Recientemente
se ha estrenado el enésimo intento de resucitar a Superman de mano de dos de
los máximos responsables de las adaptaciones de cómics a celuloide más
controvertidas de los últimos tiempos. Y es que a la hora de adaptar las
historietas de cualquier famoso superhéroe nadie parece estar conforme del todo
con el resultado… Tanto la E-X-C-E-L-E-N-T-E
Watchmen (una obra inadaptable
según muchos) de Snyder, como el tono realista (y jamesbondiano) de la
última trilogía del hombre murciélago llevada a cabo por Nolan, han sido
acogidas y rechazadas a partes iguales por parte de crítica y público, si bien
en el caso de Snyder su labor se encuentre cada vez más cuestionada debido al
moderado éxito de sus últimos trabajos. Las adaptaciones de cómics siempre
suscitarán este tipo de problemas y si, por ejemplo, en su momento se echaban los trastos a la
cabeza a Richard Lester por el tono humorístico que otorgó a Superman III, habrá quien ahora diga que
a esta nueva revisión del hombre de Krypton le hace falta precisamente ese
humor del que hizo gala aquella película. Las contradicciones entre lo que
debería o no tener están a la orden del día, sin que nadie parezca llegar a un
acuerdo… Nadie se aclara y no sabemos si
la cinta de Snyder peca de ser artificiosa y poco profunda, o de ser un coñazo
grandilocuente.
En
primer caso, la máxima de la que parten la mayoría de las reseñas sobre el film
de Snyder es que es impersonal y, según dicen, lo es porque la sombra de
Christopher Nolan (en funciones de productor y guionista junto a David S.
Goyer) no ha permitido que los espectadores podamos ver el Superman que Zack
Snyder hubiera querido hacer. Estoy de acuerdo en que el libreto de El hombre de acero no es precisamente un
ejemplo de guión perfecto, que tiene lagunas y que algunos personajes están
desaprovechados (algo que también le ocurría al cierre de la trilogía del
Caballero Oscuro), pero es incuestionable que la visión de Snyder permanece por
mucho Nolan que tenga detrás; y esto se percibe sobre todo por las continuas
acusaciones de vacuidad y pomposidad que ha recibido la película
(recriminaciones que siempre han acompañado al director de 300 y que se cebaron con una de sus mejores películas: la genial e
incomprendida Sucker Punch). Otra de
las trabas a las que se ha tenido que enfrentar es que aún queriéndole dar un
nuevo enfoque, Snyder (o Nolan, depende) no ha sido capaz de desconectar de las
anteriores películas del superhéroe de Krypton, cosa que encuentro de lo más
extraño, ya que si por algo se puede caracterizar esta película es precisamente
por su gigantesco empeño de distanciarse de los trabajos de Donner, Lester y
compañía, aunque eso no impida que aparezcan personajes vistos en las
anteriores películas o se hagan algunos guiños al universo fílmico de Superman
(de hecho, hay hasta uno dedicado a “Supergirl”).
Todo el
trasfondo judeocristiano, el tono épico y serio de este nuevo Superman, es otro
de los continuos achaques a los que se ha visto sometida la cinta de Snyder.
Por poner un ejemplo, en la interesantísima (y muy acertada) reseña de Jesús
Marugán para el Confidencial,
el crítico pone de relieve algunas de las libertades que la película se toma
respecto a sus predecesoras (y al cómic). Licencias tales como “oscurecer” a
Superman o deformar su espíritu altamente altruista, no hacen más que enfurecer
a los fans, por lo que creo que lo más adecuado que debe hacer uno antes de ver
El hombre de acero es preguntarse:
¿Realmente quiero volver a ver el Superman
de Richard Donner? O, ¿hasta qué punto quiero que este nuevo Superman tenga
algo que ver con las anteriores? La respuesta salta a la vista: sólo basta
recordar los resultados obtenidos por la (bajo mi humilde opinión) soporífera Superman Returns de Brian Singer.
Puede
que El hombre de acero, con todos sus
fallos de guión (y esa dudosa elección de fragmentarlo a base de flashbacks),
cuente más cosas sobre Superman que cualquier película anterior. Lo malo es que
lo que cuenta de Superman nada tiene que ver con lo que se nos venía contando
con anterioridad. Y claro, ese es su principal problema y lo que no perdonan
muchos. Sin embargo, quizás lo más interesante de la película de Snyder sea la
búsqueda que realiza Kal-el por encontrar su hueco en la humanidad y no al
contrario. Es decir, si en las películas de superhéroes el humano es quien debe
adaptarse a sus súper poderes, el caso que nos ocupa parece haber aposentado su
historia sobre uno de los pasajes que contenía “Los superhéroes y la filosofía”
(Ed. Tim y Matt Morris, publicada por Blackie Books) o que se citaba en uno de
los monólogos más recordados de Kill Bill
Vol. 2 (y en el que, claro está, se ponía como ejemplo a Superman), pues en
El hombre de acero es el héroe el que
debe adaptarse a la humanidad y, lógicamente, encontrar un “disfraz” con el
cual pasar desapercibido y no ser reconocido, cosa que en el Superman de Richard Donner no ocurría ya
que, recordemos, Clark Kent era un periodista de Daily Planet desde el principio,
y se dejaba en el aire como había llegado hasta allí. En lo que respecta al
elenco de actores, los que mejor salen parados son Russel Crowe y Kevin Costner
– curiosamente el padre biológico y putativo de Superman, respectivamente -,
siendo este último el que sobresale del resto con su pequeño pero
importantísimo papel de Jonathan Kent. En cuanto a la elección de Henry Cavill
para encarnar a Kal-el, resulta inevitable que se le compare con el malogrado
Cristopher Reeve e incluso con el acartonado Superman de Brandon Routh, pero la
verdad es que Cavill elabora una interpretación bastante convincente y, ahora
que los metrosexuales parecen dominar el mundo, su pelo en el pecho arroja algo
de luz y esperanza a los que clamamos aquello de “donde hay pelo hay alegría”.
Estamos
de acuerdo en que quizás este “Hombre de acero” no es tan perfecto como se
esperaba. Los citados fallos de guión, esos personajes desaprovechados o la
preocupante iniciativa de los guionistas por “descubrir” la verdadera identidad
del héroe a la partenaire de turno para así poder iniciar la inevitable
historia de amor parecen enfriar las expectativas que uno pueda tener al
principio; pero mucho me temo que, aún siguiendo Nolan/Snyder detrás de la
franquicia en futuras entregas, con la secuela podría ocurrir algo parecido a
lo que pasó con la segunda parte de Spider-man
de Sam Raimi: si en la primera entrega de las aventuras del hombre arácnido
apenas quedaba espacio para desarrollar un malvado tan importante como lo era
el Duende Verde, con Spider-man 2
Raimi pudo explayarse y complementar su discurso con excelentes resultados,
revalorizando de algún modo los logros de la primera película. Así pues, como
antesala a futuras entregas, El hombre de
acero abre puertas muy interesantes y necesarias que van más allá del canon
establecido por Donner y compañía, por lo que, al menos de momento, el que esto
escribe todavía tiene fe en este nuevo “Hombre de acero”.
2 comentarios:
Recién aterrizado de unas agotadoras vacaciones, me paro en su blog y me alegra de que exista alguien que no le sacuda con saña a esta nueva versión de Superman, que por cierto aún no he tenido ocasión de ver, pero me temo que tras tanta crítica se esconde un odio creciente a Nolan que me parece injustificado de todas todas.
¡increible,una critica del hombre de acero (decir Superman está prohibido)y no has citado la falta de los calzoncillos! Ahora queda el estreno español de los zombis del Braspis,que según dicen no se parece en nada a la novela.
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