuar las tradiciones a través de estos jovencitos no hubiera surtido efecto, y ese “peligro” siguiera estando presente en las futuras generaciones. Por no hablar que dicha enfermedad se reproduzca precisamente en la pubertad, edad por antonomasia de la rebeldía.

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