miércoles, 31 de octubre de 2012

QUÉ SE ESCONDE TRAS LA MÁSCARA



La máscara es un elemento bastante habitual en los “slahsers” y los “giallo”. “Torso, violencia carnal” de Sergio Martino, “Scream” de Wes Craven o “Seis mujeres para el asesino” de Mario Bava, son sólo algunos ejemplos de cómo se utilizan las máscaras para ocultar la verdadera identidad de los criminales. Algo parecido ocurre con las películas de superhéroes, en “Batman” o “Spider-man”, por ejemplo, se utilizan para ocultar la identidad del sujeto, con tal de protegerle a él y a los que le rodean. Sin embargo, existen algunos ejemplos en los que esa máscara forma parte del personaje y (en el mayor de los casos) no es necesario saber quien se esconde detrás.


Joseph Campbell nos explicaba en “El Poder del Mito” que, por ejemplo, la indumentaria de un juez, - recordemos, una túnica negra que le cubre todo el cuerpo y una peluca con rulos -, no era una mera vestimenta, sino que además formaba parte de un ritual en el que esa persona, - el juez -, encarnaba una función, que en este caso era la justicia. “Cuando alguien adopta el papel de juez, o el de presidente de los Estados Unidos”, contaba, “el hombre ya no es ese hombre, es el representante de una función eterna; tiene que sacrificar sus deseos personales e incluso sus posibilidades vitales a la función que está representando”. Siguiendo este ejemplo, esto mismo lo podríamos aplicar a la policía, el soldado e incluso al preso. Y al igual que los jueces y los policías, el superhéroe y el “psichokiller” también intentan, en la mayoría de los casos, utilizar su vestimenta para representar su función, que no es otra más que la de infundir el bien o el mal. Eso explica que en una película el asesino luzca su máscara ante la víctima que va a asesinar. ¿Qué sentido tiene que se oculte tras una máscara si no hay más testigos y la persona que tiene delante va a morir? Está claro que este recurso se utiliza para que el espectador no sepa la identidad del asesino hasta el final de la película, pero también se utiliza para infundirnos miedo, para saber que el sujeto enmascarado que sale en la pantalla es algo más que un asesino, es la representación del mal.


En “Halloween” de John Carpenter nos topábamos con un letal homicida que luce una máscara de carnaval. En este clásico seminal de Carpenter, apenas nos importa la verdadera identidad del asesino, de hecho, ya sabemos que su nombre es Michael Myers y en la secuencia pre-créditos, le vemos el rostro cuando era niño. Por lo tanto, aunque la máscara se le arrebata fugazmente al final de la película – mostrando un hombre deforme -, la intención de Carpenter era muy clara: Michael Myers no debía de ser humano, sino más bien la personificación del mal. De ahí que Michael Myers luzca cada Halloween su famosa e inexpresiva careta blanca, pues Michael Myers no tiene otra función más que la de infundir el miedo y el terror.


En la saga “Viernes 13”, después de pasar de la visión subjetiva y de un saco tipo “El hombre elefante”, Jason Voorhees se oculta bajo una máscara de hockey y la haría su seña de identidad en el resto de películas. Pasa de ser un ser deforme que clama venganza por la muerte de su madre, a un entidad maligna que asesina a adolescentes con las hormonas a flor de piel. Su grotesca máscara de hockey le otorga esa personalidad diabólica y sobrenatural que le ha hecho famoso. De hecho, aunque en alguna ocasión se la haya quitado, la gran mayoría de nosotros no reconocería a Voorhees sin ella.


En el bando de los buenos, de los superhéroes, nos encontramos con un caso muy parecido. Existen héroes que sin su máscara no serían nada, sólo simples mortales, por eso su identidad ha sido ocultada en todas y cada una de sus películas e incluso en la vida real. Se trata, como bien habrán adivinado, de los luchadores enmascarados. ¿Cómo son el “Santo, el enmascarado de plata”, “Blue Demon” o “Mil Máscaras”? ¿Alguien les puede poner rostro a estos luchadores? Aunque a veces se ha coqueteado con ese aspecto, no nos importa saberlo. Por lo tanto, aunque el enmascarado de la película le confíe su verdadera identidad a algún un niño (algo bastante habitual en este tipo de películas), jamás lo hará al espectador.


En “El enmascarado de plata”, un serial dirigido por René Cardona en 1952 que luego fue recauchutado como película y que no tiene nada que ver con el “Santo, el enmascarado de plata” que todos conocemos, se jugaba durante todo su metraje con la verdadera identidad del héroe, que en este caso se llamaba “El Médico”. Pues bien, durante “El enmascarado de plata” veremos como dos reporteros no pararan de aparecer justo después de que “El Médico” haya realizado alguna proeza y haya salido de escena, colocándolos como los dos únicos sospechosos de ser el hombre que se oculta tras la máscara. Incluso en un momento de la película, “El Médico” decide retirarse y desaparece. Pues bien, uno de los reporteros también desaparece misteriosamente, dejando clara la verdadera identidad del “Médico”. Pues cuando ya creemos que tenemos todo el pescado vendido, al final, para disipar dudas, veremos a los tres - los dos reporteros y “El Médico” - en escena, dejando claro, no solo al resto de personajes sino también al espectador, que el hombre que se esconde tras “El Médico” es un misterio y que, en cierto modo, no es humano.


Si Michael Myers o Jason Voorhees representaban la maldad gracias a sus máscaras, los luchadores enmascarados de las películas mexicanas simbolizaban el bien y la justicia. Por lo tanto, aunque sean claramente hombres de carne y hueso (y peguen hostias como panes), su identidad humana queda relegada a su función. No importa quienes sean sino el cargo que representan. Aunque también haya luchadores enmascarados del bando contrario y sean requetemalísimos, las máscaras de los luchadores son la viva la imagen de la benevolencia y honradez.


Si el ser humano no puede representar por si solo a la maldad, mucho menos podrá hacerlo con la bondad. La máscara nos otorga ese poder - ya sea bueno o malo - que por si solos no somos capaces de escenificar. El ser humano es bueno y sobretodo malo por naturaleza, pero parece que necesite un componente más para demostrarlo y por ese motivo tenemos las máscaras.

Que pasen un feliz Halloween, amigos.

4 comentarios:

Pepe Cahiers dijo...

Buena disertación. Hay también otros que se avergüenzan de su rostro y por ello lo ocultan. No, no es el feo de los hermanos Calatrava, me refiero, por ejemplo, al Fantasma de la ópera, el Fantasma del paraíso o Darkman, aunque mi favorito, como no podría ser de otra manera es Darth Vader, que además utiliza la máscara para poder sobrevivir.

Lazoworks dijo...

Pues supongo que estará usted enterado de la compra de Lucasfilm por parte de Disney, ¿no? Y que además, planean una nueva trilogía de Star Wars...
¿Quién sabe? Quizás quien se oculte bajo la máscara de Darth Vader sea ahora Mickey Mouse...

almigmon dijo...

Hombre, comentaba el otro día yo por twitter (en el que me he metido por tu culpa y ahora me siguen unos señores de seguros y un coaching personal y no sé quién más a parte de ti) que ardía en deseos de ver esa nueva trilogía... Quién sabe lo que nos tendrá guardado el destino, ¿no?, ¿la Sirenita de nueva reina Amidala?, ¿un Yar-yar-Nemo, quizá?, ¿Mulán-Sky-Walker?, ¿batalla campal en el bosque entre los ewoks y los enanos de Blancanieves? A saber... Días de gloria que nos esperan como los putos Mayas se hayan equivocado, sí señor...

Lazoworks dijo...

No se preocupe por lo de sus followers... A mi de los 47 que me siguen, apenas conozco a cuatro o cinco. Bueno, o seis ahora.
Yo soy muy de ewoks, así que voto por una nueva película protagonizada por ellos.