En 1924, Nathan Freudenthal Leopold, Jr. y Richard A. Loeb, dos jóvenes de unos 18 años, mataron a un tercero de apenas 14 llamado Bobby Fanks, con tal de demostrar que eran capaces cometer el asesinato perfecto. Esta historia sirvió para inspirar una de las obras maestras de Alfred Hitchcock, La Soga (1948) y sirvió de base para Crimen Perfecto (1954) y algún que otro título "hitchconiano" más. Pues bien, cambiando un poco de tercio y para no ponernos dramáticos, Fernando Fernán-Gómez adaptó junto a José María Rodríguez una obra de teatro de Alfonso Paso, en la que el matrimonio compuesto por Fernando Rey y Mabel Karr, intenta cometer el crimen perfecto y echarle la culpa a un matrimonio de lo más estrafalario de apellido Palomos.
La acción de la película se desarrolla el día de los Santos Inocentes y, - aunque el guión tiene algunos fallos y un metraje algo excesivo para lo que cuenta -, la diversión está más que asegurada gracias a una buena cantidad de divertidísimas escenas que nos regala el film, casi todos perpetrados por el gran Manuel Alexandre y el matrimonio Palomos: un tontorrón y pelota José Luis López Vázquez y una divertida e ignorante Gracita Morales. Este matrimonio de lo más singular nos regalaran un sin fin de estupendos momentos, tales como ver a Dña. Morales con colmillos y ojos saltones o, mi favorito, el momento en el que los Palomos someten a una limpieza de culos con sifón al matrimonio Rey/Karr.
Por otro lado, Los Palomos también resulta bastante interesante en su mensaje, ya que bien podría ser una parábola del sometimiento de los todopoderosos empresarios a la plebe. Ese aparentemente accesible y amable Fernando Rey, que perpetra un estrambótico y casi increíble plan para culpar a uno de sus asalariados de un ridículo asesinato, nos demuestra que, una vez más, por muy buenos que puedan parecer los empresarios, el único interés de estos radica en el propio lucro. Y esto, valga la redundancia, es precisamente lo que estamos terminando pagando hoy en día los obreros, porque no es lo mismo no tener dinero para pagar las deudas que tener miedo a perder una parte de una inmensa fortuna. No por menos, no nos ha de extrañar que entre algunos de los personajes de la película, veamos de refilón un taxista algo rojo (Xan dan Bolas).
Una pequeña película para pasar un buen rato. No se la pierdan.
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