No puedo evitar compartir con todos ustedes este artículo escrito por Carlo Frabetti para Fotogramas (Núm. 1424) en enero de 1976.
Parece ser que el cine de terror indígena está jugando su última baza, está sacándose de la manga esa carta que el género siempre ha mantenido oculta, o, mejor dicho, boca abajo, aunque sobre el tapete: la carta del erotismo.
Sería tópico eludir a estas alturas a la fundamental carga de erotismo de todo el cine de terror, incluso del más victoriano. Sólo que cuando la moral vigente impedía o desaconsejaba llamar a las cosas por su nombre (aún sigue haciéndolo, por supuesto, aunque a nivel pectoral la mordaza se haya aflojado un poco), el género de terror hallaba un excelente recurso gratificador en su rico Lenguaje simbólico, tan lleno de metáforas y sugerencias excitantes, formalmente compatibles con el más estricto puritanismo.
Sin la censura se terminarían los oportunismos de la represión
Ahora ya no es necesario que el vampiro cubra púdicamente con su capa (que, entre otras, cumplía la clara función de telón portátil) la erótica mordedura. Ni siquiera es necesario que se limite a morder, puesto que ya no necesita ocupar las manos en sujetar la capa. Por otra parte, las nuevas fibras textiles derivadas del petróleo permiten confeccionar camisones mucho más transparentes (y necesariamente exiguos en función de la crisis de dicha materia prima). Y la conveniencia de polarizar la atención de la gente hacia temas poco comprometidos en un delicado momento de transición, permite incluso, llegado el caso (que, de hecho, llegó hace poco), prescindir no ya de la capa, sino del mismísimo camisón o la maceta de geranios estratégicamente emplazada, con el consiguiente ahorro de petróleo, geranios y neuronas que de otro modo podrían haberse malgastado pensando en política.
¿Y SI NOS DEJARAN?
Algunos ingenuos podrían pensar que de este modo el cine de terror ha salido beneficiado. Olvidan que la censura no sólo sirve de mordaza para los que realmente tienen algo que decir, sino también de pretexto con el que muchos mediocres intentan justificar su inoperencia ("Si a mi me dejaran..."). Pero además de los que esconden su mediocridad tras la valla de la censura, están los que hacen equilibrios sobre ella. Del mismo modo que el funámbulo se gana las lentejas y la atención del público con sus ejercicios de presunta audacia sobre la cuerda floja, en todas coyunturas más o menos coecitivas surgen oportunistas de la represión, que intentan epatar (y medrar) realizando graciosas (pero inofensivas) piruetas al filo de lo prohibido. Cierto tipo de publicaciones falsamente audaces, cierto tipo de humor seudocrítico, cierto tipo de cine de seudodenuncia (léase "tercera vía" y similares), con toda su vistosa coreografía de progres de opereta, son los acartonados fantohes de nuestra farsa aperturista.
Y el destape, naturalmente, el destape del que el cine de terror no podía quedar al margen, aunque, al contrario de los que puedan pensar algunos ingenuos, le ha perjudicado. Porque si empezamos a llamar a las cosas por su nombre (únicamente en materia sexual, no se alarmen), sobran los símbolos, las metáforas, las sugerencias, las trasposiciones, los metalenguajes.
EL FUTURO DEL TERROR
Esto no significa que el cine de terror esté acabado. El erotismo - metafórico o explícito - no es su único aliciente, y aunque en lo de exorcizar temores latentes está siendo desplazado por el cine "catastrófico", siempre le queda la gratificación de nuestro afán de lo numinoso y de nuestros impulsos sadomasoquistas (cada día más potenciados por una sociedad demencial), funciones que el cine de terror está en condiciones de seguir cumpliendo. Y queda también, como recurso de emergencia (al que todos los géneros echan manos en momentos de crisis), la autoironía con guiño y autohomenaje solapado, a lo jovencito Frankenstein.
En el caso concreto del cine de terror indígena, queda, como en todo nuestro subcine, el eterno recurso de la imitación fácil y casi siempre grosera. Ya tenemos un "Exorcismo" en circulación, una caterva de muertos vivientes aborígenes y un "Jovencito Drácula" en camino (aunque, al parecer, este último podría sorprendernos gratamente), junto con las últimas boqueadas de los viejos temas, enriquecidos con destapes y agresiones pectorales, como "La maldición de la bestia", última de la serie hombre-lobo, donde Naschy lidia con el Yeti y con unas cuantas macizas mucho más terribles.
YA SOMOS MAYORCITOS
En fin, que al cine de terror y similares (aventuras fantásticas con amazonas, etc.), o, si se prefiere, al cine indígena en general, le hace falta urgentemente un destape de imaginación. Que, aunque no se lo crean, el público español ya es demasiado mayorcito para que intenten alimentarlo a base de teta.
Carlo Frabetti
5 comentarios:
Bueno, debo decir amigo Lazowork que también Fotogramas se dejó llevar por el aperturismo sexual,siendo sus portadas de la época toda una declaración de intenciones. Más que el Fotogramas, parecía el Interviu o el Lib.
Si, si, totalmente de acuerdo con usted... Además por lo que he hojeado en algunos números de la época, casi nunca hacían incapíe en el cine fantástico patrío, algo totalmente indignante.
¡La madre que pario a los que dicen que el hambre agudiza el ingenio!Que se pongan ellos a pasar calamidades y asi en lugar de criticos serian artistas o hartistas.Eso puede ser cierto,pero maldita la gracia que hace.En la historia del cine hay numerosisimos casos de gente que ha hecho primeras obras por su cuenta y al ser un exito,les han puesto la industria sus pies y no han sabido hacer nada.Y en cuando a la censura ya lo dijo Berlanga "contra Franco viviamos mejor"y cuando le preguntaban por sus peliculas y porque con la democracia no consiguio hacer peliculas tan buenas como las de antes decia que los autores eran los censores,de tanto que se las modificaban.(dicho todo en tono ironico,claro)
¡¡¡¡Ja, ja, ja!!! Clarinetti el único.
En los setenta colaboraba en revistas de cine fantástico y ciencia ficción reventándolo todo y presumiendo de su progresía.
Una especie de aguafiestas para los fans del género.
Pues estoy muy de acuerdo con usted. Sin ir más lejos, he leído algunos de sus artículos en los que cubría el Festival de Sitges en los años 70 en "El Blog Ausente" y daba vergüenza agena. La verdad es que no sé muy bien a que iba este señor allí, pero bueno...
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