Crítica de El Diabólico dr. P (By The Great Cerebrin)

Como ya hiciera mi admirado larsvondick con 5 Céntimos, hoy me enorgullezco en presentarles una crítica escrita por uno de los pocos y mejores y más interesantes escritores (no le pienso llamar crítico) que pueblan este apasionante y a veces aborrecible y asqueroso mundo llamado la bloggosfera. No por menos, su Abadía de Berzano supone uno de los mejores blogs que existen sobre el séptimo arte y en el que se da cabida a todo tipo de cine, anteponiendo siempre un criterio cinéfago (que no cinéfilo), y sabiendo apreciar esas pequeñas obras que se han visto maltratadas por la crítica más "chick" durante años.

Espero que la disfruten y que esta reseña suscite, como no, cualquier tipo de debate. No por menos, seguramente sus palabras os parecerán demasiado bienintencionadas con mi obra. Así que no duden en mostrar sus inquietudes y opiniones acerca de "la mayor mierda jamás filmada". ¡Con todos ustedes Cerebrin!

"Tras su incursión en los terrenos del noir con Bad Lovely Dream, Juan P. Rodríguez, padre espiritual y principal adalid del auto-definido troncho-cinema, vuelve a los terrenos de la crítica social de su primeriza 5 céntimos con su nuevo y esperado El diabólico Dr. P, proyecto nacido con el ánimo de alcanzar el estatus de “mítico y de culto” y que ha sido precedido por toda una estudiada y descacharrante (mini)campaña viral que ha comprendido, incluso, la materialización cibernética de su personaje protagonista.

Algunos comentarios vertidos en otros blogs. ¡Esto es publicidad viral y lo demás son tonterias!

En alguna ocasión incluso consiguió gran publicidad en blogs como Dimensión Fantástica, un blog de "éxito" con gran afluencia de visitas.

Pero no solo su finalidad es el elemento que entronca a esta nueva obra de Rodríguez con el corto que le convirtiera en una de las más halagüeñas promesas del firmamento fílmico patrio; al igual que ocurriera en 5 céntimos, la génesis de esta El diabólico Dr. P ha estado marcada por un hecho real vivido por el entorno del director barcelonés, en tanto que su rodaje se ha desarrollado siguiendo un modus operandi similar al que utilizara en su (considerada) ópera prima, supeditando la filmación a la capacidad de improvisación de un elenco actoral encabezado, como ya es costumbre, por sus dos actores fetiches: Julio Cerrillo y el siempre impresionante Pedro Martínez. Sin embargo, todas estas similitudes formales entre ambos títulos no han hecho más que evidenciar la evolución experimentada por Rodríguez y su cine en el lapso de tiempo comprendido entre la realización de uno y otro corto.

Paco Menta encarnó al polémico Dr. Pontius. Sin duda alguna, su "actuación" fué lo peor del "flin".

En primer lugar, y tal y como el propio cineasta parece reconocer en la nota de prensa que ha acompañado al lanzamiento del film, por la adquisición de una patente madurez en su oficio, lo cual se ha visto reflejado en detalles tales como el mayor sentido del ritmo que guarda el conjunto, cierta capacidad de síntesis narrativa – en este aspecto resultan destacables las imágenes que sirven como fondo para los títulos de crédito, en las que en apenas un minuto y sin ningún tipo de diálogos es perfilada de forma encomiable la estúpida y estrafalaria personalidad del protagonista -, o el mejor aprovechamiento de la perenne escasez de recursos y sus consiguientes limitaciones que ha acompañado hasta este momento a todos y cada uno de los títulos que componen la filmografía del responsable de Moco-Man, algo por otra parte facilitado gracias al formato de falso documental en el que se inscribe el presente trabajo, y que, con toda lógica, ha provocado el arrinconamiento a un segundo plano de la cualidad que hasta ahora más había destacado en la obra de Rodríguez, como era su atinada y relativamente tarantiniana selección musical.

"El siempre impresionante Pedro Martínez".

En segundo lugar, por la diferente motivación que ha llevado a Rodríguez a la realización de este nuevo cortometraje en comparación a 5 céntimos. Y es que si aquel partía de la necesidad del autor por llamar la atención del público sobre los riesgos inherentes a nuestra acomodada sociedad de consumo, El diabólico Dr. P no trata otra cosa que ridiculizar a cierto personajillo de infausto recuerdo y, con él, a un patrón de conducta por desgracia cada vez más extendido dentro del ciberespacio y sus redes sociales: el del individuo gris que, gracias al anonimato que otorga la red, trata de crearse un álter ego con el que escapar ante sus propios ojos de su, en realidad, anodina y mediocre existencia, aunque sea a base de mentir, insultar y amenazar a todo aquel dispuesto a llevarle la contraria. Empero, lo que en principio surge como una original y sarcástica forma de vendetta, acaba también por esconder una corrosiva y sarcástica mirada hacia una parte de la fauna que compone(mos) la blogosfera; escritores, músicos, realizadores, dibujantes y demás artistillas que comparten en principio de forma desinteresada su trabajo y esfuerzo con el resto de la comunidad, pero que en el fondo lo único que buscan es un hipócrita reconocimiento hacia su labor que les regale los oídos, que les diga lo buenos que son y, en definitiva, que les otorgue una importancia de la cual carecen, sin mayor atisbo de reflexión, análisis o autocrítica.

Julio Cerrillo hizo doblete en El Diabólico Dr. P, regalandonos una de sus mejores interpretaciones (hasta la fecha).

Solo por esto, y asumiendo todos los fallos del mundo que se le quieran señalar, y que sin duda tiene, El diabólico Dr. P merece ser vista. Claro que, si no es mucho pedir, también sería deseable que su hiriente ataque fuera captado por todo aquél que se reconozca en el ficticio hAndrew Pontius, y de creerlo necesario, respondido de la misma forma y con las mismas armas. Total, según lo visto, oído y leído, alguien con el talento de Pontius debe ser equiparable a un artista del Renacimiento y, ¿quién sabe?, quizás estuviéramos ante el comienzo de un enfrentamiento a la altura de los que Góngora y Quevedo mantuvieron para discernir sus diferencias literarias y personales hace ya tantos siglos, y que tanto bien hicieran al noble arte del insulto".

cerebrin

¡Arriverdeci!