miércoles, 12 de octubre de 2016

BASKIN (2015)



Sinopsis: Una patrulla de policía recorre una olvidada zona de la Turquía rural. En plena noche y cuando se disponían a acabar su servicio, reciben una solicitud de refuerzos en un edificio cercano. Cuando los agentes llegan al lugar se encuentran con algo aterrador: la celebración de una misa negra como puerta directa al infierno.

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En 2014 el público del Festival Internacional de Sitges se entregó de lleno a Baskin[1], un pequeño corto proveniente de Turquía que relataba la redada efectuada por un grupo de policías en un siniestro y destartalado edificio habitado por una suerte de secta caníbal salida del mismo infierno. Esta potente carta de presentación de Can Evrenol sirvió de vehículo para que convirtiera aquella pieza en largo[2] con el que explicar los motivos que obligan a esos agentes a adentrarse en ese misterioso bloque. Sin embargo, como suele pasar en la mayoría de estos casos, la dilatación de la trama no favorece todo lo que debiera al conjunto. Y es que, sin desmerecer algunos de los aciertos que Evrenol consigue con esta su ópera prima de los que hablaremos más adelante, el salvaje cóctel que contenía el cortometraje original se desvirtúa dando como resultado una obra algo impersonal y carente del encanto exótico que contenía en principio.

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Aunque nos ofrece una cinta de horror seria que deja atrás los manidos clichés y complejos del terror turco, Evrenol no puede evitar dejarse arrastrar por occidente y en Baskin se nota el peso del cine de género trasalpino de los años setenta y ochenta, otorgando al conjunto una atmósfera que rememora algunas de las películas más emblemáticas de Lucio Fulci[3], atreviéndose a tomar la narración no lineal de estas e, incluso, hacer algún guiño explícito a Nueva York bajo el terror de los zombies (Zombi 2, Lucio Fulci, 1979)[4]. Tampoco elude coquetear con intensas luces rojas a la hora de iluminar algunas de sus escenas, evocando la iluminación de cierto cine fantástico italiano representado por maestros como Mario Bava o el realizador de Suspiria (1977), Dario Argento.

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Pero a lo largo del metraje no sólo se percibe el influjo de la cinematografía italiana, pues su (casi) estructura de cinta moebius[5], el aire onírico que desprende y su alta carga simbólica (con misteriosa llave que no sabemos que abre incluida), nos hace sospechar que David Lynch también ha estado presente en la mente de Evrenol a la hora de llevar a cabo la película; a su vez que resulta evidente la influencia que ejerce en el filme la figura de Clive Barker, cuya sombra se palpa a la hora de retratar a la satánica horda que ataca a los polizontes.

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Sin embargo, si por algo es reseñable en su versión larga Baskin, es por lo inaudito que resulta que un producto de estas características haya podido salir de Turquía, un país que todavía está demasiado arraigado a la religión musulmana y sus consecuentes restricciones culturales. Y no nos referimos al gore que contiene y del que sin duda hace gala, sino por las fuertes connotaciones sexuales que se desprenden del subtexto del filme. Evrenol procura esquivar la censura turca y se sirve de algunos de los diálogos de sus protagonistas (como la jocosa conversación que los policías mantienen en un bar y que termina en pelea) y de la infancia de Arda (véase la escena que abre el film en la que escucha a sus padres haciendo el amor o la historia de fantasmas que cuenta sobre su amigo desaparecido) para retratar la represión sexual que vive la sociedad turca.

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Tampoco es baladí el hecho que los protagonistas de la cinta sean representantes de la ley y que en su intento por poner orden se vean atacados por sus propios demonios internos. Y es que pese a las flaquezas que hemos apuntado atrás, el principal acierto de Baskin es el de alzarse como una poderosa pieza abstracta sobre los miedos y frustraciones sexuales que se viven no solo en los países musulmanes, sino en todo el mundo. Evrenol nos adentra en un bucle infinito de maldad y depravación del que (aparentemente) solo se pude escapar abriendo la mente.

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[1] Según contó el año pasado en la presentación de la película en Sitges, Evrenol quiso agradecer la buena acogida del corto por parte del festival que añadió un guiño (futbolero) en la película.
[2] Mike Hostench, subdirector del Festival de Sitges, apoyó a Evrenol en su primera película y aparece como uno de los productores ejecutivos del film.
[3] Sería el caso de las tres películas protagonizadas por Catriona MacColl compuesta por Aquella casa al lado del cementerio (Quella villa accanto al cimitero, 1981), Miedo en la ciudad de los muertos vivientes (Paura nella città dei morti viventi, 1980) y, por supuesto, El más allá (…E tu vivrai nel terrore! L’aldilà, 1981).
[4] Curiosamente, en el momento en el que se hace este guiño escuchamos una partitura extraída de Holocausto caníbal (Cannibal Holocaust, de Ruggero Deodato, 1980).
[5] https://es.wikipedia.org/wiki/Banda_de_M%C3%B6bius

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