Dentro de la escasa
filmografía española dedicada al género fantástico previa a 1968
(año de partida al boom del fantaterror patrio), encontramos
una película totalmente reivindicable, “El sonido de la muerte”.
Y es reivindicable por varios motivos. Primero obviamente por quedar
marginada y relegada al olvido en nuestro país, mientras que en USA
tienen hasta su edición en DVD (modestita, si, pero ahí está).
Segundo porque a pesar de tener un presupuesto limitadísimo, “El
sonido de la muerte” tiene un reparto la mar de interesante y
cuenta con la presencia de la mítica (y malograda) Soledad Miranda (futura musa de
Jesús Franco), el galán Arturo Fernández o la entrañable Lola
Gaos; y ya de caras para afuera cuenta con la presencia de James
Philbrook y la bellísima Ingrid Pitt en uno de sus primeros papeles
(además de la colaboración de Sam X. Abarbanel y el griego Gregg C.
Tallas, en funciones de guión, que ya habían colaborado juntos en “Prehistoric Women”
de la Alliance Pictures). Y tercero, y siguiendo con el tema
del poco presupuesto, también hay que apuntalar que gracias a esto,
“El sonido de la muerte” es una de las películas españolas más
originales e incluso influyentes del cine de terror en general. Y es
que aunque la premisa sea un tanto básica – en un pueblo de
Grecia, un grupo de arqueólogos buscan un tesoro escondido en el
interior de unas cavernas y dan con el cadáver momificado de una
criatura prehistórica -, tiene unos grandes momentos de terror y
suspense, además de un ambiente claustrofóbico que serviría de
inspiración al clásico de tintes lovecraftianos “Posesión
Infernal” de Sam Raimi.
“El sonido de la muerte” nos presenta a un
grupo de sujetos encerrados en una casa porque han desatado una
fuerza diabólica – imprescindible el personaje supersticioso y
chapado a la antigua de Lola Gaos, para comprender el carácter
maligno de lo que se ha desencadenado -, que nada tiene que ver con
los meros monstruos encarnados por actores enfundados en disfraces de
los filmes de la época. Ya sea por
culpa de la censura y que al ser una producción española no se
pudiera mostrar monstruos, o simplemente porque Jose Antonio Nieves
Conde, su director, pasara de hacer el ridículo, el monstruo del film (o la
criatura, el extraterrestre o como quieran llamarlo) es invisible. Este misterioso "ente" emite un potente e histérico
grito (si, de ahí, el título) y asedia a los protagonistas hasta
volverles locos, mientras que éstos se debaten entre seguir con su
exploración y encontrar el tesoro que los hará ricos omitiendo el
riesgo que eso conlleva, o hacer caso a los consejos del personaje de
Lola Gaos, sin duda la única que tiene dos dedos de frente.
No
estamos ante una película perfecta ni mucho menos y tiene algún que
otro desvarío típico de guión (los protagonistas, por ejemplo, no
acuden a las fuerzas del orden mientras que, uno a uno, van
apareciendo muertos), pero se agradecen esas pequeñas incursiones
gore, esos actores aguantando la puerta de
entrada mientras la “criatura” intenta entrar golpeándola una y
otra vez, esas ventanas cerradas moviéndose y algún plano de visión
subjetiva que, como ya apuntábamos, son el germen (junto a otro
clásico de serie bé como “Equinox”) de la trilogía de Raimi.
Se le pueden perdonar todos los fallos que tenga y más, porque en “El
sonido de la muerte” se ven hachas clavadas en el aire, porque
Soledad Miranda se pone a bailar un sirtaki y joder, porque
hay hasta una inmolación. Una gozada absoluta que, como siempre, hay
que acudir a la mula (existe una versión en dual español-inglés)
para poder disfrutarla. No se la pierdan.
1 comentario:
La vi hace tropecientos años en el desaparecido cine Bonanova. Si no recuerdo mal sonaba una campanilla justo antes de una escena sangrienta (¿por si quería alguien taparse los ojos?) y después un timbre. La premisa reuerda al director serie-B de "Cautivos del mal" que rueda a los monstruos a oscuras para disimular su falta de presupuesto. Aquí simplemente no se ve. Desde luego es una cinta muy original para el cine español de entonces. Saludos. Borgo.
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