lunes, 11 de febrero de 2013

BELLAS BESTIAS Y VICEVERSA



Con la llegada del pequeño Lazoworks Jr., un servidor se ve obligado a volver de alguna manera a su infancia y rememorar algunas películas que vio a muy tierna edad. De ese modo he vuelto a encontrarme con el clásico de Disney “La Bella y la Bestia”… Está claro que la mirada, quizás sucia, que tengo en la actualidad no tiene nada que ver con la de un niño de diez años que la va a ver al cine a principios de los noventa, pero el caso es que mientras veía esta película me di cuenta de que había algo que siempre había pasado por alto. Pero vayamos por partes.


Disney jamás se caracterizó por respetar los cuentos que adaptaba y han hecho suya esa coletilla final de “y fueron felices y comieron perdices”, cuando en los textos originales no siempre ha sido así. En el caso de “La Bella y la Bestia”: tenemos a Bella, la protagonista de la película. Bella es una mujer culta – lee muchos libros, canta como los ángeles -, es hermosa y recatada. También sabemos que la pretende un tipo fuerte y vanidoso llamado Gaston y que es una buena hija, pues no duda un instante en quedarse prisionera en un castillo encantado con tal de salvar a su padre. En dicho castillo nos encontramos con la Bestia, un grandísimo hijodeputa que se había reído hasta de su madre y que por culpa de una maldición quedó deformado en una especie de lobo feroz con cuernos. Para colmo nos enteramos que el motivo del cautiverio de Bella por parte de la Bestia, es que para librarse de la maldición debe encontrar a una mujer que sea capaz de enamorarse de él, es decir que no se fije en el físico y que sepa ver que la belleza que reside en el corazón.

En fin, el monstruo se enamora de Bella (algo lógico) y comienza a tratarla como una dama y… ¡ella le corresponde! Le importa un pimiento los cuernos, los colmillos y que tenga el cuerpo cubierto de pelos. Finalmente todo cuadra para que la Bestia consiga erradicar su maldición y se convierta, por arte de magia, en un apuesto príncipe bueno y encantador. ¿Dónde está la trampa? Para empezar, ¿por qué tiene Bella que fijarse en semejante monstruo desaprensivo cuando ha sido incapaz de encontrar nada bello en el resultón Gaston?



Si repasamos la filmografía de Disney comprobamos algo tan frecuente como que la mujer tenga como único cometido querer al hombre y amarlo con anhelo. También sabemos que los hombres de Disney suelen llevar a sus espaldas algún título real, siendo el más habitual el de “Principe” heredero de la corona. Por lo tanto, el papel que suele desempeñar la mujer de Disney es la de esposa comprensiva y amante incondicional. Pueden haber tantos obstáculos como quieran (la monstruosidad de la Bestia, la pobreza de Aladdin o del chucho vagabundo en la Dama y el Vagabundo…), que la mujer prototipo de Disney siempre amará a su hombre por encima de todo, teniendo como recompensa el tan cacareado “y fueron felices y comieron perdices”, y por otro lado, para rematar, vivir en un palacio lleno de lujos, que nunca viene mal.


Está claro que Disney ha estado instaurando en las mentes de los pequeños y pequeñas un determinado tipo de comportamiento clasista, en el que la mujer es la esposa fiel que se acomoda a la riqueza que el hombre le ofrece como remuneración a su amor. Pero sin embargo esto en la vida real no suele ser así. Siguiendo el caso de La Bella y la Bestia, las Bellas de hoy día suelen encontrar a príncipes azules que finalmente se transforman en Bestias; y por otro lado tenemos Príncipes que, aún ofreciéndoles todo el oro del mundo, no consiguen ni la fidelidad ni el amor incondicional de sus Bellas. Parece ser que el “happy ending” no está hecho para los tiempos que corren y qué mejor película que “La guerra de los Rose” para demostrarlo. Esta obra maestra dirigida por el genial (y minusvalorado) Danny DeVito nos explica a la perfección esas contradicciones de las películas de Disney que suelen pasar en la vida real.
“La guerra de los Rose” contiene todo los elementos para que hubiera sido un precioso cuento de hadas - de hecho el propio Danny DeVito emplea este término a la hora de relatarnos la historia -, pero sin embargo está hilvanada con un humor negrísimo y salvaje que destroza por completo los cánones impuestos por los filmes de animación de la Disney. Barbara (Kathleen Turner) y Oliver (Michael Douglas) inician una bonita relación. Se acuestan en la primera cita y ella descubre que es multiorgásmica. Se casan. Tienen hijos. Tras trabajar como un burro, Oliver consigue un importante puesto de trabajo y gracias a su sueldo se pueden costear el vivir en una enorme casa. La pareja no puede ser más feliz y Barbara la decora con esmero. Pero una vez termina ocurre algo que jamás ha pasado en un cuento de hadas de la Disney, Barbara piensa “¿y ahora qué?”. Todo parece fantástico, Oliver se siente realizado con su trabajo, tiene una mujer bella, dos hijos y pasta gansa, pero ella no parece estar satisfecha con el papel que le ha tocado desempeñar en esta función (y que, repito, se asemeja al prototipo de mujer de Disney), así que decide emprender ella misma sus propias ideas, por lo que Oliver no tardará demasiado en menospreciarla y en burlarse de ella. 


Y ahí nace la guerra del título. Su guerra. Una guerra que culmina de la manera más atroz que jamás nadie podía haber imaginado. Un final que es tan demoledor que suele causar el rechazo de los espectadores. De hecho cuando vi “La guerra de los Rose” por primera vez en televisión hace ya muchos años, estaba tan lobotomizado por los “happy endings” de Disney que no lo lograba entender. **SPOILER** Oliver y Barbara comienzan a pelearse destrozando su hogar, dulce hogar y se quedan colgando en la enorme lámpara de araña de la entrada y por si fuera poco, comienza a ceder hasta que precipita contra el suelo. Barbara y Oliver yacen en el suelo mortalmente heridos y él utiliza su último aliento para coger la mano de su mujer en un gesto de amor… Vaya, el amor parece aflorar tal y como suele pasar en los cuentos. Oliver ha tenido que pasar un calvario – como el príncipe convertido en monstruo de “La Bella y la Bestia” - para darse cuenta de lo mucho que quiere a su esposa – en el caso de la película de Disney para saber que la belleza reside en el interior. Pero Barbara, al contrario de la sumisa Bella, (AQUÍ VIENE EL MOMENTO MÁS DESTROYER DE LA PELÍCULA) malgasta su último aliento de vida para apartar la mano de su Príncipe azul convertido en Bestia.


En este siniestro cuento la mujer no acepta gato por liebre, no se doblega ante el hombre, ni se siente obligada a ofrecerle su amor como remuneración a una vida acomodada y vivir en un palacio. Pero sobre todo Barbaba demuestra su independencia de un modo arrollador, tal y como ocurre en la actualidad.


Si… Mejor esperaré unos años a ponérsela y explicársela a Lazoworks Jr.  

6 comentarios:

Ángel Chatarra dijo...

Pues no se me habría ocurrido nunca relacionar la Bella y la Bestia con la Guerra de los Rose, no, aunque ahora que lo dices... lo clavas.

Claro que la Bella y la Bestia me ha parecido siempre de una cursilería insoportable y apenas si le he prestado atención más allá de entender que, además de lo que dices, Disney nos vende continuamente que a las princesitas les va tanto la marcha como los lujos, tan sumisas ellas, y que las bestias, por muy bestias que sean, les pones a una niña mona delante y se amariconan hasta el punto de bailar un vals y transformarse en apuesto príncipe... De ahí el éxito de Shrek, claro, que se queda en troll de ciénaga hasta el punto de transformar en troll a su princesa (algo que no acabé de entender tampoco, porque la gracia es que cada uno se hubiera quedado como estaba y que la princesa cambiase su palacio por la choza en la ciénaga aun siendo princesa por amor al troll, pero...)

Bueno, eso y un anhelo que aún mantengo, el de que algún productor porno haga una versión valiente que se llame 'el Bello y la Bestia' pero esa es otra historia...

Ángel Chatarra dijo...

Por cierto, una gran recomendación para Lazo Jr. es que su papá le busque en la procelosa mar de la red de redes algunos capítulos de "El Cuentacuentos" para TV (¿te acuerdas?, ¿la veías?), en especial el capítulo de 'el hombre erizo', versión libre de Bella y Bestia con una escena de sexo explícito delante de la chimenea ad hoc que aun hoy estremece a un servidor. Yo la vi con siete u ocho años, no más, y ¡mírame, tan normal que he salido!

Pepe Cahiers dijo...

Pero, la Bella se encapricha de la Bestia porque éste tiene un cortijo de padre y muy señor nuestro, que si llega a ser un pulgoso, viviendo en un cuchitril, otro gallo le hubiera cantado. El amor es ciego pero no tonto.

ElChicoDeLaCabezaDeLaGomaDeBorrar dijo...

La bella se enamora del pichote de la bestia. Miradme a mi, soy bajito y feo y nunca me han faltado mujeres

Lazoworks dijo...

Angel: Claro que lo veía. Aunque del capítulo que me hablas no me acuerdo. El que tengo en la moyera es el de "Juan sin miedo". Desde luego, eso si que era bueno. Habría que rescatarlo a la de ya!

Pepe: nunca lo podría haber dicho mejor. Ciego pero no tonto. Aunque tal y como pasa en "La guerra de los Rose" no siempre pasa así. Allí el papel de la mujer es diferente. Pasa de casas, compañero.

ChicoCabeza: efectivamente, es usted afortunado. Sólo tiene que sacar la picha y las zorras se le tiran encima.

miquel zueras dijo...

Muy buena entrada, Lazoworks. Por cierto, no sé si sabes que el papel de criada que interpreta Marianne Sagebrecht se lo ofrecieron a Carmen Maura pero ella dijo: "Para hacer de chacha de Turner y Douglas mejor me quedo en casa". Qué chula. Saludos. Borgo.