martes, 18 de marzo de 2014

300: EL ORIGEN DE UN IMPERIO (2013)



Hace unos días se estrenó “300: el origen de un imperio”, la secuela del “300” que dirigió Zack Snyder (que para la ocasión se guarda las funciones de productor y guionista de la cinta), y eso quiere decir que nuevamente nos adentramos de lleno en el universo creado por Frank Miller. Pero lejos de toparnos con una película que aporte algo y enriquezca lo ya explicado en la anterior entrega, los responsables deciden no salirse del patrón creado previamente y apuestan por el mismo estilo visual de su predecesora; es decir, CGI a casco porro, ultra violencia de diseño y chorros de sangre a cámara lenta sin ningún atisbo de originalidad (¿en serio que, después de casi diez años, no se podía haber innovado un poco más? Oh, sí... olvidaba que también se puede disfrutar en 3D... En fin). La historia por su parte, está tejida a base de batallas épicas y diálogos grandilocuentes, y se limita a narrarnos el periplo por el que pasa Themistocles y los suyos (que al igual que en el film de Snyder, también son poquitos) en su imposible intento por hacer frente al inmenso imperio capitaneado por el estrafalario “drag queen” Xerxes. Para ello traslada su acción a los acontecimientos ocurridos paralelamente antes, durante y después de lo ya visto con Leonidas y compañía, sin que por ello, repito, se nos cuente nada nuevo. De hecho, mirándolo fríamente no nos cuentan casi nada en realidad. Entre batalla y batalla, el guión escrito por Snyder y Kurt Johnstad no consigue aguantarse debido a una serie de tramas de lo más delgadas e insuficientes en las que apoyarse (como la del hijo que al final se gana el respeto de su padre y por consiguiente, se convierte en un soldado valeroso), y unos personajes de lo más endebles salvo, eso sí, el de la malvada Artemisia, griega de nacimiento que traiciona a los suyos para ponerse del lado de los persas. Es precisamente por este personaje interpretado por la exuberante Eva Green por la que la película de Noam Murro se salva de la quema absoluta. Pero no sólo ella, cabría apuntar que los únicos momentos en los que mi interés se disparaba era cuando aparecía en pantalla Green -imperdible ese polvo de Green “contra” Stapleton que por poco hunde el barco (por cierto, un polvo de lo más curioso pues deja entrever la pluma oculta de Themistocles)-, y Lena Headey – que repite en su rol de Reina Gorgo -; curiosamente los dos únicos personajes femeninos del film, por si alguien no se ha dado cuenta. Headey y Green, ellas dos solas, se meriendan a los griegos, los persas y a todo el “gayer power” de la película. Esperemos que de hacerse realidad alguna secuela más, sus responsables aprendan sus errores y sepan ver que los únicos que pueden hacer frente a toda esta testosterona comiquera a la que nos tiene acostumbrado Snyder son, precisamente, las mujeres. Mujeres de armas tomar para más señas. Si ya lo decía aquella canción: “Uh, ah, las chicas son guerreras”.


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